PLASTICA › GRAFFITI Y ARTE URBANO EN EL PRINCIPAL MUSEO DE SAN PABLO
El Museo de Arte de San Pablo (MASP), cuyo vasto patrimonio “clásico” incluye obras de Rafael, Van Gogh, Goya, Velázquez y Rembrandt, abrió durante un trimestre sus salas para el arte popular y callejero de los graffiti.
› Por Fabián Lebenglik
Recorrer la ciudad de San Pablo resulta abrumador, tanto por su geografía inabarcable y sus multitudes a pie y en transportes, como por la cantidad y densidad del tránsito. Por la enorme escala de todo lo que se cruza a nuestro paso, por su brutalismo arquitectónico y especialmente por los contrastes sociales y económicos. El color gris domina el paisaje urbano y entre ese gris (para nada metafórico sino hecho de puro cemento) siempre aparecen graffiti que invaden como virus mucha superficie accesible y unas cuantas superficies insólitas, que parecen inaccesibles. La imagen y los textos (generalmente ilegibles) de los graffiti siempre son una alternativa expresiva contra el agobio urbano. Una alternativa que ofrece color e irreverencia, humor y contramensajes.
El Museo de Arte de San Pablo, en el corazón de la Avenida Paulista, es uno de los principales de Brasil, con un riquísimo acervo artístico, que durante un trimestre –entre mediados de noviembre y mediados de febrero– se convirtió en un centro de irradiación del graffiti y el arte urbano de esta ciudad, lógicamente: a gran escala.
Con un centenar de obras –incluidos seis murales realizados especialmente in situ– se presentó media docena de artistas locales que hicieron su carrera en las calles, pintando graffiti. Por eso la muestra establece la doble vía del recorrido de los artistas, desde el título: De dentro para afuera/ De fora para dentro.
En la exposición también se advierte un contraste muy fuerte, en este caso productivo y provocador, porque el contexto que ofrece el MASP para el arte callejero tiene una tradición y un patrimonio “clásico” que incluye, entre muchas otras, obras de artistas clave de la historia del arte europeo, como Rafael, Tiziano, Delacroix, Manet, Monet, Cézanne, Toulouse-Lautrec, Van Gogh, Gauguin, Modigliani, Degas, El Greco, Goya, Velázquez, Gainsborough, Turner, Rembrandt, Frans Hals y Cranach. También se destacan las piezas de artistas latinoamericanos como Torres García, Diego Rivera y Siqueiros y artistas canónicos del arte brasileño: Almeida Junior, Cândido Portinari, Anita Malfatti, Victor Brecheret y Flávio de Carvalho. El acervo del MASP se destaca además por sus piezas arqueológicas, dibujos, grabados, fotografías y cerámicas. Y por su importancia patrimonial integra el “Club de los 19”, que reúne a un conjunto de museos cuyos acervos artísticos están considerados los más representativos del arte europeo del siglo XIX (junto con el Musée d’Orsay y el Metropolitano de Nueva York).
La muestra de graffiti y arte urbano, curada por Mariana Martins, Baixo Ribeiro y Eduardo Saretta, incluye a seis de los principales artistas del graffiti paulista: Carlos Dias, Daniel Melim, Ramon Martins, Stephan Doitschinoff, Titi Freak y Zezao. Y para mostrar sus trabajos se habilitaron salas y espacios que en conjunto suman casi dos mil metros cuadrados. Simultáneamente, el MASP presenta en estos días una exposición de Chagall y otras dos que en conjunto constituyen distintas aproximaciones y lecturas temáticas del patrimonio del museo.
Los seis artistas urbanos convocados para esta exhibición, con casi veinte años de trayectoria, se iniciaron en las calles de la ciudad, realizando graffiti e intervenciones urbanas, y últimamente no sólo son invitados a distintas salas, museos y galerías de Brasil –y ahora a uno de los principales museos de su país–, sino que exhiben sus trabajos en Europa, Estados Unidos y Japón.
La interacción con los espectadores es una clave de “funcionamiento” en los trabajos de estos artistas, precisamente por su particular bautismo artístico. Obras para recorrer, sentarse, pisar, tocar. En este sentido, el inmenso mural de Ramon Martins, por ejemplo –un cruce de arte ingenuo, pop art, publicidad brut y citas de Klimt– se despliega en un continuo por las paredes y el piso del museo.
La exposición también está estratégicamente pensada desde la perspectiva del incipiente mercado de este tipo de obras en Brasil, porque los seis forman parte del staff de artistas de la galería paulista Choque cultural, del curador Baixo Ribeiro, que se especializa en “nuevo arte urbano”.
Las dos plantas que ocupa la muestra están plagadas de color. Todo resulta excesivo y desbordante: el montaje, el color, la cantidad de obras, la estructura de la muestra, el horror al vacío de varios de los murales e instalaciones. Y precisamente eso es lo que la hace particular. A pesar del cambio notorio de contexto, los artistas se adaptaron muy bien al espacio, ocupándolo de modos completamente distintos de los de las exposiciones que suelen ofrecer éste y otros museos.
En las salas laterales donde se exhiben videos complementarios sobre los artistas, también se ofrecen al público algunas paredes para que hagan sus propias contribuciones al graffiti, de modo que la “intervención” del público resulta literal.
