CINE › ENTREVISTA CON EL DOCUMENTALISTA ISRAELI AVI MOGRABI
“Yo filmo lo personal y lo político”
Sus películas son divertidas, radicales, desestabilizadoras y conmocionantes. Y llegó al DocBsAs/05 para presentar Venganza por uno de mis dos ojos, revelación del Festival de Cannes.
› Por Horacio Bernades
“Acabo de hablar con mi hijo, hoy estaba en casa”, dice Avi Mograbi, como quien cuenta la cosa más banal del mundo. “Acaba de salir de prisión; mañana vuelve a la cárcel.” Saúl Mograbi, 21 años, es objetor de conciencia. Se niega a cumplir con la convocatoria que en Israel le cabe a todo soldado de reserva, y el encarcelamiento es el destino cíclico para quienes lo hacen. No es Saúl el primer objetor de conciencia de su familia, ni tampoco el primero que pisa una cárcel por ese motivo. En los ‘80, en plena guerra del Líbano, su padre había iniciado esa tradición familiar. Ahora, de visita en Buenos Aires para presentar su documental más reciente, Avi Mograbi (Tel Aviv, 1956) se preocupa por difundir no sólo la situación de su hijo sino la de todos los que, como él, deben purgar en prisión el rechazo por la política oficial que su gobierno lleva adelante en relación con el pueblo palestino.
“Estuvo muy bien, se habló sobre política y sobre cine”, reseña Mograbi cuando se le pregunta por la primera exhibición local de Venganza por uno de mis dos ojos, documental que viene de estrenar en Cannes y presenta por estos días en Argentina. Cuarto opus de su autor luego de Cómo aprendí a superar mi miedo y amar a Arik Sharon (1997), Feliz cumpleaños, Sr. Mograbi (1999) y Agosto: un momento antes de la erupción (2002, todas ellas conocidas durante la edición 2002 del Bafici), Mograbi estuvo presente el domingo en la sala Lugones del Teatro San Martín, acompañando la exhibición de la película. Volverá a hacerlo hoy, cuando Venganza por uno de mis dos ojos se presente por última vez en Buenos Aires. Las exhibiciones de la película y la presencia del autor son parte de la edición 2005 del DocBsAs, que se inició la semana pasada y se extenderá hasta el 19 de octubre.
Dado que otro de los visitantes ilustres de esta edición fue su compatriota Eyal Sivan, para referirse al DocBsAs versión 2005 bien podrá hablarse en el futuro de “el año israelí”. En el caso de Mograbi (pronúnciese Mugrabí), el carácter político de sus films es aún más transparente que en el de los de Sivan. Por lo cual no le molesta en absoluto (más bien lo contrario) que la otra noche en la Lugones se haya hablado mucho sobre el conflicto palestino–israelí, tema troncal de todas sus películas y del pensamiento de alguien que se define a sí mismo como “de izquierda”. Siempre imprevisible en términos narrativos, en Venganza... Mograbi vincula dos mitos originarios de la cultura judía (el de Sansón y el suicidio colectivo en la ciudad de Masada, sitiada por los romanos en los inicios de nuestra era) con la ecuación víctimas/victimarios en el Israel actual, logrando inocular la idea de que la Historia ha terminado invirtiendo el sentido de esos mitos.
En persona, Mograbi es de estatura tan alta como sus películas, que suelen ser enormemente divertidas, radicales, desestabilizadoras y conmocionantes. Como ocurre también con ellas, al abandonar la entrevista el entrevistador no puede evitar volver a casa pensando en lo que vio y oyó: un característico efecto-Mograbi.
–¿Es posible ser disidente en Israel, negarse a cumplir con las normas del Estado?
