CINE › EMPIEZA EL FESTIVAL DE TESALONICA, CON PRESENCIA ARGENTINA
La muestra griega fue una de las primeras en valorar el Nuevo Cine Argentino. Se verán Encarnación (Anahí Berneri), Estrellas (Federico León y Marcos Martínez) y El asaltante (Pablo Fendrik).
› Por Luciano Monteagudo
desde Tesalonica
Ciudad puerto, la segunda en importancia después de Atenas, Tesalónica está recostada sobre las aguas serenas como un espejo del Mar Egeo, al norte del país, allí donde Grecia comienza a formar parte de los Balcanes. Hace 48 años que esta ciudad histórica –en cuya herencia se encuentran trazas de distintas culturas: helénica, romana, bizantina, otomana– alberga uno de los festivales de cine más respetados de Europa. Pero a juzgar por el promedio de edad de la mayoría de sus espectadores se diría que es uno de los más jóvenes del viejo continente. La población universitaria es la principal animadora de este festival cuyos dos centros geográficos invitan a pensar y a dejar viajar la imaginación. Por un lado, en la elegante plaza Aristotelous, está el complejo Olympion, sede de la competencia oficial y de las proyecciones especiales; y no muy lejos de allí, en un viejo muelle reciclado a nuevo, rodeado de barcos y remolcadores, se encuentran las salas de cine y de exposiciones donde se desarrolla el grueso de la muestra: las secciones paralelas, las retrospectivas, los homenajes y las exhibiciones de fotos, además de los centros de la prensa y de la industria.
En el 2001, cuando el festival era dirigido por Michel Demopoulos, Tesalónica fue uno de los primeros en prestarle atención al Nuevo Cine Argentino, con una monográfica de casi veinte films que daban cuenta de todo lo bueno que se había hecho hasta aquel momento. Hoy Demopoulos ya no está al frente del festival, pero Tesalónica le sigue prestando atención al cine argentino. Integrando el jurado oficial de la competencia internacional –dedicada exclusivamente a primeros y segundos films– aparece Lucrecia Martel, que hace seis años había presentado aquí mismo La ciénaga y ahora se tomó un descanso en la posproducción de su tercer largometraje, La mujer sin cabeza, para cumplir con la promesa de volver que le había hecho entonces al festival. Y en el apartado “Independence Days”, dedicado al cine independiente, hay un pequeño pero muy promocionado foco denominado “Nuevas voces argentinas”. Allí figura Encarnación, segundo largometraje de Anahí Berneri, que ya tuvo su estreno en Buenos Aires después de los premios que obtuvo en Toronto y San Sebastián. Y también hay dos títulos que estuvieron en el último Bafici pero que todavía esperan su lanzamiento en salas comerciales: Estrellas, de Federico León y Marcos Martínez, y El asaltante, de Pablo Fendrik. “Había siete u ocho películas excepcionales que pedían a gritos ser incluidas –escribió en el catálogo, con un entusiasmo quizás exagerado, Lefteris Adamidis, programador de esta sección–, pero no teníamos espacio para todas.”
Se entiende. “Independence Days” es quizá la sección más nutrida del festival e incluye un poco de todo, desde una puesta al día de la obra del gran director coreano Lee Chang-dong, para poner en contexto su nueva, excepcional película, Secret Sunshine, premiada en Cannes en mayo pasado, hasta una revisión exhaustiva del gran maestro japonés Mikio Naruse (1905-1969), ya conocido en Buenos Aires a través de una retrospectiva realizada tres años atrás en la Sala Leopoldo Lugones. Fiel a la tradición de la ciudad de ser un puente entre culturas muy diversas, y particularmente un punto de encuentro de Oriente y Occidente, Tesalónica también propone este año un foco sobre Yasmin Ahmad, considerada la “madrina” del nuevo cine malayo, el último grito de la moda en el voluble mundo de los festivales internacionales. Habrá que acercarse a ver de qué se trata.
Mientras tanto, dos viejos neoyorquinos hacen de las suyas en Tesalónica. Por un lado, el fotógrafo de modas y documentalista William Klein presenta una retrospectiva con sus films y una sustancial exposición fotográfica, en el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad. Y por otro, Amos Poe, legendario animador cultural y figura histórica de la vanguardia cinematográfica neoyorquina, trajo Empire II, un poema cinematográfico dedicado a Manhattan, filmado íntegramente desde la ventana de su departamento y con un protagonista excluyente: el Empire State Building, el mismo que consagraron King Kong y Andy Warhol y que ahora vuelve a ser la estrella. De tres horas de duración, inspirado tanto en el clásico film de Warhol (1965) como en la Sinfonía de una ciudad (1927), del alemán Walter Ruttmann, y rociado por poemas escritos especialmente para el film por Patti Smith, Empire II no está concebido para una sala de cine convencional sino para un espacio donde el espectador pueda entrar y salir sin culpa en cualquier momento de la proyección. En ese sentido, Tesalónica no pudo encontrar un lugar mejor para esta instalación: las ruinas de uno de sus tesoros más preciados, un impresionante Hamam (baño turco) sobreviviente del esplendor Imperio Otomano. Lo que se dice, todo un viaje, de un imperio a otro.
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