PLASTICA › RETROSPECTIVA DE ESTEBAN LISA (1895-1983) EN EL MUNTREF
El Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero presenta la retrospectiva de un gran pintor argentino cuya obra comenzó a ser descubierta después de su muerte.
› Por Fabián Lebenglik
El descubrimiento de la obra de Esteban Lisa (1895-1983) se produjo cinco años después de su muerte, en una muestra organizada en el Museo Sívori en 1988 gracias al esfuerzo de sus discípulos, que formaron la Fundación Esteban Lisa con el legado de la obra del maestro. Como aquella muestra pasó prácticamente inadvertida, la gente de la Fundación contactó entonces al coleccionista y ensayista Mario Gradowczyk, quien a su vez había conocido a Lisa en la década del cincuenta, cuando el pintor era un oscuro profesor de teorías improbables.
Desde fines de los años noventa –con una muestra que resultó fundacional en la porteña galería Palatina– hasta el presente, el legado de Lisa, gracias –entre otros– a Gradowczyk y a los discípulos de Lisa, cuenta con un creciente reconocimiento nacional e internacional, con libros y ensayos publicados sobre su obra, la participación en muestras en varios museos argentinos, ferias y galerías nacionales e internacionales, lo cual convocó a más galeristas, museos y coleccionistas del mundo para prestar atención a una obra extraordinaria, de un artista hasta entonces ignoto, que con la aparición póstuma de su trabajo venía a reconfigurar el mapa de las artes visuales, en principio, locales, pero luego también regionales y así siguiendo.
Esteban Lisa nació en Toledo en 1895 y vino a vivir a Buenos Aires en 1907, a la casa de sus tíos. Trabajó como lavacopas, fue mensajero y más tarde bibliotecario del Correo Central. Aunque fue básicamente un autodidacta, pasó por la Escuela de Arte Beato Angélico, donde enseñaba pintura fray Guillermo Butler. Allí fue condiscípulo de Juan Del Prete, figura con quien entabla relación y mantiene coincidencias.
Su biografía es relativamente oscura y austera. Fue profesor de pintura en una escuela para adultos. Leyó por su cuenta a filósofos idealistas como Platón o Kant, así como textos de filosofía y religión orientales. En 1955 fundó la Escuela de Arte Moderno Las Cuatro Dimensiones, experiencia que compartió con un grupo de discípulos, parte de los cuales hicieron posible su difusión.
La trayectoria de Lisa se desarrolla al mismo tiempo que la de los principales movimientos del siglo. Su relativo aislamiento y su pudor hicieron que construyera en soledad una historia marginal y paralela de la pintura moderna, completamente consciente, racional y naïve al mismo tiempo. A través de su propia pincelada –gozosa y sensible, que privilegia el color y la textura– fue transformando la concepción de la representación del paisaje urbano en abstracción gradual, hasta estallar la composición con datos gestuales y del expresionimso abstracto. Hacia comienzos de los años treinta, Lisa se coloca, junto a Del Prete, como iniciador del abstraccionismo en la Argentina.
Como describió con precisión la fallecida crítica de arte, investigadora y curadora argentina Irma Arestizábal, “en su obra pictórica, de pequeño formato y siempre sutil e intimista, Lisa realiza una abstracción que parte de los modelos de la naturaleza formados por flores estilizadas, entre las que domina la forma triangular de la cala, en la que lo geométrico y lo simbólico se conjugan con rastros de gesto informalista [...]; luego las formas se geometrizan, los planos se encajan y sobre ellos quedan suspendidos volúmenes perfectos, como el cilindro y la esfera. A continuación los planos de colores dispuestos de manera más dinámica descomponen las formas posibles y concretan las geometrías en sustancia plástico-colorista. [...] Más tarde Esteban Lisa, como fray Guillermo Butler, de quien fue alumno, se interesa en transmitir a la pintura sensaciones cromáticas espiritualizadas”. Luego se destaca su pintura empastada, la fuerza de la pincelada, la relación entre formas, colores y texturas.
