Jue 18.10.2007
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CINE › “FUTURO PERFECTO”, DE MARIANO GALPERIN

Punta del Este como metáfora de un oscuro drama invernal

El director de El delantal de Lili pone en escena la melancolía de un personaje acechado por un pasado fantasmal y traumático.

› Por Horacio Bernades

Lejos de la perfección que su título indica, pero generadora de un malestar verdadero, la cuarta película de Mariano Galperín tal vez sea la más lograda de las suyas. No es que Chicos ricos (2000) y El delantal de Lili (2004) carecieran de poder de perturbación, pero en esta ocasión el realizador que debutó con esa vacuidad llamada 1000 boomerangs (1995) parece tener mucho más claro qué es lo que quiere decir y cómo decirlo. Mientras que en aquéllas Galperín daba la sensación de no saber del todo a dónde ir, si en su curso Futuro perfecto provoca un creciente desconcierto no es porque la película misma esté desconcertada, sino que es esa situación vital la que pone en escena.

Como en Nacido y criado, ese actor espléndido y múltiple que es Guillermo Pfening viaja aquí del mundo de lo cotidiano a lo negado, lo incierto, lo sordamente acechante. Al mismo tiempo que a su mujer, Daniela (Lorena Ventimiglia, la chica que en los avisos institucionales del último Bafici lloraba de emoción ante la pintura de un gato con una pipa), el Evatest le da positivo, a Gastón le anuncian que el departamento familiar en Punta del Este tiene un posible comprador. Por lo cual debe hacer las valijas y cruzar de inmediato el charco. Si a bordo del buquebús Gastón parece invadido por una súbita melancolía, producto seguramente del inesperado reencuentro con su pasado, esa sensación no hará más que acentuarse cuando pise una Punta del Este invernal. Por lo tanto, vacía, fría, ventosa. Vacío está ese monumento de otra época que es el hotel San Rafael, vacía está la playa, vacío está, sobre todo, el departamento donde Gastón habrá pasado muchas vacaciones. De la Gorlero, nada, porque no es una Punta del Este turística en la que transcurre Futuro perfecto, sino en una de la memoria. Una Punta del Este fantasmal, se diría, y no sólo en sentido figurado.

Con Daniel Melingo a cargo de una banda de sonido que está entre lo melanco y lo misterioso, los fantasmas salen al encuentro de Gastón cuando aparecen sus viejos amigos Fernando (excelente Pablo Ini) y El Tío (un Sebastián Borensztein justísimo). Que lo aborden en medio del bosque, como presencias amenazantes, es una primera indicación de que esta vez Galperín ha encontrado la mejor manera de poner en escena, con gran poder de sugerencia, aquello que quiere decir. Que la relación entre los tres bascule todo el tiempo entre la familiaridad y lo siniestro no hace más que confirmarlo. No se sabe bien qué pasa entre ellos, pero algo pasa. La combinación de recuerdos compartidos, horas muertas, tontos juegos de salón, un viaje en lancha y una peligrosa borrachera (otra vez Pfening perdiendo el control por el alcohol, como en la película de Trapero) crean un denso clima de malestar que una primera revelación ayudará a entender. El montaje, que superpone tiempos narrativos (a cargo de Nicolás Goldbart, uno de los más talentosos en la materia), anticipa que otra cosa se está narrando. Algo largamente reprimido, que recién en las instancias finales terminará de develarse. Pero allí el misterio se impone. Un misterio que el mar habrá ocultado, como vuelve a hacerlo ahora.

Hay momentos que parecerían fuera de lugar, como cuando Gastón se envuelve en una cortina, infantilizando súbitamente una densa discusión entre amigos (por más que, visto retrospectivamente, ese gesto pueda haber obedecido a una pretensión metafórica). Futuro perfecto no está libre de ecos de otras películas. Sobre todo de Una historia violenta, con Pfening yendo indefectiblemente, como Mortensen, de lo familiar a lo oscuro, lo repelido y negado. Otros ecos pueden producir diálogos más productivos, más osados e imprevistos. Tanto el trayecto que describe el protagonista como su sentido, circunstancias, ambientes, tonos y registro emparientan a la película de Galperín con buena parte del cine argentino reciente, desde El otro hasta la flamante Encarnación, pasando por Ana y los otros, la mencionada Nacido y criado, La punta del diablo y Una novia errante. Pero allí donde todas ellas no abandonan jamás el registro realista-intimista, Galperín se ha comportado de modo más anómalo, al llevarlo, de manera tan gradual como inadvertida, hasta las orillas mismas del fantástico. Orillas que el cine argentino no suele visitar, como si no se atreviera a ello.

7-FUTURO PERFECTO

Argentina, 2007.

Dirección y fotografía: Mariano Galperín.

Guión: M. Galperín y Martín Greco.

Música: Daniel Melingo.

Intérpretes: Guillermo Pfening, Pablo Ini, Sebastián Borensztein y Lorena Ventimiglia.

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