–Aunque no lo parezca, Israel es un Estado democrático. Quiero decir, al menos en relación con los ciudadanos judíos. No es un sistema militar, por muy importante que resulte el ejército en relación con la política global. Se puede ejercer la disidencia, aunque ésta afecte –como en mi caso– a cuestiones tan esenciales como la convivencia con el pueblo árabe, y hasta la propia existencia del Estado de Israel como tal. Si usted resiste la convocatoria le corresponderá la pena de prisión, eventualmente un juicio abierto, con presencia de testigos y derecho a defensa. No por eso será una mosca blanca, un paria, un perseguido. Ese no es el caso, por supuesto, de los habitantes árabes de Israel, que no gozan de los mismosderechos que los judíos. Y ni qué hablar de los palestinos que viven en los territorios ocupados.
–Algunos de esos territorios han comenzado a “desocuparse”, como acaba de suceder con la Franja de Gaza. ¿Qué piensa de eso?
–Todavía es muy pronto para sacar conclusiones. En principio, lo que puede decirse sobre el plan de levantamiento de asentamientos en Gaza, es que en realidad no se trató de ningún plan. El primer ministro no lo presentó ante la población como parte de alguna política sino que un día, de repente, dijo: “Vamos a levantar los asentamientos”. Eso fue todo. ¿Cómo entenderlo? Otra cosa que puede observarse es que, al mismo tiempo que se levantan los asentamientos de Gaza se recolonizan otros, como es el caso de los ubicados en la Margen Occidental. Por lo cual puede tratarse de una simple maniobra publicitaria del muy hábil Ariel Sharon, destinada a engañar a la opinión pública.
–¿Cuál cree usted que es la solución al problema palestino-israelí?
–Que haya un Estado único, en el que convivan ambos pueblos. El Israel actual es un Estado judío en el que habitan palestinos. Estos no tienen los mismos derechos que los judíos. Se trata, en otras palabras, de un Estado que libra una guerra contra parte de su propia población. Este Estado debe dar lugar a otro, donde árabes y judíos tengan iguales derechos. El nombre de ese país es lo de menos.
–Sus documentales son inconfundibles, en tanto usted mismo aparece en ellos como protagonista. Además se permite introducir elementos de ficción, humor e ironía. ¿Cómo dio con esa forma?
–Sucedió mientras filmaba mi película sobre Ariel Sharon. Yo había querido revelar el monstruo oculto detrás de su máscara de político carismático, pero lo único que logré fue filmar a un tipo abierto, simpático, buen padre de familia y con mucho sentido del humor, incluso consigo mismo. Me pregunté entonces qué hacer y la solución que encontré fue inventarme un otro yo de ficción, un Avi Mograbi que había caído seducido por el carisma de este político, como forma de darle a la película otra vuelta de tuerca. De allí en más mantuve esta fórmula para mis siguientes documentales, poniéndome como protagonista, vinculando lo personal y lo político, manifestando mis dudas y cavilaciones frente a cámara.
–De allí que se lo comparara con Nanni Moretti.
–Es una comparación que me honra, aunque él introduzca elementos documentales en películas de ficción, mientras en mi caso es a la inversa.
–También cabría compararlo con Michael Moore.
–Cabe la comparación, teniendo en cuenta que los dos hacemos documentales divertidos y aparecemos en cámara. Y somos bastante gordos. Pero hay una diferencia importante: tanto en mi caso como en el de Moretti ambos funcionamos como agentes del relato, eventuales alter egos del espectador. Moore es más un guía, alguien que le indica al espectador cómo mirar y hacia adónde. Además, desde hace un tiempo estoy más delgado, con lo cual espero parecerme cada vez menos a Moore y más a Moretti.
–En Venganza por uno de mis dos ojos ya no están tan en primer plano la ficción, el humor o usted mismo.
–No lo están, y la razón es que no me quería repetir. Pero además sucedió que los temas con los que me enfrentaba (el suicidio colectivo, los atropellos a los que el ejército israelí somete a los palestinos) eran demasiado serios, demasiado trágicos, para agregarles dosis de ficción, humor o ironía. Por lo cual me pareció que había que moderar todo eso, para no caer en una suerte de pornografía estética y política.
Venganza por uno de mis dos ojos se verá por última vez hoy a las 19.30 en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, con charla posterior del público con el realizador. Más información en www.docbsas.com.ar y www.teatrosanmartin.com.ar/cine