CINE › “SIN LUGAR PARA LOS DéBILES”, DE LOS HERMANOS JOEL Y ETHAN COEN
La ganadora del premio Oscar a la Mejor Película devuelve al dúo de cineastas de Simplemente sangre a su mejor forma, con una historia atestada de traficantes y persecuciones.
› Por Luciano Monteagudo
El Oscar no tiene nada que ver, es apenas una contingencia. Pero no hay duda: se trata de la mejor película de los Coen en años, quizá desde Fargo, una década atrás. Basada fielmente en la penúltima novela de la nueva estrella de la literatura estadounidense, Cormac McCarthy, Sin lugar para los débiles –la primera adaptación de los Coen, acostumbrados a escribir guiones originales– recupera un poco el espíritu de Simplemente sangre (1984), la notable ópera prima de Joel y Ethan: un thriller bien negro, ambientado en una escenografía que responde al western (las áridas planicies de Texas) y con unos giros del destino que parecen dictados por una tragedia griega.
Corren los primeros años ’80. Un ex veterano de Vietnam, Llewelyn Moss (Josh Brolin), está de caza mayor en el desierto texano, no muy lejos de su trailer, cuando descubre los restos mortales de una salvaje balacera entre traficantes de drogas mexicanos. Lo curioso es que parecen haberse matado todos entre ellos y nadie, salvo Moss, está en condiciones de llevarse un pesado maletín con dos millones de dólares en efectivo. Claro, detrás de ese botín se pondrá en marcha toda una maquinaria para recuperarlo, que incluye no sólo carteles rivales de la droga, sino muy especialmente a un killer brutal y solitario (Javier Bardem), como si el Robert Mitchum de La noche del cazador persiguiera al Walter Matthau de El hombre que burló a la mafia, dos grandes películas, muy distintas entre sí, pero que ayudan a hacerse una idea del universo de los Coen.
Que el narrador de esta historia extraña, con permanentes cambios de tono y vueltas de tuerca, sea el sheriff del condado (Tommy Lee Jones) le da al relato cierto tono entre épico y melancólico, como si el film se estuviera refiriendo a una época ya lejana, cuando Hollywood todavía era capaz de animarse a hacerles un lugar a estos personajes fuera de norma. Ese sheriff –que funciona como el eje moral de la película– ha visto mucho en su vida, pero al mismo tiempo no está preparado para aceptar los nuevos tiempos, donde ya no existen los códigos entre los delincuentes que él estaba acostumbrado a respetar. Tampoco entiende el inédito grado de violencia, la escalada de sangre que se avecina, como si nunca hubiera sabido qué es lo que hacían sus compatriotas allá lejos en Vietnam. El mundo se ha convertido en un lugar raro, incomprensible, tanto como esos sueños que lo angustian y que narra al final de la película, como si allí se encontrara quizás alguna clave, el secreto orden de la realidad que no alcanza a comprender en sus horas de vigilia.
Con una puesta en escena precisa, clásica y funcional, resuelta muchas veces con grandes planos generales, la nueva película de los Coen transmite el nihilismo habitual en su cine, pero lo hace de una manera más sutil, más inteligente que en sus films anteriores. Aquí no hay lugar para los delirios psicóticos del guionista de Barton Fink ni para el humor por momentos un poco grueso que empaña ciertos tramos aun de las mejores películas del dúo. En No Country for Old Men (el título original se refiere a la inadecuación del sheriff) apenas si asoma algún personaje ridículo, como la quejosa suegra de Moss, casi la única nota en falso de una partitura por lo demás siempre sobria y rigurosa, donde cada plano parece ser no solamente necesario sino un imperativo categórico. Los escasos diálogos –como lo reconocieron los Coen en la entrevista publicada en Página/12– provienen directamente de la novela. Y de la gravedad y la justeza con que están enunciados por un elenco impecable (en el que también se luce Woody Harrelson como otro cazafortunas detrás de la pista de los dólares) se desprende su humor acre, triste y desencantado. Porque a los Coen no les importa quién se va a quedar finalmente con la plata, sino qué son capaces de hacer los hombres por hacerla suya.
8-SIN LUGAR PARA LOS DEBILES
(No Country for Old Men, Estados Unidos/2007).
Dirección y guión: Joel y Ethan Coen, basado en la novela de Cormac McCarthy.
Fotografía: Roger Deakins.
Música: Carter Burwell.
Montaje: Joel y Ethan Coen.
Intérpretes: Tommy Lee Jones, Javier Bardem, Josh Brolin, Woody Harrelson, Tess Harper y Kelly Macdonald.
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