CINE › ALAIN BéGRAMIAN, DEL CENTRE NATIONAL DE LA CINéMATOGRAPHIE
El consejero de la Dirección de Asuntos Europeos e Internacionales explica de qué modo trabajan en Francia para tratar de equilibrar fuerzas con los tanques de Hollywood. Hay un esquema impositivo y un sistema de subsidios para apoyar “cinematografías diferentes”.
› Por Eduardo Fabregat
desde París
“En Francia preferimos no imponer sino incitar, y eso nos ha dado buenos resultados.” La frase de Alain Bégramian, consejero de la Dirección de Asuntos Europeos e Internacionales del Centre National de la Cinématographie (CNC), da una buena pista sobre la opinión acerca del sistema de “cuota de pantalla” en Francia. Y vale la pena prestar atención a esa opinión teniendo en cuenta la fortaleza del cine galo, que en estos días vive momentos de festejo por el Oscar a Marion Cotillard por La vie en rose. Más allá de esa clase de triunfos glamorosos, el cine francés puede darse el lujo de hacerles lugar a los tanques de Hollywood –que, de todos modos, entrarán por la fuerza en las salas– sin negarles la entrada a la producción propia, al cine europeo y a rarezas como el cine argentino, latinoamericano y de otros países con menos poder de negociación. “En vez de intentar obligar a las salas a una cuota de películas nacionales, llevamos adelante un sistema con ayudas que algunas son automáticas y otras selectivas, subsidiando salas que llamamos de Arte y Ensayo y que programan cine de calidad, cinematografías diferentes.”
De todos modos, Bégramian, llegado a la función pública desde el periodismo (hace tres décadas dirigió la revista Lumière), no cae en el exceso de lirismo: acepta que pensar las medidas en un país que dispone de 5364 pantallas –1058 de las cuales son de Arte y Ensayo–, donde “hay lugar para todo tipo de cine”, supone algunas diferencias con la realidad argentina. Pero en todo caso se trata de un tema de escala y de mejor administración de los recursos. “Para explicar el sistema de ayudas necesitaría un par de días”, dice Bégramian en un encuentro con periodistas argentinos. “Resumiendo, CNC dispone de un presupuesto de alrededor de 500 millones de euros, un dinero que proviene de dos impuestos: uno sobre las entradas de todas las pantallas, del 11 por ciento, y otro más importante sobre el volumen de negocios de la televisión, del 5 por ciento, que es el que da más dinero. Ahora se implementó otro impuesto sobre la recaudación del video, y estamos discutiendo otro que contemple el uso del cine en sistemas de teléfonos y computadoras.”
Con ese esquema impositivo, el CNC consigue financiar buena parte del cine francés con el “avance sobre ingreso” (“La mayoría de las 140, 150 películas anuales que se producen en Francia cuentan con nuestro aporte”, señala) y estimular la distribución y exportación a través de un organismo llamado Unifrance, que lleva a cabo una intensa actividad de venta de películas francesas a festivales de todo el mundo. Un sistema que produce ingresos correspondientes a los 180 millones de espectadores anuales de Francia, cifra que se mantuvo estable en los últimos años, a pesar del avance de nuevas tecnologías, la penetración del DVD y el fenómeno de la piratería, que a menudo pone en las calles películas recién estrenadas.
–¿Por qué sucede esto? ¿Tiene que ver con un especial gusto cinéfilo del espectador francés, que conserva el rito de ver cine en la sala?
–Yo creo que sí, pero también tiene que ver con una decisión que se tomó hace veinte años, cuando descubrimos que muchos jóvenes nunca habían visto cine en una sala. Fue entonces cuando se decidió incluir el estudio del cine en todos los niveles escolares, desde la primaria hasta el fin de la universidad, como las bellas artes o la música: eso nos permitió formar toda una nueva generación de nuevos espectadores, pero también nuevos profesionales del cine, nuevos directores, nuevos operadores de salas que programan un cine diverso, de acuerdo con un gusto cultivado en la educación. Eso también ayuda al equilibrio con el cine americano, a que en los complejos nunca haya un film grande de Hollywood en más de dos o tres salas.
–¿Cuál es la proporción actual de cine extranjero y francés en las pantallas?
–La parte francesa del mercado es de alrededor del 30 por ciento, hay un 10 por ciento o 12 por ciento de cine europeo y entre un 50 y 60 por ciento de cine americano. Hace diez años el porcentaje de películas de Estados Unidos era más importante, y el cine francés no llegaba al 20 por ciento. Pero repito, no tuvimos que imponer una cuota de pantalla, sino un sistema de incitación y una política de educación que terminó dando resultado.
–Antes de empezar el encuentro comentó que hubo un acuerdo de coproducción con Argentina que no ha avanzado demasiado. ¿Por qué?
–Junto al Ministerio de Asuntos Extranjeros implementamos el Fondo Sur y un acuerdo que luego tuvimos que reformar: el plan inicial indicaba que la parte minoritaria debía aportar como mínimo el 30 por ciento de la producción, y resultaba muy caro para los productores argentinos. A pedido de la Argentina, hicimos una reforma para bajar ese mínimo al 10 por ciento, pero aún estamos estancados, no ha pasado nada más. No digo esto en contra del cine argentino, que me parece de muy buena calidad: recuerdo especialmente La ciénaga, de Lucrecia Martel, y Los muertos, de Lisandro Alonso. Es sólo un problema de producción.
–Más como amante del cine que como funcionario del CNC, ¿cuál es su visión de la actualidad de un cine con tanta historia y potencia como el francés?
–Yo creo que la calidad global de cine, francés y extranjero, cambió mucho por el desarrollo de los medios y la televisión. Hay muchas personas que no quieren hacer tal o cual película porque después no la van a poder vender para pasar en el prime time. En los años ’60 y ’70 había corrientes críticas en Francia que reflexionaban profundamente sobre la imagen en el cine, corrientes que hoy ya no existen. Hay individuos, sí, pero no una corriente. Quizás ésa es la razón por la que el cine más interesante en estos días proviene de países como Argentina, un cine que descubre nuevas realidades, que se expresa de manera muy fuerte, diferente. La mayoría de las películas que vemos hoy las podemos leer: a mí me sigue pareciendo más interesante el cine que se expresa por medio de la imagen y el montaje.
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