CINE › “LA DALIA NEGRA”, EL ULTIMO AJUSTE DE CUENTAS DE BRIAN DEPALMA
El crimen de una aspirante a estrella sirve como excusa para narrar el lado oscuro de las colinas de Hollywood.
› Por Luciano Monteagudo
El 15 de enero de 1947, el cadáver de una chica de 22 años llamada Elisabeth Short, integrante de ese incesante ejército de soñadoras que desde hace casi un siglo llega regularmente a Hollywood con la ilusión de convertirse en estrella, apareció en un terreno baldío de la zona sur de Los Angeles. No sólo eso: su cuerpo había sido brutalmente seccionado y eviscerado, como por un cirujano, o por un carnicero. El caso es real, nunca se resolvió (entre los sospechosos se llegó a hablar incluso de Orson Welles) y desde entonces motivó infinidad de teorías, artículos periodísticos y libros que han ayudado a forjar una de las leyendas urbanas más sangrientas de la Meca del cine.
El novelista James Ellroy –autor de Los Angeles al desnudo, fuente de inspiración de uno de los mejores film noirs de Hollywood de las últimas décadas– reconoció haberse obsesionado con el tema, por motivos personales: su madre también murió asesinada y su caso tampoco nunca fue resuelto. Como una manera de exorcizar esos fantasmas, Ellroy escribió una novela titulada La Dalia Negra, en referencia al apodo que Short se ganó en su corta existencia, por el color de su pelo y la ropa que le hacía juego. Codiciada durante años por varios directores (David Fincher, el autor de Zodíaco, estuvo entre los interesados), fue finalmente Brian DePalma quien tuvo hace un par de años la posibilidad de filmar esta historia sobre el lado oscuro de las soleadas colinas de Los Angeles.
Lo curioso del caso es que para entonces De Palma –cuya controvertida película anterior, Femme fatale (2004), había sido producida por capitales franceses– ya estaba convertido en una suerte de emigrado de Hollywood, donde cada vez más le cuesta conseguir financiación para sus proyectos si no es con la ayuda de Europa. Rodada con actores estadounidenses en estudios de Bulgaria, con escenografía del italiano Dante Ferreti (uno de los magos de Cinecittà) y fotografía del legendario Vilmos Zsigmond, La Dalia Negra de DePalma puede ser leída sin temor a error como un ajuste de cuentas del director con la ciudad que le proporcionó su identidad artística y que finalmente le dio la espalda.
A la manera de Chinatown, lo que viene a decir The Black Dahlia es que en el mito de origen de Los Angeles están los vicios del poder, la corrupción y la violencia más rampantes. Como en el film de Polanski (y también en L. A. Confidential de Curtis Hanson, sobre la novela de Ellroy), detrás de ese crimen se esconde una trama siniestra, hecha de intereses económicos, a los que no son ajenos ni la prostitución, ni la policía ni el establishment social y político. La diferencia más marcada, en todo caso, con estos antecedentes es que DePalma no elige la estilización romántica ni el realismo descarnado entre los que oscilaban aquellos films, sino que prefiere en cambio pintar un cuadro grotesco de ese mundo, tan cruel y deformado como la sonrisa monstruosa que apareció dibujada en el rostro de Short con un estilete.
Esto no quiere decir necesariamente que La Dalia Negra sea una película lograda. No se trata sólo de cuestionar su argumento, por momentos ininteligible. También lo era el de Al borde del abismo (1946), de Howard Hawks, sobre la novela de Raymond Chandler, a la que DePalma en más de una ocasión –cuando visita el estudio de las películas pornográficas– parece aludir, y que sin embargo ha quedado como una de las cumbres del cine negro de todos los tiempos. Las fallas de The Black Dahlia hay que buscarlas en todo caso en la morosa historia de amistad entre dos boxeadores (Josh Hartnett, Aaron Eckhart) que devienen en luminarias de la policía y que se ven involucrados de manera muy personal en el caso. Esa relación en el film es larga, reiterativa, inconducente, y el triángulo que forman junto a una rubia de pasado misterioso (Scarlet Johansson) finalmente va adquiriendo más peso que la intriga que los ocupa.
Si alguien va buscando una rigurosa iconografía noir también saldrá defraudado porque DePalma –que no se priva de hacer dos o tres de sus reconocidos tour de force plenos de ralentis y voluptuosos planos-secuencia– se inclina por una estética casi expresionista, sobre todo hacia el final, cuando algunos de sus actores parecen transformados en máscaras de una pantomima siniestra. (Hay una cita textual de The Man Who Laughs, que en 1928 hicieron en Hollywood dos expatriados alemanes, el director Paul Leni y el actor Conrad Veidt.)
Como siempre, el tema de fondo en DePalma es la fragilidad de las apariencias –aunque nada es lo que parece, todo está a la vista: es cuestión de aguzar la mirada–, pero debe reconocerse que en ocasiones anteriores (Blow Out, Doble de cuerpo o Vestida para matar, por citar apenas tres ejemplos) lo expresó mucho mejor.
6-LA DALIA NEGRA
The Black Dahlia,
Estados Unidos/2006
Dirección: Brian DePalma.
Guión: Josh Friedman, basado en la novela de James Ellroy.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
Música: Mark Isham.
Diseño de producción: D. Ferretti.
Intérpretes: Josh Hartnett, Scarlett Johansson, Aaron Eckhart, Hilary Swank, Mia Kirshner, Mike Starr, Fiona Shaw.
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