PLASTICA › RETROSPECTIVA DE VIK MUNIZ EN EL MUSEO DE ARTE DE SAN PABLO (MASP)
La obra de este consagrado artista brasileño consiste en una precisa disposición y puesta en escena de materiales insólitos y heterogéneos, que en conjunto componen o citan imágenes reconocibles, luego fotografiadas y exhibidas.
› Por Fabián Lebenglik
Desde San Pablo
Vik Muniz es un artista brasileño consagrado, nacido en 1961 en esta ciudad, que desde hace 25 años reside en Nueva York. A fines de abril inauguró en el imponente Museo de Arte de San Pablo (MASP), ubicado en el centro neurálgico de la ciudad, en plena Avenida Paulista, una exposición antológica curada por él mismo, con 131 obras, que está resultando un fenómeno masivo, porque llega de ser exhibida en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, donde fue visitada por cincuenta mil personas.
Según intenta explicar Muniz: “Busco hacer un trabajo que agrade a una niña como mi hija y a un graduado de Harvard. Mi intención inicial es conseguir una reacción física del espectador, atraerlo, cautivarlo. A partir del momento en que lo consigo, puedo comunicar la información que quiero transmitir. Mi sueño es cambiar la forma elitista en que se ha encarado el arte. No creo en la separación entre lo popular y lo inteligente, como si fuesen cosas antagónicas”.
El artista presenta fotografías, pero cada fotografía es el resultado de un complejo trabajo previo de montajes “teatrales” e instalaciones, muchas veces de proporciones gigantescas, de los cuales la fotografía pasa a ser tanto un registro documental del resultado de aquella puesta en escena y, al mismo tiempo, la foto final es una pieza autónoma. En su obra, tanto los materiales (chocolate, basura, alimentos, juguetes, hilo, papel picado, polvo, diamantes, alambre, entre muchos otros) como la precisa disposición de los objetos en el espacio le permiten presentar piezas que constituyen enormes sistemas en los que cada pieza encaja con otras hasta ofrecer un resultado final que el espectador recompone visualmente. Así, el artista reconstruye la imagen de un cuadro de la historia de arte, como las cárceles de Piranesi, con hilos y alfileres. Evoca una warholiana Elizabeth Taylor, hecha con diamantes; o la Mona Lisa, con mermelada. Su obra, al mismo tiempo, resulta una suerte de pedagogía de la historia del arte porque la cita o relectura explícita de obras célebres, así como la evocación de estilos y tendencias de la historia del arte, forman parte de su poética.
Vik Muniz (Vicente José de Oliveira Muniz) nació y creció en San Pablo. Hijo de un mozo de bar y una telefonista, comenzó a estudiar arte y publicidad en su ciudad natal. Llegó a Estados Unidos como consecuencia de un accidente. Al intentar defender a un hombre que estaba siendo atacado en la calle, recibió un balazo en la pierna. Como recompensa, el hombre le dio una cantidad de dinero que le sirvió para viajar primero a Chicago y luego a Nueva York, donde reside desde comienzos de los años ochenta.
Muniz comenzó dedicándose a la escultura, pero en el proceso artístico, cuando fotografiaba sus trabajos con el propósito de documentarlos, se dio cuenta de que a causa de la elección del punto del vista y demás cuestiones técnicas relacionadas con la iluminación, la fotografía le resultaba artísticamente mejor. Por eso decidió unir ambos aspectos y sumar el dibujo, la pintura y el collage.
Entre diciembre de 2008 y febrero de 2009, Vik Muniz fue el noveno artista en participar del ciclo “Artist’s Choice” del MoMA de Nueva York. El ciclo consiste en que el Museo le ofrece a un artista internacional que seleccione obras de la colección del Museo alrededor de una tesis del propio artista. En esa curaduría, Muniz eligió 80 piezas del patrimonio (Duchamp, Baldessari, Matta-Clark, Picasso, etc.) para componer una suerte de juego de ingenio. El brasileño proponía al espectador despojar las piezas elegidas de su contexto y clasificación, para establecer nuevas relaciones y conexiones a partir de otros parámetros (forma, color, etc.). La selección formaba un mapa que guiaba al visitante hacia cada una de las obras. Esta suerte de recorrido interno dentro de la historia del arte tiene mucho que ver con el propio juego de Muniz en su propio trabajo. De modo que lo que aquí se rescata es una mirada, un sistema de relaciones, un punto de vista.