Mientras los videos muestran el desarrollo y crecimiento de los artistas en las avenidas paulistas y de otras ciudades brasileñas, y sus realizaciones en calles y edificios de otras ciudades del mundo, el público visitante joven dibuja las paredes del museo.
Carlos Dias nació en Porto Alegre en 1974 y vivió muchos años en San Pablo, donde formó parte de distintos movimientos culturales, tendencias y grupos de los años ’80 y ‘9’. El sustrato de sus trabajos tiene una impronta psicodélica de raíz expresionista, cargada de personajes y figuras que flotan en un universo caótico. Es un artista que utiliza distintos medios, técnicas y materiales pero el más usual es la pintura. También es músico y performer. Algunos de sus temas fueron grabados por bandas de música pop.
Daniel Melim nació en 1979, en San Bernardo del Campo (estado de San Pablo). Se formó en artes visuales pero su desarrollo artístico sucedió en las calles de la ciudad, donde hacía sus graffiti e intervenciones urbanas con stencil. Muchas veces el tema de sus realizaciones toma con ironía el discurso publicitario y los modos de vida supuestamente felices que se lograrían con el consumo. En sus trabajos, entre otros materiales, reutiliza los desechos de la publicidad.
En su ciudad natal, Melim participa del Projeto Limpao, en el que los habitantes de un morro completo construyen sus propias casas, pintan las fachadas y diseñan las plazas, más allá de cualquier proyecto urbanístico oficial.
Ramon Martins (San Pablo, 1980) estudió artes plásticas en Minas Gerais y realiza graffiti, performance, instalaciones, esculturas y pintura. Su trabajo combina la experiencia y la imagen de la calle, cierta tradición india y africana, y a eso se suman sus estudios artísticos formales. Utiliza el stencil, la pintura acrílica, la acuarela y la témpera. Recientemente participó en Holanda de una muestra de arte urbano brasileño.
Stephan Doitschinoff, también conocido como Calma (San Pablo, 1977), es autodidacta, hijo de un pastor evangélico, y su trabajo se relaciona con diferentes tipos de rituales y creencias religiosas (que van del umbanda al hare krishna), con sus estéticas asociadas. Realizó tapas de discos y trabajó en las escenografías de grupos de rock.
Sus particulares intervenciones urbanas formaron parte de exposiciones en varias ciudades de Brasil, Estados Unidos, Europa y obtuvo una residencia artística en Gran Bretaña.
Entre 2005 y 2008, con la intención de pintar una ciudad completa, realizó numerosas intervenciones en la ciudad de Lençóis (Bahía). Transformando el lugar y sus alrededores en una inmensa instalación urbana que fue documentada en una película y un libro de producción alemana.
Titi Freak es el nombre artístico de Hamilton Yokota (San Pablo, 1974), que forma parte de la enorme colonia de ascendencia japonesa de esta ciudad. Se formó con un historietista y dibujante y su estilo conserva esta impronta. Trabaja como diseñador gráfico e ilustrador. Y comenzó a dedicarse al graffiti a los 20 años, combinando su formación con la estética veloz del arte urbano. Su participación dejó una huella en el graffiti paulista, que adquirió una cierta sofisticación gracias a él. Su trabajo también tiene la influencia del manga y referencias a las vanguardias europea y brasileña.
Zezao (San Pablo, 1971) fue trabajador rural en Portugal, camionero y motoquero en San Pablo. Es un artista autodidacta y su trabajo –en el que mezcla técnicas y materiales para realizar instalaciones, fotografías, video, pintura y performance– reflexiona sobre cuestiones estéticas, políticas y sociales. Para sus obras utiliza muchas veces material de descarte y basura. Una de las características de sus obras callejeras es que antes de realizarlas se relaciona con los habitantes de la zona para conocer sus inquietudes y lograr luego una obra que se integre al lugar.
El artista vivió en la calle y frecuentaba los sótanos de los desagües pluviales de la ciudad (uno de los cuales está reproducido en un recinto en el museo, a escala real), que forman parte ahora de la imagen de sus trabajos.
Las obras exhibidas suponen la mezcla absoluta, la confluencia de lenguajes divergentes y heterogéneos, de distintas procedencias: ilustración, diseño, publicidad, carteles políticos, tatuajes, televisión, gráfica de los medios, historieta, arte pop y múltiples transfiguraciones de la historia del arte en versiones digeridas y reconvertidas. El conjunto luce como una pura saturación expresiva de colores, formas y sentidos, como las capas superpuestas de imágenes y sentidos que conforman el lenguaje estratificado de las paredes de la ciudad.
No en todos los casos el resultado es óptimo: mientras que algunas obras muestran un expansivo trabajo con el color, los espacios, los materiales, las formas y la imagen, junto con una mezcla de auténtica voluntad expresiva, crítica y humorística, otras resultan retóricas y pretenciosas. Los trabajos más interesantes son los que no buscan abdicar de su matriz de origen, mientras que otros parecen aferrarse a ciertos discursos estéticos que resultan vacíos, protoacadémicos y anacrónicos. Pero el conjunto luce ríspido y audaz en el particular contexto de un museo tradicional.
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