En una interesante puesta en contexto, el Museo Nacional de Bellas Artes organizó en 1999, bajo la dirección de Jorge Glusberg, dos exposiciones antológicas simultáneas de Esteban Lisa y Víctor Magariños D., ambos pintores argentinos que por propia voluntad decidieron mantenerse completamente al margen de la difusión y el mercado, así como del costado más mundano del ambiente de las artes plásticas. Ambos habían ejercido la docencia silenciosamente y, en vida, mostraron su obra en pocas oportunidades. Los dos tenían sus obsesiones puestas en el cosmos y en formas muy personales de la abstracción pictórica.
En 2002, Gradowczyk organizó otra puesta en contexto, más ambiciosa y perinente, en la galería Ruth Benzacar: Esteban Lisa, de Arturo al Di Tella. “La aparición reciente de la obra pictórica de Esteban Lisa –decía Gradowczyk en el texto de presentación– plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo reubicar a Lisa dentro de la historia? ¿Sería posible confrontar su obra con las pinturas de actores conocidos? ¿Deberíamos resignarnos a verlo como un personaje atípico, un meteorito que no alcanzó a impactar nuestro territorio? Fabián Lebenglik, en su nota de marzo de 1997 sobre la primera exposición póstuma del artista en una galería, señalaba que ‘La irrupción de Lisa demuestra que la historia siempre se reescribe, no sólo por las luchas por imponer interpretaciones y sentidos nuevos, sino también por la incorporación de nuevos elementos de juicio’.” “Ahora bien –seguía M. G.–, ¿cómo rehacer esa mirada? Para ello, en lugar de una discusión retórica, se propone realizar un experimento: exhibir su obra junto a la de los integrantes de la vanguardia abstracta del cuarenta y del cincuenta, para concretar así esa mirada arqueológica de la que hablaba Lebenglik y ‘reponer la información faltante, procesarla y volver a configurar el mapa mental’.” Aquella muestra comenzaba por la revista Arturo, seguía con los ecos de la Asociación Arte Concreto Invención, el grupo Madí, el Perceptismo; continuaba con el informalismo y terminaba con la fundación del Instituto Di Tella. Todo un recorrido que establecía paralelismos y parentescos con obras de Carmelo Arden Quin, Raúl Lozza, Juan Melé, Kenneth Kemble, Josefina Robirosa, Luis Wells, Alberto Greco, Rubén Santantonín, Clorindo Testa, Rogelio Polesello y León Ferrari.
Una característica de la obra de Esteban Lisa es que da varias vueltas y saltos en sintonía con las tendencias internacionales, pero en versiones propias, a partir de su laboratorio-bunker. A medida que llega a un estado pictórico y conceptual, lo abandona para pasar a una nueva aventura. Del análisis de la representación pasa a la síntesis, a la reducción del paisaje a formas puras y esenciales. Por medio de la utilización de tonalidades bajas y apasteladas va fragmentando y geometrizando las composiciones hasta explorar construcciones cubistas. La trasposición del volumen al plano también está trabajada como problema en su obra, así como las relaciones entre ciencia y arte, materialismo y espiritualismo y demás discusiones candentes de los primeros abstraccionistas.
Otras muestras contextuales que ayudaron a colocar a Lisa en el mapa del arte fueron varias organizadas en la galería madrileña Guillermo de Osma, más: Siglo XX argentino, Arte y Cultura en el Centro Recoleta, a fines de 1999 y comienzos del 2000; El dibujo en el siglo XX, en el Centro Cultural Caja Granada (itinerante por España); Abstract Art from the Rio de la Plata, Buenos Aires and Montevideo 1933-1953, Americas Society (Nueva York, 2001) y Museo Rufino Tamayo (México D.F., 2002); Dibujos para un siglo, Caja Duero, Salamanca (itinerante).
Actualmente se está llevando a cabo la muestra Poéticas del siglo XX, donde la pintura de Lisa se exhibe junto con obra de Picasso, Gris, Tapies, Barceló y Julio González, entre otros; en el Palacio Aguirre, Muram, Cartagena (España).
La exposición del Muntref, Esteban Lisa: Abstracción, mundo y significado, está curada por Mario Gradowczyk, con la colaboración de la Fundación Esteban Lisa, y cuenta con un muy buen catálogo con textos de José Emilio Burucúa y el curador, en el que se rescata un artículo de Irma Arestizábal.
* Hasta el 11 de diciembre, en el Museo de la Universidad de Tres de Febrero, Valentín Gómez 4828, Caseros, frente a la estación. De lunes a sábados, de 11 a 20.
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