CINE › MARCO MÜLLER, DIRECTOR DEL FESTIVAL DE VENECIA
El responsable de la célebre Mostra, cuya 64 edición se está llevando a cabo estos días, afirma que el cine está en un momento de mutación y que hay buenas señales en Hollywood.
› Por Milena Fernández
Desde Venecia *
El festival de cine más antiguo del mundo, la Mostra Internacional de Cine de Venecia, comenzó su edición número 64 matizada por la fuerte presencia de películas de Hollywood. Desde el jueves pasado y hasta el próximo fin de semana se están proyectando 57 largometrajes, 40 cortos y, por primera vez, los 23 títulos que compiten por el León de Oro son estrenos mundiales, siete de los cuales son estadounidenses. El director de la Mostra, el italiano Marco Müller (Roma, 1953), un políglota reconocido (habla desde castellano hasta mandarín, además de alemán, ruso y portugués) y ex director de los festivales de Rotterdam y Locarno, defiende su receta.
–¿Cómo hizo para presentar veintitrés estrenos mundiales en concurso?
–El 90 por ciento de las películas son estrenos mundiales porque los productores y distribuidores han comprendido que Venecia es un sitio donde se crea un ambiente especial y se pueden descubrir todas las cualidades de un film. Me impresiona Toronto porque se ven 350 films. Nosotros presentamos sesenta, porque los films verdaderamente importantes del otoño-invierno pasan por Venecia.
–¿Venecia es la puerta para los Oscar?
–También, pero sólo si los Oscar saben cambiar. Si el año próximo encontramos entre los candidatos a los Oscar films como los de Tom Hanks, Wes Anderson o Brian De Palma, entonces quiere decir que los Oscar han cambiado y que Venecia ha logrado crear en Hollywood un sentido de culpa. Entonces, ¿por qué no?
–Este es su cuarto año como director. ¿Quiso imprimir una huella personal a la Mostra?
–No creo que haber inventado nada. Simplemente he revisado la riqueza de las experiencias que pasaron por la Mostra. No he hecho otra cosa que copiar mucho de lo que mis antecesores hicieron. Sería estúpido y muy nacionalista si afirmase que no hemos copiado nada de Cannes, pues con los años los franceses crearon una fórmula muy precisa. El resultado, sobre todo en los últimos dos años que he dirigido la Mostra, es la complicidad con directores, artistas, productores, vendedores mundiales y distrubuidores internacionales. En la Mostra se trabaja con quien hace cine desde el lado del arte y con quien lo hace desde el lado de la industria. Todos han elegido Venecia como plataforma para dar visibilidad particular a unos films muy particulares. Esta es la receta que hemos reconfirmado. Es una ocasión para dar el máximo de visibilidad a películas especiales, que luego pueden comenzar una carrera en las salas y tener una vida lo más larga posible.
–¿Es cierto que éste es su último año al timón del festival?
–Eso se verá al final de la Mostra, por ahora aún nos esperan varios días de festival. Primero que nada debemos medir cuál será su impacto. Hay que alargar la vida de las películas en las salas de cine. No es importante si las películas se presentan en la Mostra o en otro festival, que son eventos que terminan por defenderse a sí mismos y no a los films. Mi intención es defender las películas.
–¿Por qué decidió presentar una retrospectiva de los spaghe-tti westerns italianos?
–No hay ninguna razón para separar lo popular de lo artístico, cuando dentro hay algo que es cine. Muchas de estas películas quedaron invisibles por dos décadas y han sido restauradas. Ha sido un cine que ha experimentado frecuentemente y, en definitiva, constituye la vena de cine político que menos ha envejecido en el cine italiano de los años ’60 y ’70.
–Usted escribió mucho sobre cine. ¿A qué se refiere cuando afirma que se ha acabado el cine lineal?
–El cine no puede dejar de transcribir la realidad. Y los buenos films se distinguen de los que no son buenos porque te indican un viaje. Las buenas películas necesitan que sea el espectador quien haga la última etapa del viaje. Es como cuando se atraviesa un río y uno debe saltar sobre las piedras. Es importante contar con alguien que te indique dónde poner los pies, pero es uno mismo quien debe hacer el último salto para llegar a la orilla opuesta.
–¿Cuál es entonces la nueva gramática cinematográfica?
–Es importante regresar a la experimentación que se permitían los westerns a la italiana, que en su época fueron acusados de estar llenos de errores de gramática. Se decía que no tenían un buen dominio de la sintaxis de Hollywood y que por lo tanto no sabían reproducirla. En realidad, fue un momento extraordinario para experimentar lingüísticamente. Demostraron que se podía hacer un cine popular no sólo con la sintaxis clásica del cine. Y muchos films de esta Mostra tienen esa misma libertad.
–¿Por qué quince estrenos de películas estadounidenses, siete de las cuales compiten por el León de Oro?
–Queremos demostrar que también en Hollywood hay muchos espacios secretos y que está surgiendo un nuevo cine, con voluntad de poner todo en discusión.
–¿Qué está pasando exactamente?
–Me siento feliz cuando veo que George Clooney hace un cine político, crítico, duro. Me parece importante que Brad Pitt sea no sólo el protagonista sino también el productor de The Assassination of Je-ssie James, cuyo director, Andrew Dominik, ha hecho anteriormente una sola película. Es importante que Pitt haya reunido decenas de millones de dólares para que Dominik pueda hacer un film con plena libertad.
–¿Ha terminado la época en que los actores sólo tenían una cara bonita?
–Sí, porque existen actores que saben que necesitan enriquecer su trabajo y que el mundo no termina en el perímetro de Los Angeles. En este sentido, se está creando un cine hecho por ciudadanos conscientes. No creo que se trate de una moda.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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