Dom 02.12.2007
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CINE › GEORGE ROMERO Y EL BOOM DEL MUERTO VIVO

“Los zombies se hicieron tan populares como los vampiros”

El maestro del terror es crítico con las transformaciones del género.

› Por Jordi Costa

George A. Romero, neoyorquino de padre gallego y madre lituana, transformó la iconografía del cine de terror con La noche de los muertos vivos (1968). Y ahora reincide con el arquetipo en Diary of the dead, feroz comedia negra que disecciona la plaga zombi en tiempo real mediante cámaras digitales, teléfonos móviles y artefactos de videovigilancia: en suma, la gran pesadilla de la era de la información como virus incontenible.

–¿Le incomoda el hecho de que se lo considere el padre fundador del cine de terror norteamericano moderno?

–Cuando me lo dicen, no me lo creo. Siempre he sido un director modesto, que ha desarrollado su trabajo fuera de Hollywood y por debajo de los radares de la industria y, de repente, me quieren convertir en el Padrino. Sólo en mis últimas dos o tres películas he notado cierto dominio del arte de dirigir. John Ford hizo 250 películas y yo, de momento, he hecho tan sólo 17. O sea que aún me queda un largo camino.

–Fue precisamente la remake de uno de sus clásicos, El amanecer de los muertos (2004), de Zack Snyder, lo que impulsó la reciente recuperación del zombi en el cine de la cultura popular.

–Sí, y esa película hizo mucho más dinero que la mía, Zombi (1976). Soy muy cínico ante todo este fenómeno, porque creo que sólo tiene que ver con el dinero. Se han hecho películas como 28 días después (2002), Stephen King ha escrito una novela sobre zombies (Cell), han aparecido videojuegos como Resident evil y House of the dead; Max Brooks, el hijo de Mel Brooks, ha publicado libros como The zombie survival guide y World war Z: an oral history of the zombie war... Los zombies se hicieron tan populares como los vampiros, que llegaron a contar con su propio muñeco en Plaza Sésamo. Quizá la semana que viene introduzcan en Barrio Sésamo un muñeco zombi.

–A diferencia de los suyos, los zombies de estas nuevas películas corren a gran velocidad. ¿Cómo valora usted esas desviaciones del canon?

–En mi nueva película me río de todo eso. Mis muertos vivientes no corren, porque, si estás muerto y te pones a correr, lo más probable es que se te fracture la pierna. No creo que la velocidad los haga más terroríficos. Uno de los monstruos clásicos que me ha dado más miedo es la Momia, que, como usted sabe, se mueve con gran lentitud.

–Los protagonistas de Diary of the dead son jóvenes estudiantes de cine de Pittsburgh, a los que usted describe con poca benevolencia. ¿Han cambiado mucho las cosas desde que usted era, también, un joven aprendiz de cineasta en Pittsburgh?

–Nosotros éramos hippies. Los jóvenes de ahora son más sofisticados y controlan más los medios. Cada una de mis películas sobre muertos es el espejo de la década en que la rodé. Las cosas se van sofisticando, cambia el comportamiento general, el vocabulario...

–Su película habla de la cultura de los videoblogs y MySpace, contemplándola como una cultura del narcisismo.

–Lo es, en cierto sentido. Ahora todo el mundo piensa que no sólo tiene el derecho, sino el privilegio y el deber de comentarlo todo. Eso hace que, por ejemplo, algún lunático de Kansas City cuelgue sus sandeces en la red y tenga 100 mil personas que lo sigan. La opinión ya no se reduce a la esfera íntima, sino que se proyecta a escala global. Todo nos lleva, de nuevo, a una suerte de estructura tribal.

–Se habla en Diary of the dead de mentiras institucionales, pero también de la proliferación de mentiras que propicia la participación masiva en la red. ¿Estamos cada vez más lejos de la verdad?

–Lo primero que tenemos que preguntarnos es: ¿qué es lo que hace válida una opinión? Es fácil mentir y que mucha gente te siga. Normalmente, en la red uno predica a los conversos. No creo que la mayoría esté capacitada para manejar tanta información. El público quiere saber si algo es blanco o negro, no suele ser receptivo a los matices y, por eso, tiende a seguir a cualquiera. La CNN lo fomenta: si hay una inundación, invita a los espectadores a que salgan con sus cámaras domésticas como reporteros. La gente se obsesiona y quiere formar parte de ello. No es malo, pero sí puede ser peligroso.

–Su película llega a cuestionarse la pertinencia de que la humanidad sobreviva. ¿Ha evolucionado usted hacia el nihilismo?

–No soy pesimista, pero sí creo que es una pregunta a formular. Con Bush, la guerra, las decepciones y las mentiras vivimos tiempos muy duros. No hemos aprendido nada.

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