CINE › ENTREVISTA A VIGGO MORTENSEN, ARIADNA GIL Y AGUSTIN DIAZ YANES, LA PAREJA PROTAGONICA Y EL DIRECTOR DE LA SUPERPRODUCCION “ALATRISTE”
La versión cinematográfica de las aventuras imaginadas por el novelista español Arturo Pérez Reverte, que se estrena en Buenos Aires el próximo jueves, reúne un elenco de excepción, encabezado por el hincha más famoso de San Lorenzo de Almagro, también actor fetiche de David Cronenberg.
› Por Oscar Ranzani
Cuando el director español Agustín Díaz Yanes decidió adaptar al cine Las aventuras del capitán Alatriste, del prestigioso escritor Arturo Pérez Reverte, sabía que la apuesta significaba un riesgo y un desafío. Uno de los principales planteos a los que tenía que hacer frente era cómo lograr una superproducción con identidad propia que no fuera catalogada como “la versión europea de Hollywood”. Entonces puso manos a la obra y convocó a un nutrido grupo de actores españoles –Ariadna Gil, Eduardo Noriega, Eduard Fernández, Blanca Portillo, entre otros– y a la megaestrella estadounidense Viggo Mortensen, bajo la idea de condensar las cuatro novelas de la saga Alatriste en una sola película. “Es que no podía hacer los cuatro libros, era imposible. Los libros eran más bien para una serie de televisión que para una película. Entonces se decidió hacer la vida del capitán Alatriste como una biografía, por así decirlo”, dice en la entrevista con Página/12, en la que también participan Mortensen y Gil, quienes se encuentran en Buenos Aires presentando la película que se estrena este jueves. “Así podía tomar de cada libro lo que yo quería y no tenía que seguir la cronología de cada uno de ellos”, explica el director.
Alatriste es la película más cara en la historia de España: el presupuesto asciende a 24 millones de euros, participaron alrededor de 50 actores y centenares de extras y se utilizaron numerosas locaciones como Talamanca del Jarama, el Monasterio del Escorial, El Alamo, Cádiz, Tarifa, Sevilla, Ubeda, Baeza, Viso del Marqués y Santa Cruz de Mudela, en un rodaje que duró quince semanas. Además, convocar a una estrella como Mortensen era garantía de calidad interpretativa pero implicaba otro riesgo: el actor norteamericano habla un fluido castellano –producto de su infancia en la Argentina, donde se hizo hincha de San Lorenzo de Almagro–, pero no pronuncia un español puro como el resto de los personajes. Sin embargo, sale airoso componiendo a Diego Alatriste, un soldado del Imperio Español del siglo XVII, la época en que el Siglo de Oro florecía culturalmente con Quevedo, Góngora, Velázquez y Lope de Vega, pero cuando el imperio a la vez se hundía a través del oscurantismo de quienes tenían en sus manos el destino de la Península Ibérica. Y cuando todavía queda en las retinas de muchos cinéfilos la brillante composición de Aragorn en la saga de El señor de los anillos –trilogía que el realizador neocelandés Peter Jackson llevó al cine, basado en la obra cumbre de J. R. R. Tolkien–, Mortensen volvió a componer un personaje complejo y aventurero, pero que poco tiene que ver con aquél.
–¿Cómo encararon a sus personajes y con qué aspectos se identificaron?
–Viggo Mortensen: –Yo tenía muchas cosas en mente, pero hay algunas de las que uno no puede estar consciente, son cosas que te vienen o que ya las tenés adentro y es cuestión de encontrarlas. En lo superficial, escritos, pinturas, zonas geográficas, el idioma como se habla en ciertas partes de España. Y la práctica de ir con esas botas con tacón, ese sombrero, esa capa, esas armas (la espada colgada del cinturón), dar vueltas, caminar, correr, saltar. Es decir, un montón de cosas para encontrar una forma de parecer una persona natural que estaba cómoda con esas cosas y esa forma de hablar, de caminar y todo eso.
