Sáb 24.02.2007
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CINE › ENTREVISTA A GUSTAVO SANTAOLALLA, EN LA PREVIA DE LA ENTREGA DE LOS OSCAR

“Nunca hice nada por los premios”

El músico y productor está nominado para llevarse por segunda vez la estatuilla, esta vez por Babel. Pero no se tiene fe: “No tengo la menor chance de ganar”, sostiene desde Los Angeles.

› Por Karina Micheletto

Son las seis de la tarde en Los Angeles y Gustavo Santaolalla está haciendo lo que su mito indica que debe estar haciendo: trabajar. Lo ocupa la realización de la música de una película: Things we lost on the fire (Las cosas que perdimos en el fuego), de la danesa Susanne Bier, con Benicio del Toro. Claro que en estos días ocupó su cabeza un trabajo en otra película, Babel, con el que mañana podría batir un record criollo, si gana su segundo Oscar, después del de Secreto en la montaña. “No tengo la menor chance de ganar”, se apura a decir Santaolalla, en diálogo telefónico desde Los Angeles con Página/12, antes de que se lo pregunten. Se basa en la lógica: son pocas las chances de llevarse dos años seguidos el mismo premio y sus rivales (Philip Glass, Thomas Newman, Javier Navarrete, Alexandre Desplat) fueron nominados, pero nunca ganaron antes. Claro que la humildad de Santaolalla tiene la medida del lugar que ocupa hoy el “gurú del rock latino”, “uno de los 25 latinos más influyentes del mundo”, entre otras etiquetas que supo conseguir. Así que, acto seguido, lanza el guiño: “Que yo gane no es lo que debería pasar. Pero el Oscar es tan raro, que puede pasar lo inesperado”.

Santaolalla ya vivió el glamour que Hollywood sabe volcar alrededor de la ceremonia que mañana veremos por tele y volvió para contarlo: una fiesta de Vanity Fair acá, otra de Elton John más allá, una larga charla con Steven Spielberg en el medio. En el racconto cholulo, cuenta ahora, tuvo una sola decepción: resultó que la famosa gift bag que esperaba recibir, esa bolsa que Hollywood llena con regalos por valores de muchos, muchos miles de dólares, no eran para los ganadores, sino sólo para los presentadores. “Parece que es una tradición, porque en los primeros años nadie quería ir a presentar, así que los tentaban con esos regalos. A mí me habían pasado mal el dato. Lástima. Igual me ligué una camisa y un par de anteojos”, se ríe, transformado por un ratito en un eventero a la caza del souvenir –de esos que abundan en el periodismo– sólo que a máxima escala.

Mientras palpita los apuestas para mañana, el músico-productor-compositor maneja otros proyectos. Algunos cinematográficos: Into the wild (En el interior de lo salvaje), dirigida por Sean Penn, a quien Santaolalla califica como “un gran amigo”. On the road, la biblia beat de Jack Kerouac, que dirigirá Walter Salles. Conversaciones con Francis Ford Coppola. Otros, puramente musicales: el próximo disco de Juanes, el de Bajofondo, que tendrá invitados como Gustavo Cerati, Ryota Komatsu y la fallecida Lágrima Ríos, y estará listo en breve, en cuanto se confirme la participación de un “importante colaborador”, que Santaolalla se niega a develar.

–¿Qué significa en su carrera esta segunda nominación al Oscar?

–Muchísimo. Yo nunca hice nada en mi vida por los premios, nunca dije “vamos a hacer este disco para un Grammy”, y mucho menos “vamos a hacer esta música de película, a ver si ganamos un Oscar”. Pero gracias a Dios en estos últimos años algo pasó. No sé bien qué fue, pero he conectado con las cosas que hago, primero con los discos, ahora con la música de películas. El pico fue el año pasado, con tantos reconocimientos y premios. Ahora acabo de llegar de Inglaterra, donde volví a ganar el Bafta (el premio que otorga la academia británica de cine). Y de ahí me voy al Oscar... Es fuerte. Si bien nunca hice nada por los premios, finalmente esos premios están apareciendo.

–¿Y con Babel se tenía fe?