En Vik Muniz la relación entre material e imagen no es caprichosa. En una serie de retratos hechos con basura, el artista cuenta que se trata de personas que viven y trabajan en Jardim Gramacho, uno de los mayores basurales urbanos del mundo, en la región metropolitana de Río de Janeiro. Muniz quedó impactado por las condiciones inhumanas de estas personas y les ofreció hacer un retrato de cada uno, con los mismos materiales de la basura que ellos reciclan y manipulan. Así realizó los enormes retratos que luego fotografió.
En las fotografías de la serie “Equivalentes” (1993), Muniz se basó en la serie del fotógrafo norteamericano Alfred Stieglitz, que entre 1925 y 1931 tomó imágenes de nubes, relacionándolas con sus propios estados de ánimo. Así, Muniz toma pedazos de algodón, los fotografía y establece sus propias equivalencias.
En otro conjunto de obras, Muniz utiliza hilos, para evocar obras de, entre otros, Corot y Richter. Según la densidad de hilos, el artista logra más o menos profundidad.
En 2001 contrató aviones para hacerlos dibujar nubes artificiales en los cielos límpidos de Manhattan, San Diego, Miami o Arkansas. En las fotos que documentan aquellas performances se ven dibujos de nubes en el cielo, muy desconcertantes, porque la materia vaporosa de la que están hechas luce como una nube, pero al mismo la relativa torpeza del “dibujo” hecho por un avión, genera extrañeza.
En otra serie de obras, Muniz ofrece retratos de niños hechos en azúcar, que se corresponden con los niños que el artista conoció en el Caribe (St. Kitts) y que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar.
En “Mónadas”, Muniz toma como punto de partida la obra de los fotógrafos norteamericanos Arthur Mole y John D. Thomas, que hacían fotos con los soldados reclutados en masa para la Primera Guerra Mundial. Hacían formar de tal modo a los reclutas que lograban hacer imágenes alegóricas, como la Estatua de la Libertad, por ejemplo. En su serie, Muniz utiliza centenares de soldaditos de juguete para evocar imágenes relacionadas con el reclutamiento de niños para la guerra, en Namibia, Costa de Marfil e Irak.
Recientemente hizo un retrato de Vladimir Putin en caviar, para una edición aniversario de la revista Esquire.
Esta exposición ya fue exhibida en el PS1 Contemporary Art Center-MoMA, de Nueva York; el Museo de Bellas Artes de Miami, también en Canadá y México. Para la muestra paulista se agregaron veinte trabajos, entre los que se cuentan tres trípticos monumentales.
Las fotos aquí exhibidas van desde los 23 x 33 cm hasta los 3 metros x 1,80. Las obras van de lo poético a lo deportivo, de lo sutil a lo virtuoso, del pequeño trabajo a la empresa monumental y en todas está presente el aspecto lúdico; el cuestionamiento de la lógica (de los materiales, la escala, la realización, la interpretación, etc.) y a la función usualmente dada de los materiales. Los diamantes pasan a ser piezas de un rompecabezas, los comestibles se transforma en funcionales, la basura en materia prima del arte.
La exposición se completa con tres videos en los que se registra el proceso creativo y de construcción de algunas obras.
Vik Muniz expuso en las principales galerías, bienales, museos y fundaciones del mundo y su obra forma parte de las colecciones de la Tate Modern y el Victoria & Albert Museum, de Londres; el Museo Guggenheim y el Metropolitan Museum, de Nueva York, entre otras.
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