–Ariadna Gil (N. de la R: Compone a María de Castro, amante de Diego Alatriste): –Yo me identifiqué sobre todo en su oficio, ya que ella y yo nos dedicamos a lo mismo: somos actrices. Salvando las distancias de la época y de tantas cosas, pero en el fondo tampoco es tan distinta la vida para un actor. Lo digo en el sentido de que, de alguna manera, también en esa época como ahora puedes vivir de forma un poquito distinta al común de la gente. Para prepararte tienes muchísimas cosas, ya que puedes leer y estudiar mucho. En mi caso, empezamos a preparar mucho sobre todo la parte del teatro, donde teníamos que montar escenas en las que ella actúa, aprender a decir el verso. La verdad es que había mucho que aprender y cosas que podían enriquecer.
–¿Y usted, Mortensen, con qué se identificó de Alatriste? ¿Lo ve como una figura heroica pero cargada de ambigüedad moral?
–V. M.: –Ojalá yo fuera tan valiente y tan honesto como él. Pero lo que a lo mejor tengo un poco en común es cierto compromiso con la gente que quiero, con los amigos, aunque sean recientes, de rodaje en este caso. Yo daría todo por ellos y ellos por mí. Era obvio, y Agustín dio el ejemplo de ese comportamiento: hacer las cosas como se tienen que hacer, seriamente, llegar a tiempo, preparados. Pero después no tomárselo demasiado en serio, bromear un poco, pasarla bien porque la vida es corta y los rodajes aun más.
–¿Es más difícil llevar un personaje literario al cine?
–Agustín Díaz Yanes: –Si es un personaje literario como Alatriste, sí, porque lo han leído tres millones de personas, llevas una carga detrás. Tiene una ventaja también: que está muy bien escrito y además por Pérez Reverte. Pero con Alatriste era un poco más complicado por el exitazo que ha tenido: lo han leído chavales de catorce años, señoras y señores de setenta años, todo el mundo lo conoce. Incluso había dibujos de Alatriste en las novelas. Es decir que el asunto pesaba un poco. Pero bueno, no me pareció tan difícil como yo pensaba.
–¿Es más difícil interpretar un personaje de época que uno contemporáneo?
–A. G.: –No lo sé, depende de lo que le pase al personaje o de lo que diga. En particular, me es más fácil interpretar personajes a los que les pasan cosas fuertes o que tienen cambios antes que una cosa más cotidiana. Con lo cual en eso no interfiere mucho la época. La época te puede ayudar en el aspecto de tantas cosas de las que puedes agarrarte, y a la vez nadie sabe porque nadie estuvo ahí. Con lo cual también tienes que imaginártelo y te da mucha libertad. Pero no me lo planteo como algo determinante.
–V. M.: –Primero habría que hacerse la pregunta: ¿qué es cine de época? ¿Algo que pasó hace mil años, cien años, dos minutos, dos segundos? Depende. Hay personajes que requieren que aprendas un idioma nuevo o una forma de caminar o no poder caminar. Todos los personajes tienen sus desafíos. Todas las circunstancias de un rodaje tienen alguno. Te lo podés poner fácil y no trabajar mucho, podés ser vago en este oficio como en otro y triunfar sin aprender mucho. O si te interesa, podés aprender mucho y meterte a fondo en cualquier época. La respuesta breve es: no sé (risas).
–¿Trabajaron muy ajustados al guión o hubo espacio para el aporte personal?
