CINE › “REQUIEM”, DIRIGIDA POR EL ALEMAN HANS-CHRISTIAN SCHMIDT
Basada en un caso de exorcismo seguido de muerte que impactó a la sociedad alemana, la película cuenta con el potente aporte de Sandra Hüller, una joven actriz que demuestra largamente por qué ganó el Oso de Plata en Berlín.
› Por Luciano Monteagudo
REQUIEM
Alemania, 2006.
Dirección: Hans-Christian Schmidt.
Guión: Bernd Lange.
Fotografía: Bogumil Godfrejow.
Intérpretes: Sandra Hüller, Burghart Klaussner, Imogen Kogge, Karl Klingler, Friederike Adolph, Anna Blomeier, Nicholas Reinke.
Estreno en DVD en pantalla grande en los cines Arteplex Belgrano y Arteplex Centro únicamente.
El caso –el mismo que inspiró a El exorcismo de Emily Rose (2005), una producción de Hollywood protagonizada por Laura Linney– está extraído de la crónica diaria. En 1976, una estudiante universitaria, de buena familia cristiana, apareció muerta luego de una serie de actos de exorcismo. Sobre ese episodio, que en su momento conmocionó a la sociedad alemana, que ignoraba que ese tipo de prácticas todavía tuviera lugar, el director Hans-Christian Schmidt elaboró este Réquiem, un film grave y severo como sugiere su título, que descansa básicamente en la extraordinaria actuación de la veinteañera Sandra Hüller, una de las mejores actrices de su generación, premiada justamente con el Oso de Plata de la Berlinale por este trabajo.
A pesar de sus regulares ataques de epilepsia, Micaela (Hüller) decide inscribirse en la universidad y dejar la casa de sus padres. El salto es más grande de lo que parece, porque Micaela –una chica particularmente introvertida y sensible– ha sido criada con devoción por sus padres en el marco de una pequeña ciudad de provincia, donde se hace sentir la influencia de la parroquia local. Casi sin experiencia social, Micaela se encuentra de pronto compartiendo la vida en el campus, donde es observada con curiosidad pero sin malicia por parte de sus compañeros. De hecho, establece una fuerte amistad con la temperamental Hanna (Anna Blomeier) e inicia una relación afectuosa y sincera con Stefan (Nicholas Reinke), un estudiante de química.
Pero la aparición de nuevos ataques de epilepsia comienzan a desequilibrar emocionalmente a Micaela, que dice escuchar voces y que cree encontrar en ellas mensajes al mismo tiempo divinos e infernales, como si su cuerpo fuera un campo de batalla espiritual del que no es capaz de escapar. De nada sirve la contención de sus amigos y, mucho menos, su regreso al hogar, donde sus padres –que nunca quisieron dejarla salir al mundo– vuelcan en ella todo su confuso amor de la peor manera posible, metiendo a la Iglesia en el problema.
La intensidad del film de Schmidt –de quien el Goethe Institut y la Semana del Cine Alemán se han ocupado de difundir sus films previos: 23, Crazy y Lichter– tiene que ver, paradójicamente, con la distancia clínica que la película adopta frente al caso. Ni el director ni su guionista, Bernd Lange, se proponen juzgar y condenar a nadie: por el contrario, exponen las circunstancias sin énfasis ni subrayados (es fundamental en este sentido la ausencia de música) y respetan a sus personajes como tales, dando cuenta en todo caso de sus limitaciones, que los van arrastrando hacia un final inevitablemente trágico.
Es particularmente impactante el trabajo de Sandra Hüller, no porque sea espectacular a la manera de Hollywood, sino precisamente por lo contrario: por su mesura, por su interioridad, que vuelve a su Micaela más frágil y vulnerable. La fotografía de Bogumil Godfrejow, que utiliza el formato widescreen para hacer aún más angustiantes los claustrofóbicos ambientes donde está aprisionada la vida de Micaela, seguramente sufrirá en la versión DVD con que Réquiem se estrena en Buenos Aires.
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