CINE › COMPETENCIA LATINOAMERICANA ERNESTO “CHE” GUEVARA
Dieciséis títulos del continente, entre documentales y ficciones, compiten en esta nueva sección marplatense, que tiene un premio de 50.000 dólares y en la que se destacan films argentinos y brasileños.
› Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
En su vigesimosegunda edición, la sección Latinoamericana del Festival de Mar del Plata ha pasado a ser competitiva, otorgándole al film ganador un atractivo premio de 50.000 dólares, que lleva el nombre de Ernesto “Che” Guevara. Entre films de ficción y documentales, dieciséis películas (la misma cantidad que en la Competencia Internacional) disputan ese premio. Entre ellas, varias argentinas, que han salido al ruedo por estos días y tienen al documental M y la argumental Regresados por cabeceras de flota.
La “M” es el nombre que en la época se le daba a la organización Montoneros, y M es el título de la película en la que el debutante Nicolás Prividera investiga el secuestro, desaparición y muerte de su madre, que en los años ’70 daba cursos de alfabetización en el INTA de Castelar. Decidido a develar no sólo las circunstancias que rodearon esa muerte sino también el verdadero carácter de la militancia de su madre, al presentarse ante diversos organismos de derechos humanos Prividera debe atravesar un laberinto casi kafkiano, tapizado de legajos incompletos, mejores intenciones que hechos concretos y alarmantes indicios de dejadez. Pero su obstinación termina conduciéndolo ante las puertas mismas de la verdad. Sólo ante las puertas: como el protagonista de El castillo, Prividera parecería a punto de develar incluso quién es la persona que podría haber delatado a su madre, cuando un último velo se lo impide.
Iniciando hoy a las 13 y 22, en el teatro Colón, una carrera que seguramente la paseará por los más importantes festivales internacionales, en abril próximo habrá ocasión de volver a hablar de este posible hito en la materia, cuando M se presente, fuera de competencia, en el Bafici porteño. Otro debut marplatense que seguramente traerá cola es el de Regresados, opus dos de Cristian Bernard y Flavio Nardini, realizadores de 76 89 03. Recibida entre carcajadas, hurras y ovaciones en las funciones de presentación, Regresados continúa la línea de ultracorrosiva comedia negra, abierta por la película anterior. Finalizada en digital y con un homogéneo elenco de actores desconocidos, al que refuerzan Diego Capusotto y Roberto Carnaghi, la nueva película de Nardini & Bernard parte de un festejo de 20 años de egresados para emitir, una vez más, un juicio terminante sobre la generación que anda por los cuarenta y pico.
Tres historias se entrelazan, como cuentos o cuentas de una cadena. Todas ellas, cargadas de deudas, postergaciones, sentimientos de condena, agachadas y arrepentimientos varios. Como en 76 89 03, tanta severidad se ve contrapesada por un sentido del humor que va de lo ácido a lo negro, y que se permite poner el dedo en llagas como la crueldad adolescente, el deseo reprimido, la autodestrucción, la culpa, el castigo, la deshumanización y la traición a los ideales. Algo así como una commedia alla italiana presidida por un dios despiadado, está a la vista que Regresados funciona. Así lo demuestra la exultante respuesta que el público presente le dispensó aquí en Mar del Plata.
Dirigida por el correntino Eduardo Pérez, el retrato de un grupo de trabajadores de la construcción que hace En obra podría verse como un cruce entre En construcción, de José Luis Guerín, con En el hoyo, del mexicano Juan Carlos Rulfo si no fuera porque el realizador jura no haber visto ninguna de las dos. La confianza ganada en los dos años insumidos por la preparación y rodaje le permite a Pérez compartir los trabajos y los días de sus protagonistas (incluyendo asados, cervezas, fiestas y porros) con una cámara que parecería hacerse invisible. En ese carismático grupo –si fuera una película de ficción, se impondría un premio al elenco– se destacan dos presencias atípicas. Una es la de una mujer-albañil, encantada con su trabajo. La otra, la de un músico y letrista amateur, cuyo grupo de rock and roll termina haciendo saltar chispas, en un patio de la localidad de Guernica. Hasta que cae un patrullero y los obliga a levantar todo.
Es un secreto a voces que el sábado próximo, cuando Mar del Plata anuncie su premiación, el film brasileño O ceú de Suely recibirá el que la crítica internacional entrega a la Mejor película latinoamericana 2006. Segunda película del nativo de Ceará Karim Aïnouz (realizador de la formidable Madame Satâ), O ceú de Suely demuestra no sólo la enorme versatilidad del director, sino también la de su brazo derecho, el fenomenal director de fotografía Walter Carvalho. Si Madame Satâ era tan exuberante, excesiva y paroxística como su protagonista, O ceú de Suely es un retrato pueblerino tan llano y sencillo, que más que a aquélla recuerda a ciertas películas del Nuevo Cine Argentino. Sobre todo a Ana y los otros. Hermila (la imponente Hermila Guedes) vuelve a su pueblito de Caxias do Sul con un hijo en brazos, esperando la llegada del marido, que quedó en San Pablo. Cuando se convence de que eso jamás ocurrirá y como modo de zafar de la pobreza, inspirándose en una amiga prostituta, Hermila toma una decisión sin muchos precedentes, consistente en una rifa cuyo premio es pasar una noche con ella.
Con un Carvalho que pasa de la noche eterna de Madame Satâ a los días luminosos del pueblito, de los planos cerrados de aquélla al espacio abierto de ésta y de los tonos saturados a una coloración atenuadísima, más allá de las aparentes diferencias, como Madame Satâ la segunda película de Aïnouz se centra hasta tal punto en su protagonista, que la propia forma cinematográfica parecería impuesta por ella. Con lo cual este cearaense se confirma, a los 30 años, como uno de los cineastas más fieles a lo humano, en todas sus dimensiones.
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