CINE › “DESPUES DEL CASAMIENTO”, DE SUSANNE BIER
› Por Horacio Bernades
DESPUES DEL CASAMIENTO
(After the Wedding) Dinamarca/Suecia, 2006
Dirección: Susanne Bier.
Guión: S. Bier y Anders Thomas Jensen.
Intérpretes: Mads Mikkelsen, Rolf Lassgard, Sidse Babett Knudsen, Stine Fischer Christensen y Christian Tafdrup.
Nominada al Oscar al Mejor Film Extranjero 2006, Después del casamiento confirma la predilección de la realizadora danesa Susanne Bier por lo que podría denominarse “melodrama moral”. Como en Corazones abiertos (2002) y Hermanos (2004), la señora Bier –que acaba de hacer su ingreso en Hollywood con la recién estrenada Things We Lost in the Fire– vuelve a poner espesos dilemas éticos en un marco de conflictos extremos. Con una puesta en escena estilo post-Dogma (en referencia al célebre y ya fenecido Dogma ’95), si se pone en perspectiva esta última parte de su carrera (Bier cuenta con una considerable filmografía previa), el dibujo que surge es el de una cuesta inclinada. Cuesta que, de acuerdo con las referencias, el debut hollywoodense no habría hecho más que pronunciar.
Coescribiendo el guión junto a su brazo derecho, Anders Thomas Jensen, las imágenes iniciales señalan ya esa voluntad de ir a los extremos, con un hombre blanco dándole comida a chicos de la calle, en un paupérrimo paraje de la India. El orfanato que dirige está a punto de quedarse sin una rupia y es entonces que Jacob (Mads Mikkelsen, que viene de ser el más reciente archivillano Bond, en Casino Royale) recibe el aviso de que allá en Copenhague, un poderoso empresario llamado Jörgen (el actor sueco Rolf Lassgard) parecería dispuesto a garantizar la continuidad del centro. Si tanto el protagonista como el espectador desconfían de segundas intenciones por parte del ricachón, éstas resultarán muy distintas a las que podrían presumirse. Esa vuelta de tuerca termina resultando la principal de las muchas, y violentas, pergeñadas por Bier y Jensen. Virajes en los que Helene, joven y bonita esposa de Jörgen (Sidse Babett Knudsen), tiene tanta incidencia como su hija Anna (Stine Fischer Christensen).
El primero de los volantazos tiene lugar ante la sospecha de que Jacob y Helene podrían conocerse de bastante tiempo atrás. De allí en más sobrevendrá un tumulto de paternidades ignoradas, otras fraguadas y alguna de carácter adoptivo, infidelidades matrimoniales del pasado y el presente, razones varias para el alcoholismo y la desesperación, diversas formas de manipulación y, cómo no, una rotunda enfermedad terminal. Todo ello salpimenta el dilema de conciencia del protagonista, que no deja de plantearse cuánto está dispuesto a ceder y hasta dónde a dejarse atrapar, sin que eso represente su condena moral y la abjuración de la causa a la que dedicó su vida. Como se advierte, los puntos de quiebre no sólo son extremos y demasiados, sino que varios de ellos, o todos, se corresponden exactamente con los de un culebrón. Y no es fácil combinar los motivos del culebrón con el denso planteo moral, sin que algo chirríe.
Si en Corazones abiertos las claves para que ello no ocurriera residían en la homogeneidad de tono y la relativa escasez de subtramas, Hermanos evidenciaba ya una tendencia al desajuste que alcanza aquí su punto de saturación. Ciertamente, las técnicas de filmación aprendidas en el seno del Dogma –cortes fuera de raccord, inserciones, saltos temporales y espaciales, discontinuidad– le dan a Después del casamiento una vividez, una sensación de crudeza, que compensan la evidente sobrecocción de guión. El otro punto a favor es el mismo con el que cuenta todo film danés: sus actores y actrices, dueños de una variedad de matices capaz de colocarlos, como sucede aquí en más de un pasaje, por encima de la película que los contiene.
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