PLASTICA › EL PERIóDICO MARTíN FIERRO EN LAS ARTES Y LAS LETRAS (1924-27)
El Museo Nacional de Bellas Artes inauguró una exposición sobre el periódico vanguardista Martín Fierro (donde estaban Borges, Girondo y Güiraldes) y su papel de renovación cultural, artística y literaria en la Argentina.
› Por Fabián Lebenglik
Desde el viernes pasado el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) abrió al público la muestra “El periódico Martín Fierro en las artes y en las letras, 1924-1927”, curada por el historiador y diplomático Sergio Baur (integrante del Consejo Consultivo del MNBA), con la colaboración de todas las áreas del Museo.
La exposición tiene al menos dos propósitos: dar cuenta de una etapa crucial de la modernización y renovación cultural, literaria y artística de la Argentina a través del punto de vista privilegiado de la publicación que mejor representó y registró esa etapa y ofrecer una lectura del patrimonio del MNBA a través de la selección de un importante conjunto de obras de sus colecciones, que componen el cuerpo principal de la muestra. El enorme acervo del Museo, por cuestiones de espacio, sólo puede estar exhibido en parte, y exposiciones como la presente –en las que se ponen a la vista del público varias obras no exhibidas habitualmente– ofrecen un guión óptimo para poder dotar de sentido al patrimonio, colocándolo en un contexto coherente.
La exposición también cuenta con préstamos del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, la colección de arte de la Cancillería Argentina, la Colección Blaisten, de la Ciudad de México, la de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires y otras colecciones privadas.
Entre el centenar de piezas seleccionadas se incluyen, entre otras, obras de Paul Gauguin, Pablo Pica-sso, André Lohte, Emile-Antoine Bourdelle, Carlo Carrà, Léonard Tsuguharu Foujita, Amedeo Modigliani, Marie Laurencin, Francisco Bores, Diego Rivera, Agustín Lazo, Rodríguez Lozano, Julio Castellanos, Emilio Pettoruti, Xul Solar, Norah Borges, José Fioravanti, Pablo Curatella Manes, Agustín Riganelli, Alfredo Bigatti, Pedro Figari, Alfredo Guttero, Valentín Thibon de Libian, Víctor Pisarro, Adolfo Travascio, Mariano Montesinos y Francisco Vecchioli.
“A través de sus cuatro años de vida –escribe Sergio Baur–, el periódico fue la tribuna de los jóvenes escritores y pensadores del país, contando también con la presencia de algunos autores y críticos internacionales que ayudaron a crear una nueva comprensión de los movimientos artísticos y literarios que predominaron en los años veinte. La publicación fue un registro de las letras y de las bellas artes. Del análisis de su Manifiesto (ver recuadro) se desprenden las ideas que predominaron en la vanguardia artística argentina, inaugurando una nueva concepción en la cultura local.[...] Martín Fierro concilió su identidad con un cosmopolitismo de acento argentino. Durante esos años se publicaron obras tan representativas de nuestra literatura como Calcomanías, de Oliverio Girondo; Luna de enfrente, de Jorge Luis Borges; La calle de la tarde, de Norah Lange, y Prismas, de Eduardo González Lanuza, cuyos diseños gráficos se encuentran íntimamente relacionados con las artes plásticas del momento. [...] Martín Fierro fue una manera de interpretar un proyecto cultural nacional y latinoamericano, que adhirió al concepto del arte por el arte para trazar su camino intelectual y creativo.”
La exposición no pretende ser exhaustiva ni arqueológica, sino poner en escena una etapa rica de la vida cultural del país a través de las relaciones y sincronías artísticas que estableció la mirada nueva de aquella publicación. En la puesta en escena resultante, con un montaje muy acertado, continuamente hay encuentros felices y hallazgos productivos, entre las páginas de Martín Fierro –en las que se enuncian y fundamentan (muchas veces con ironía y humor zumbón) sus preferencias y elecciones artísticas y literarias, al mismo tiempo que se ridiculizan ciertos autores– y las obras y documentos, así como numerosas primeras ediciones de libros analizados en esa publicación.
Así como se elude la arqueología y la exhaustividad, también se evita el anacronismo. Las obras exhibidas –salvo alguna excepción– se remiten al período de la publicación, y no se extienden más allá de 1927 como año de su realización.
La exposición se abre con gigantografías de época de la calle Florida (el núcleo fundador de la revista se reunía en la confitería Richmond) y con escenas de la película La chica de calle Florida, dirigida por José Agustín Ferreyra, de 1922. Luego se exhiben publicaciones españolas y locales (como los periódicos Proa y Prisma) que sirvieron de fuente a Martín Fierro. También está presente la impronta de Apollinaire, cuya poética influyó en las concepciones martinfierristas.
La publicación argentina estableció contacto de primera mano con escritores, críticos y artistas de América latina y Europa, que se volvieron colaboradores y asesores de Martín Fierro: así se conformó un particular internacionalismo, con una mirada argentina y latinoamericana. Junto con las precisiones y sincronías, la exposición también exhibe un saludable lugar para las digresiones: documentos, cartas personales, diarios, cuadernos de anotaciones, recortes, etc., como los cuadernos de Pettoruti, y las cartas de Norah Borges y Guillermo de Torre, entre otras, que van trazando un mapa y un clima de época útil para el visitante, que pasa de lo público a lo íntimo y de allí a lo entrañable.
Una particularidad de la vanguardia martinfierrista es que no rompe de manera total con el pasado, sino que junto con la exaltación de la renovación estética, rescata el valor de artistas de la vieja guardia, tanto local como latinoamericana y europea.
Entre los escritores, críticos y poetas promovidos por los martinfierristas están Borges, Girondo, Güiraldes, González Lanuza, González Tuñón, Norah Lange, Bernárdez, Córdova Iturburu, Molinari, Gómez de la Serna, Marechal, Lascano Tegui, Olivari y Nalé Roxlo, entre muchos otros. También se destaca a Roberto Mariani, que es uno de los que oficia de nexo entre los grupos literarios supuestamente antagónicos de Florida y el de Boedo.
También se muestran las relaciones complejas con Marinetti y el futurismo: los martinfierristas celebran algunas cosas y critican ácidamente otras. Entre las críticas se puede leer alguna –particularmente ácida– de Borges.
Además de los capítulos específicamente dedicados a la pintura, la escultura y la literatura, la exhibición muestra las posiciones de Martín Fierro sobre la música (Borges y González Tuñón sobre el tango). También se destaca la actitud pionera de modernización de la crítica sobre arquitectura, a través de la relación entre Alberto Prebisch y Ernesto Vautier como seguidores del movimiento iniciado por Le Corbusier.
Finalmente, la exposición incluye una sección cinematográfica, en la que se muestran en pantallas independientes películas de David Griffith, Abel Gance, Jean Renoir y Charles Chaplin, entre otros. La idea del montaje en esta sección no es sólo hacer referencia a autores determinados, sino mostrar una estética de cine vanguardista: por eso las películas se exhiben simultáneamente en varias pantallas, para que el paso de una a otra permita cotejar afinidades, escenarios, poéticas visuales, modos de encuadre, montaje y puntos de vista de algunos de los directores más avanzados de la época.
Según cita Sergio Baur, “tal como lo expresó uno de sus antiguos directores: a partir de Martín Fierro se escribe y se pinta de otra manera en el país”.
* En el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473. Entrada gratuita.
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