–Sabía que la película iba a tener muchas nominaciones, no sólo en los Oscar, en general, y realmente deseaba que alguna fuera para mí. Al final estuve nominado en todo: los Globo de Oro, los Critic Choice, el Satelite Awards, que entrega un organismo de prensa internacional, el Bafta... Y ahora, de nuevo en la gran final: impresionante. Estoy muy feliz porque es una ratificación de mi laburo, desde Amores perros, pasando por 21 gramos y Diario de motocicleta, esta nominación solidifica esta nueva fase de mi carrera.

–¿Cuando dice “nueva fase” habla de un cambio con relación con su trabajo como productor?

–No, sólo lo digo porque no hace tanto tiempo que me muevo entre las películas; discos, en cambio, he hecho toda mi vida, tocando o produciendo. Yo nunca pienso en etapas que se cumplen y se cierran, más bien tengo el concepto de que hay que sumar, igual que en la vida. Con la edad uno va dejando atrás etapas, pero eso no las anula: hoy yo soy un hombre maduro, pero espero mantener todavía el niño, y también conservo cosas de muchacho... Lo que hice toda mi vida fue ir sumando. Empecé siendo un tipo que tocaba con Arco Iris, pasé a producir mis discos porque no había quién lo hiciera, después pasé a producir a otro, que fue León, y así. Me gusta ir agregando, eso es lo que me hace sentir completo. Pero, en el medio, hay cosas que para mí son completamente nuevas. Ahora con Bajofondo, por ejemplo, no es nuevo para mí tocar, pero a un nivel sí, porque fue volver a los escenarios después de años. Y lo de la música de películas sí que es nuevo ciento por ciento, lo único similar que había hecho antes fue un corto, de chico. Por eso hablo de nueva fase, pero para nada estoy pensándolo como excluyente.

–Ahora que ya vivió la ceremonia y el glamour de Hollywood, ¿qué lo entusiasma de asistir a la entrega de premios?

–¡Todo, igual que el año pasado! La gente te dice: “Vos ya estás acostumbrado”. ¡Macanas! Nunca te acostumbrás. En los Bafta me temblaron las piernas, me revolvió el estómago, me vinieron todos los nervios juntos. Y esto de los Oscar es grosso, tan gigantesco, se mueve tanta gente que trabaja en el arte de hacer cine... Cuando uno ve los créditos de una película, cae en la cuenta de la cantidad de gente que se mueve en una sola película. Acá están todos juntos, y en un nivel de excelencia total, es un momento muy fuerte. Así que, además de estar contento por la nominación, estoy tan contento como el año pasado por tener dos entradas para ir a la ceremonia.

–¿Arrancar pensando que no tiene chances de ganar le quita algo de esa alegría?

–Para nada, porque estar nominado ya es estar premiado, y no lo digo como una frase hecha. Aquí te queda el mote para el resto de tu vida: academy award nominee. De verdad estoy feliz hasta acá. Me voy a sentir premiado por estar ahí otra vez, me sentí premiado en estos días previos, que son los días hot, cuando todo el mundo te busca como nominado. Después, ganes o pierdas tenés que saber que todo sigue igual: al otro día hay que seguir laburando.

–En esta nominación se le cuestionó la inclusión del tema “Iguazú”. ¿Cuál fue el problema?

–Es un tema mío de un disco viejo, y me decían que no podía usar algo que ya fue usado antes. Es una pieza licenciada en un disco, como podés licenciar cualquier track, pero es un tema mío. En realidad, estaban buscando trabas técnicas para sacarme de carrera. Al final, me hicieron escribir una carta explicando el origen del tema y no hubo más problemas. Supongo que se habrá jugado un conflicto de intereses creados entre managers y otros compositores; en un momento me quedó claro que me querían sacar del medio. Pero al final se aclaró todo.

–Después del Oscar, los Globos de Oro, los Grammy, el Bafta y todas las demás distinciones. ¿Qué otro premio puede pedir?

–¡El Tony Award! (Se ríe, es una suerte de Oscar del teatro norteamericano.) En realidad, hablo en serio: un musical en Broadway es algo que todavía no hice nunca. Y estaría bárbaro, ¿no?

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