CINE › “INVASORES”, CON NICOLE KIDMAN Y DANIEL CRAIG
› Por Horacio Bernades
Hay un body snatcher para cada época. En el origen de todo, una novela de ciencia ficción escrita por Jack Finney, en la que alienígenas conquistan la raza humana desde adentro, tomando posesión de los cuerpos y copiándolos de a uno. Sobre esa base, en los años ’50 el gran Don Siegel filmó –con guión del no menos notable Daniel Mainwairing– una de las grandes obras maestras del género, Invasion of the Body Snatchers, que trabajaba sobre la idea del infiltrado, en ese momento en pleno auge por obra del macartismo y la Guerra Fría. Ubicada en San Francisco a fines de los ’70, en la primera remake (realizada por Philip Kaufman) el “cuerpo” usurpado no era otro que el zeitgeist mismo de esa época y lugar, en plena transición del Flower Power y la contracultura a la era Reagan. Al hacer transcurrir la historia dentro de una base militar, la versión de Abel Ferrara ponía a su turno el acento sobre la paranoia militar de Bush (padre) & Co. Ahora llega la tercera remake, Invasores, cuya metáfora central es... ¿el virus de la gripe, el contagio, la guerra entre hombres y mujeres, la supresión del distinto? La propia película no parecería tenerlo del todo claro.
La mayor relación entre Invasores, dirigida por el alemán Olivier Hirschbiegel, y la película que lo consagró (La caída) parecería consistir en, justamente, una caída, que aquí no tiene nada de metafórica. Como manda el canon del género, la película se inicia con la incrustación de un objeto espacial (un trasbordador, en este caso) contra la Tierra, trayendo algo raro adentro. “No hay dudas, no es de esta Tierra”, dictamina rápidamente el investigador que estudia esa cosa gelatinosa, sin dar lugar a la menor ambigüedad. Como tampoco lo da la película, en su afán simplificador y su apuesta por la mera mecánica de thriller, que incluye las clásicas persecuciones automovilísticas. “Mecánica” parece la palabra clave aquí, y tal vez sea eso lo que la iguale con la no menos ‘maquínica’ La caída. Psicóloga separada y con un hijo, Nicole Kidman terminará lidiando por igual contra su ex (Jeremy Northam, perfectamente elegido) y su actual pareja (Daniel Craig, antes de abordar la próxima de Bond). Con el acento puesto en la relación madre-hijo (lo cual invierte exactamente el planteo de la versión Ferrara, donde el mal anidaba en la familia), el pequeño Oliver terminará convirtiéndose en la solución inmunitaria que el género humano necesita, frente a la pandemia clonificadora desatada por los alienígenas.
Como queda dicho, a diferencia de las versiones anteriores ésta no da la impresión de saber cuál es la carta que quiere jugar. El paralelismo que se establece en una de las últimas escenas entre estos alienígenas que proponen una sociedad perfecta a cambio de la supresión del diferente y los Estados Unidos contemporáneos, en guerra contra el fundamentalismo árabe, resulta no sólo tardío sino escasamente sustentado por la propia trama. Para no hablar de la ironía de que sea en Nicole Kidman en quien resida el último resguardo de lo humano, en contra de su mera imitación. Justamente ese rostro ceroso y tirante, esa mirada vaciada, esas aterradoras depilaciones, colagenosis y turgideces que encarnan, por el contrario, la sociedad body snatcher, a la que solemos darle el nombre de “mundo contemporáneo”.
5-INVASORES
(The Invasion, EE.UU., 2007.)
Dirección: Olivier Hirschbiegel.
Guión: Dave Kajganich, sobre novela de Jack Finney.
Fotografía: Rainer Klausmann.
Intérpretes: Nicole Kidman, Daniel Craig, Jeremy Northam, Jeffrey Wright, Veronica Cartwright y Josef Sommer.
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