CINE › HOLLYWOOD LLEGA BAÑADO EN SANGRE
Una avalancha de películas de violencia extrema pone en riesgo la autorregulación de la industria.
› Por Rocio Ayuso
Desde Los Angeles
Robert Rodríguez y Quentin Tarantino se sumaron ayer, con el preestreno de Grindhouse, a una cartelera tan bañada en sangre y vísceras que Hollywood teme una regulación a tanta violencia en el cine. Lo de estos dos realizadores es pura devoción, con una carrera marcada tanto por su calidad como por su exagerada violencia. Títulos como El mariachi o Sin City, en el caso de Rodríguez, y Pulp Fiction o Kill Bill Vol. 1 y Vol. 2, para Tarantino, así lo atestiguan. Y Grindhouse no iba a ser menos.
El trabajo conjunto de los dos cineastas y amigos revive –en el legendario teatro Orpheum de Los Angeles– el sabor de los viejos programas dobles de películas de serie B, más recordadas por su violencia gratuita que por la profundidad de sus historias. Ninguno de ellos se disculpa de sus intenciones en un film donde, por ejemplo, los genitales de Tarantino se desintegran en cámara, víctima de una plaga mortal que lo convierte en un zombie en Planet Terror, el segmento de Rodríguez. O donde la bellísima pierna de Sydney Tamilia Poitier (hija del actor Sidney Poitier) sale disparada por la ventana de su automóvil en Death Proof, el segmento rodado por Tarantino.
“Grindhouse es un homenaje a las películas que amo desde hace décadas y que por lo general han pasado inadvertidas y fueron olvidadas”, comentó Tarantino en un comunicado antes del estreno. Sin embargo, el film llega en un momento en el que está lejos de pasar inadvertido, ni en Hollywood ni entre los que desde la esfera política se preocupan por la moral del medio y su impacto en los más jóvenes.
Grindhouse anuncia un festival sangriento que se distribuirá por todo Estados Unidos el próximo 6 de abril, pero que a la hora de horrorizar al espectador se encontrará con una fuerte competencia. Las vallas publicitarias de Los Angeles son testigos mudos de los calderos de sangre que Hollywood está dispuesto a volcar sobre sus espectadores en las próximas semanas. Entre ellos está The Reaping (Prueba de fe se titulará en Argentina, donde se estrena el 5 de abril), film de suspenso sobrenatural que incluye entre sus plagas demoníacas un río convertido en sangre. Además, está la brutal masacre de soldados a manos de mutantes que ofrece The Hills Have Eyes 2, el muñeco asesino de Dead Silence o la amenazante figura de Perfect Stranger (Seduciendo a un extraño, que también se conocerá en Argentina en abril). Es un desembarco ya normal en la cartelera de Estados Unidos, que en primavera y otoño se tiñe de rojo para matar el tiempo y sacar dinero, a falta de las grandes superproducciones que llegan en verano o de los estrenos con sueños de Oscar con los que concluye el año.
Pero este año las películas teñidas de rojo llegan en mayor número, y justo cuando una comisión gubernamental está preparando su primer informe desde 2000 sobre la violencia en el cine, la música y los videojuegos. Hace siete años, los llamamientos a un control gubernamental cedieron en favor de una autorregulación dentro de la industria. En esta ocasión, el nuevo informe llega en un momento más delicado, dada la proximidad de las elecciones y el florecimiento del género.
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