CINE › “YOU SHOOT”, DEL HONGKONES PANG HO-CHEUNG
› Por Horacio Bernades
YOU SHOOT
Hong Kong, 2001
Dirección: Pang Ho-Cheung.
Guión: Pang Ho-Cheung y Vincent Kok.
Intérpretes: Eric Kot, Tat Ming Cheung y Asuka Higuchi.
Equivalente hongkonesa de las películas cutre que Santiago Segura suele filmar entre amigotes, You Shoot, I Shoot (que en Argentina se estrena, abreviada pero no traducida, como You Shoot) es simpaticona, bobalicona e inocentona. Por momentos es también graciosa. Se nota que el director, Pang Ho-Cheung, escribió, entre otras novelas pulp, la que dio origen a Fulltime Killer, que ese mismo año (2001) dirigió Johnny To y en Argentina salió en video. En ambos casos, la figura del asesino a sueldo se ve caricaturizada. La diferencia es que aquí eso está llevado al extremo de la bufonada total.
Protagonizada por actores de televisión e incluyendo una inmensa lista de cameos, You Shoot es una buddy movie, protagonizada por un asesino de contrato y un asistente de utilería cinematográfica, que aspira a la silla de director. El killer se llama Bart y, a pesar de rendir adoración al estoico Alain Delon en El samurai, cuando está de entrecasa suele lucir un deshabillé, mientras la novia le pinta las uñas. Una clienta no muy reservada (habla con él de “negocios”, mientras se prueba ropa en una gran tienda) le encarga que asesine a un tipo que la usó para un VCD porno. Además de asesinarlo, el hitman deberá filmar la ejecución, único modo de que la venganza se consume del todo. Es allí que Bart conoce a Cheun, típico cinéfilo apocado, con el que formará una rendidora sociedad de arma y videocámara.
Organizada en sketches (algunos más largos, otros más cortos), daría la impresión de que lo que hizo Pang Ho-Cheung fue ir estirándolos hasta llegar al momento más divertido, la larga media hora final en la que ambos socios se ven obligados a fraguar el asesinato de una pareja, que otra pareja de killers les “sopló”. A ese punto se llega entre algunos buenos chistes (el del matrimonio que quiere contratar a Bart para asesinarse mutuamente) y otros bastante menos buenos (la marihuana que Bart y Cheun esparcen en la comida, en esa misma cena, a cuento de nada). Con música cafona, un estilo de comicidad gesticulante –que en los peores momentos parece casi de los Midachi– y un tratamiento de color que hace que varias escenas luzcan como fotografiadas a través de peceras de acrílico, es llamativo el modo en que Pang Ho-Cheung somete lo sórdido a un baño de farsa naïf. No tanto los crímenes como el maltrato que se le dispensa a una chica japonesa que trabaja en la industria del porno, y también la condena a violación que un jefe mafioso dicta a uno de sus hombres.
Eso, más el modo en que el director trata al personaje de Cheun (que parece un idiota, pero se revela como un verdadero artista), la ocurrencia de filmar ejecuciones como si fueran bautismos y el homenaje implícito al cine que entraña la idea de falsear un crimen para que sea más auténtico son algunas de las cosas que levantan una película que en otros momentos bordea la estupidez lisa y llana.
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