PLASTICA › LA EXPOSICIóN DE EDUARDO STUPíA EN BRASIL
La muestra del gran artista argentino en San Pablo, donde exhibe trabajos recientes y una antología de obra anterior, sirve como notable introducción para el público brasileño.
› Por Fabián Lebenglik
Desde San Pablo
En los últimos años, la obra de Eduardo Stupía está logrando una cantidad y calidad de reconocimientos y exposiciones nacionales e internacionales de carácter extraordinario, lo cual a su vez consigue dar a conocer su obra en circuitos y públicos cada vez más amplios: en un lapso relativamente breve, el artista obtuvo el Primer Premio de Dibujo en el Salón Municipal del Museo Sívori, el Premio Leonardo al Artista del Año otorgado por el Museo Nacional de Bellas Artes, el Premio Konex y el Gran Premio del Salón Nacional de Artes Plásticas.
Además de una activa serie de exposiciones en galerías –últimamente en la de Jorge Mara, que incluye una agenda internacional–, en 2005 presentó una muestra en el Museo de Bellas Artes de Bahía Blanca, una retrospectiva consagratoria en el Centro Cultural Recoleta y pasado mañana inaugura una exhibición antológica en el Museo Caraffa, de Córdoba.
También se produjo su despegue internacional, con la participación en importantes muestras individuales, grupales y colectivas en Europa y Estados Unidos. Entre ellas, Traversées du Paysage, una muestra individual en la galería de Arte Contemporáneo del Hotel de Ville, en Besançon, Francia, y su participación en la gran muestra Perspectives in Latin American Art, 1930-2006, en el MoMA, al mismo tiempo que su obra fue adquirida para las colecciones del prestigioso museo neoyorquino.
En febrero pasado, la galería Jorge Mara presentó una contundente serie de trabajos de Stupía en la Feria Arco de Madrid y, hacia fin de año, artista y galerista presentarán una gran exposición de obra nueva, que ocupará dos de las salas del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).
A este impresionante calendario se suma una muestra de obra nueva (y que incluye una breve antología de obra anterior en otra sala) que acaba de ser inaugurada en la Dan Galería de San Pablo, ciudad –y país– en que el artista presenta su trabajo por primera vez.
Lo primero que impacta es la potencia gestual de la obra de Stupía, como parte del cambio de intensidad (aunque no de densidad) que introdujo en su obra últimamente. Y es un cambio muy arriesgado y doblemente valioso, tanto por la compleja belleza de sus trabajos como por el salto estético que lo encuentra en medio de un período consagratorio, cuando otros podrían haberse conformado con repetir obra no solamente “probada”, sino que comienza a formar parte del canon artístico a través del reconocimiento institucional e internacional. Pero la obra de Stupía siempre está cuestionando los lugares fijos y los sentidos unívocos: su trabajo se resiste a la canonización porque se desarrolla cada vez más en una dinámica de continuos (des)ajustes y nuevos (des)equilibrios.
La muestra paulista, con dibujos de mediano y gran formato, genera una atracción inmediata en el visitante y al mismo tiempo una sensación inquietante, por la superposición de lógicas y concepciones compositivas que conviven en cada obra, de acuerdo con el tipo de materiales que utiliza, y también con la ampliación del campo del dibujo hacia la gráfica, en una expansión visualmente muy productiva. Son obras que exceden cada uno de los sistemas en los que se intente colocarla, pero cuyo punto de partida y matriz es la concepción dibujística.
Las zonas de tensión que presenta cada trabajo atrapan al ojo inmediatamente porque resultan paradójicas y establecen relaciones sorprendentes entre distintas formas y tratamientos de la imagen.
Es una obra que contrasta notablemente con la anterior y para eso la segunda sala de la galería exhibe una serie de tintas (como el conjunto de nocturnos de 2003) que sirven como escena para concatenar con la obra nueva.
El componente impulsivo y gestual de la obra reciente actúa por irrupción y emerge con energía en el panorama de los trabajos previos del artista, junto con otra novedad: el color.
Pero nada de lo nuevo en Stupía se vuelve sistemático ni previsible. La marca de esta obra es su imprevisibilidad junto con una dinámica de tensiones que establecen campos de fuerza y múltiples focos de atención. Es una obra que no se cierra en sí misma, lúcidamente precaria, si se la compara con la relativa homogeneidad de la obra anterior.
En los trabajos aquí exhibidos el ojo busca zonas, recorre trazos, pone distintas zonas de cada trabajo en foco, ve o imagina escenas –en este punto, a través de los años, la obra de Stupía siempre resultó muy inspiradora–, pero nunca logra un anclaje definitivo, nunca termina de hacer pie. Especialmente con estos colores que irrumpen al mismo tiempo con elegancia y violencia. Siempre hay un resto por descifrar, siempre hay una reserva incomprensible. Hay un movimiento exponencial en la variación, la irrupción de lo nuevo y la incorporación de componentes heterogéneos. Y esa inestabilidad se vuelve ahora imperiosa, para afectar la mecánica de realización de cada trabajo y consecuentemente la óptica.
“Optica”, “mecánica”... casi como si la práctica artística fuera una cuestión física, una fuente de autonomía que contiene su propia poética (sumada a la experiencia y sabiduría del artista).
La exposición, que sigue hasta el 3 de octubre, cuenta con un muy buen catálogo de 48 páginas y pequeño formato, que incluye 30 imágenes, dos textos y una cronología de la carrera del artista, con una tirada de tres mil ejemplares.
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