–V. M.: –Había para todos. Yo veo que el Tano (por Díaz Yanes) tiene algo parecido a la forma de dirigir de David Cronenberg, otro director que me gusta mucho. La verdad es que los dos a mí me van bien. Y creo que a los otros actores también. Bueno, a ella (por Ariadna Gil) no (risas). Bueno, es cuestión de prepararse muy bien a fondo, explorar todo lo posible y cuando llega el momento de rodar, permanecer abierto. Eso incluye qué ideas te pueden traer el actor, el fotógrafo, el utilero, el director de arte. Y poder decir “sí” o “no” o “No, gracias”, “Eso me pareció muy tonto”, “No me es útil”, “Sí, gracias. Eso lo uso”. Y así es él. Y eso te lo pone mucho más fácil. Es normal, debería ser la regla general de hacer cine, pero casi nunca ves eso porque los seres humanos somos raros, y los directores son bastante raros o inseguros, los actores un poco más.
–¿Cuál fue el personaje más difícil de recrear en el rodaje?
–A. D. Y.: –Alatriste era el personaje que todo el tiempo tenía que estar. Pero los dos más difíciles son personajes históricos, que el Museo del Prado está lleno de cuadros suyos: el conde Duque de Olivares (Javier Cámara) y Quevedo (Juan Echanove). En España, incluso la gente que no lee o a la que no le gusta la cultura o que no se dedica a ella, todo el mundo ha visto al conde Duque de Olivares en el Museo del Prado. Y todo el mundo sabe cómo es Quevedo físicamente. Creo que ellos lo solventaban bastante bien.
–Viggo, ¿qué sintió, como norteamericano, al participar de una película que relata una historia tan particular de España como la del siglo XVII?
–V. M.: –Yo no pensé nunca en mi pasaporte. O en mis pasaportes, porque tengo uno danés y uno norteamericano. Pero trabajando en Alatriste pensé mucho más en mi infancia en la Argentina: el idioma, lo que había aprendido de la historia de España. Me interesa leer, me interesa la historia. Siempre es más interesante contar algo que no se ha contado mucho, bien o con profundidad como es el caso del Siglo de Oro, que fuera del mundo académico se conoce demasiado poco.
–La película no cuenta sólo la historia de Alatriste, sino también la historia de España del siglo XVII a través de Alatriste. ¿Qué estudio tuvieron, entonces, antes de dirigir y actuar?
–A. D. Y.: –Yo lo tenía más fácil porque había estudiado Historia y había estudiado ese siglo en la Facultad, porque era el “siglo estrella” de los que investigamos historia contemporánea. Además, era el siglo que más me gustaba. Bueno, no tengo la biblioteca que tiene Arturo Pérez Reverte, pero tenía una biblioteca en casa sobre el siglo XVII y me resultó más fácil que a ellos. Pero se ha convertido en un mito eso de “te tienes que preparar muy bien”. Sí, sí. Pero al final lo que queda de las películas es el espíritu. La preparación va siempre por detrás. Lo mejor de las películas es lo que no está escrito en los guiones. En esta película hay dos planos que la definen muy bien: uno de ellos es el de Ariadna Gil bajando las escaleras. El otro fue un plano que me costó mucho poder meterlo porque tuve que cambiar todo el montaje, que es cuando Viggo está en la cárcel y va a reclutar a los bravos. Es un plano que ocupa toda la pantalla con el sombrero que le cae y esa mirada. Entonces, yo creo que de las películas lo mejor es lo que no está escrito. Tanto en España como en Latinoamérica el director ocupa un protagonismo excesivo que no tiene. Lo que queda de las películas es siempre la imagen de un actor o una actriz haciendo algo que no estaba escrito en el guión.
–Teniendo en cuenta que la película aborda la decadencia de un poderoso imperio, ¿cómo definirían la mirada que tiene desde el aspecto político?
–A. D. Y.: –Yo soy muy político, pero no pensé la película como política. Inevitablemente siempre hay una comparación política porque, bueno, las decadencias de los imperios son casi todas parecidas. La de España tenía una singularidad: decayó en veinte años. Es como si ahora Estados Unidos cayera y se convirtiera en Zambia, que es un poco lo que nos pasó a los españoles. Pero no es una cosa que yo pensé para sino que salía en la película, porque era inevitable.
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