CINE › ENTREVISTA A SANDRA GUGLIOTTA
Cinco años después de Un día de suerte, la cineasta habla de su nuevo largometraje, Las vidas posibles, una ficción que se desarrolla alrededor de un extraño encuentro en el sur argentino.
› Por Oscar Ranzani
Después de un impasse de cinco años, Sandra Gugliotta, que se asomó al universo del cine argentino con su largometraje Un día de suerte, volvió a la escena cinematográfica con Las vidas posibles, ficción que define como “un thriller romántico” y que está interpretada por un elenco encabezado por Ana Celentano y Germán Palacios. La película contó con la participación de Natalia Oreiro casi de casualidad, ya que la actriz se ofreció a interpretar un personaje.
Las vidas posibles, que se estrena este jueves, tiene como protagonistas a Carla (Ana Celentano) y Luciano (Germán Palacios), una pareja que disfruta de la vida, al menos en apariencia. Luciano es geólogo y, como tantas otras veces, parte al sur por motivos de trabajo. Pero no regresa. Cuando pasan los días, Carla no sabe nada de su marido y el misterio potencia su preocupación que va creciendo cada vez más. Decide rastrearlo por el último pueblo en el que estuvo. Al llegar, se encuentra con Luis (Germán Palacios), un hombre casado que trabaja en una inmobiliaria, y que vive allí desde hace seis años. Carla queda fascinada, ya que Luis es físicamente igual que Luciano. A partir de entonces, la película inicia una búsqueda de resolución del misterio: ¿es el mismo hombre o es otro? ¿Hay una doble vida?
Gugliotta señala que Las vidas posibles nació “como un cuento completo sin mucha explicación”. Su primera versión data de 2003 y no tenía nada que ver con lo que había hecho hasta ese momento. “Sí tenía que ver con materiales, historias y cuentos que me gustaban desde hacía mucho tiempo. –subraya Gugliotta–. En ese momento, me dio cierta extrañeza a mí misma abordar ese tema. Y, en realidad, lo pensé bastante antes de lanzarme a hacerlo porque una película lleva muchísimo tiempo de trabajo y varias veces confronté si verdaderamente yo sentía que era capaz de abordar un tema así.”
–¿Qué se modificó durante el rodaje de lo escrito por usted?
–El espíritu del guión está en la película. El guión estaba más bien escrito como una novela, con muchas sensaciones o reflexiones. Transmitía una atmósfera, un clima. Eso está en la película. Están los giros de tensión, de suspenso o narrativos que formaban parte del guión y está esa atmósfera existencial que también existía.
–¿Se podría decir que es una película de suspenso con un misterio afectivo?
–Me encanta esa definición. Es como un thriller romántico.
–El suspenso parece sostenerse en una pregunta: ¿el otro hombre es parecido a su marido o se trata de la misma persona que convivía con ella?
–En ese aspecto la pregunta tiene dos intrigas. Una si es o no es. Y otra, si es, por qué finge no reconocerla. Pero la película no pasa por el policial, sino por otro lado. En ese aspecto esta historia fue para mí un trabajo muy difícil. Y por lo riesgoso me sigue resultando muy atractivo.
–Carla pretende vivir con el “otro hombre” su vida anterior y volver el tiempo atrás...
–Sí, absolutamente. Para ella o para cualquiera que está enamorado, ante la pérdida o supuesta pérdida de la persona amada, lo único que uno quiere es retenerla. Por eso, me parece como uno de los temas la repetición. Muchas veces repetimos con otras caras y otros cuerpos los esquemas de personas de las cuales nos enamoramos. Es decir, como si fuera siempre la misma pero que va adquiriendo otras caras y otros cuerpos.
–¿La clave de la película está en el encuentro antes que en la búsqueda?
–La escena clave de la película siempre fue la del encuentro entre los dos. Pero creo que la clave no está ni en el encuentro ni en la búsqueda. Está en una reinvención permanente del deseo.
–¿De dónde surge su interés por los silencios expresivos, tan importantes en el film?
–La película necesitaba ser contada de un modo muy particular, porque siempre había que jugar en el borde de lo dicho y lo no dicho. Decir demasiado era como ser obvio y decir poco era como esconder cosas. Tratamos de que quedara una película donde se dijera lo necesario, pero el resto se completa con la sugerencia actoral, con lo corporal de la actuación.
–¿Considera que Carla es una heroína?
–En términos dramáticos es una heroína. Puede atravesar un drama en términos clásicos, llevar adelante una historia, atravesar dificultades y tener un final donde encuentra una verdad que es lo que le sucede al personaje. Me parece que, en términos narrativos clásicos, lo es.
–¿Cómo funciona el lugar elegido en la historia? ¿Por qué el sur?
–El sur es un lugar que conozco hace mucho porque mi familia vive en El Calafate desde hace más de dieciséis años. O sea, que lo vi crecer y transformarse. El sur, El Calafate en especial, produce una sensación muy particular espiritualmente. Hay como una particularidad atmosférica en el paisaje, sobre todo en determinadas épocas del año... está lo que se llama “el mal del sur”, que es una cierta melancolía o tristeza. Y además, una asfixia porque parece que el cielo está muy bajo. La gran extensión de paisaje vacío, sin nadie, genera una sensación que el turista común llama “inmensidad”. Pero produce una sensación muy particular que era el marco para el cuento. Esta película tiene que ver con esos espacios abiertos. Hay algo en nuestra identidad que tiene que ver con reinventarse, y lo encontrás en El Calafate, Ushuaia, ciertas regiones alrededor de Bariloche.
–Hay palabras como esperanza, dolor, sueños, ambigüedad de la realidad, que definen la esencia de Las vidas posibles. ¿Lo considera un film poético?
–A veces hay un uso peyorativo de la palabra poético, como de la expresión cine de mujeres, como si lo desvalorizara. Con lo cual un cine poético parece como un lugar un poco vulgar. Pero no creo ser la única persona que escriba poesías y las guarde en un cajón. Me parece que la poesía tiene que ver con estados y maneras de transmitir sensaciones que por ahí otro tipo de narrativa no tiene. La poesía es por ahí una herramienta para transmitir algo no realista, algo que tiene que ver con la ambigüedad y con un juego semántico de las palabras que, por ahí, la prosa no te lo permite. En ese sentido, sí adheriría a decir la palabra poético asociada con la película.
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