CINE › “DIAMANTE DE SANGRE”, DEL ESTADOUNIDENSE EDWARD ZWICK
› Por Horacio Bernades
De las películas actualmente en cartel, si hubiera que elegir la más Hollywood de todas, Diamante de sangre, que está nominada para cinco Oscar, sería la ganadora. Es típica la voluntad de complacer a todos los públicos al mismo tiempo, aunque eso dé por resultado una suma que no se tolera entre sí. Por un lado hay una película de aventuras en Africa, que en lugar de Leonardo Di Caprio pudo haber sido protagonizada por Steven Seagal, y que acumula traficantes de diamantes y de armas, niños con fusiles, soldados malos y guerrilleros más malos aún, todo salpimentado con sangre, adrenalina y explosiones. Con esa película de explotación convive otra, políticamente correcta, que mira con malos ojos las atrocidades que su vecina exalta. La idea de vender lo peor, al mismo tiempo que se lo denuncia, no podría dar por resultado otra cosa que un menjunje: ninguno de todos los públicos a los que la película apunta lo digerirá con gusto.
Dirigida por Edward Zwick (El último samurai) sobre guión de Charles Leavitt (autor de la impasable K-Pax), Diamante de sangre transcurre en plena guerra civil de Sierra Leona, a fines de los ’90, conflagración en la que ambos bandos mostraron particular saña en masacrar al enemigo. Nacido en Zimbabwe (a la que sigue llamando por el viejo nombre colonial de Rhodesia), el afrikaner Danny Archer (Di Caprio, en papel que le permite confirmar su fiereza y le ganó una nominación al Oscar) pulula entre los países de la zona, llevando y trayendo diamantes, tallados con la sangre de quienes los recolectan en trabajos forzados. Uno de ellos es Solomon (Djimon Hounsou, el gigante morocho de Amistad, Gladiador y Eragon, también nominado), a quien los guerrilleros del FUR (Frente de Unidad Revolucionaria) cooptaron, obligando a trabajar en la recolección de la preciosa piedra. Poniendo en riesgo su vida (los guerrilleros, cuyo líder luce un parche en el ojo, practican con fruición el noble arte del corte de manos, y no en sentido figurado), Solomon se guarda un diamante y luego huye, cruzándose en su camino con el desalmado de Archer.
Tras enterarse de qué es lo que el hombre guarda, Archer se muestra dispuesto a seguirlo a todas partes. A su vez, Solomon busca a su hijo, a quien los miembros del FUR –presentados como demonios sangrientos– han secuestrado e incorporado a su ejército de niños despiadados. Entre Archer y Solomon aparece Maddy Bowen, periodista estadounidense llena de buenas intenciones, aunque no exista sobre la faz de la tierra una que tenga los ojos tan celestes como Jennifer Connelly. Si todos los africanos son malos, no es Maddy la única norteamericana buena. Sobre el final, un funcionario del gobierno se consagra como la voz de la razón, con una valiente, emotiva filípica en contra de todas las guerras. Sí, igualito que en la realidad.
4-DIAMANTE DE SANGRE
(Blood Diamond) EE.UU., 2006.
Dirección: Edward Zwick.
Guión: Charles Leavitt.
Fotografía: Eduardo Serra.
Intérpretes: Leonardo Di Caprio, Jennifer Connelly, Djimon Hounsou, Michael Sheen y Arnold Vosloo.
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