Mar 25.10.2011
espectaculos

PLASTICA › “HIJOS”, PINTURAS Y COLLAGES DE SUSANA DI PIETRO

La trama y el revés de las pinturas

› Por Fabián Lebenglik

La moda es un imperio que con maneras sonrientes, amabilidad, sugestión y publicidad busca dictar lo que debe usarse hoy a condición de que no se use mañana. Los diseños, patrones, colores, cortes y confecciones promueven recambios y novedades, junto con modos de vida. La moda hace desfilar ante los ojos “lo que se viene”. Y en el caso especial de la moda infantil, la imposición viene acompañada por todo un mundo de juegos y accesorios para acomodarse a la subjetividad del consumo iniciático, múltiple y compulsivo que se propone para los niños.

En sus pinturas y collages, Susana Di Pietro replica las imágenes de las revistas de labores y modas. Los cuadros muestran un conjunto de niños sonrientes, posando en situación teatralmente infantiles, en medio de sus juegos, por un instante interrumpidos en su alegría permanente para lucir las prendas que se pretende los padres clonen-tejan-compren para los chicos.

Imágenes de niños congelados en su artificiosa felicidad para posar en las revistas mientras muestran sus prendas tejidas a la moda.

Junto con la ropa, esos niños se proponen simbólicamente como modelo de época: sus facciones, actitudes, posturas, actividades, gestos, buscan ser, también, modélicos.

En esa alegría obligatoria que replican los cuadros hay una señal de ahogo que se constata en el tipo de pintura de superficie, sin respiro y sin texturas, de formas llenas de color, donde se congelan situaciones sin contexto y sin referencias explícitas, más allá de las inevitables marcas de época. Los fondos abstractos, de puro color, refuerzan esa buscada falta de contextualización, al mismo tiempo que ofrecen figuras infantiles perpetuadas en un vacío de tiempo y espacio.

Lo que hace Di Pietro para orientar la mirada del espectador sobre la serie es cargar las tintas (los colores, los artificios, la clonación de modelos infantiles) sobre el imperio de la felicidad colocando fuera de la obra, pero sí en el catálogo las coordenadas de tiempo (década del setenta) y lugar (Argentina). Y a esto le suma, a través del título (“Hijos”), una carga en profundidad. Allí se tejen las redes interpretativas y surgen, por dramático contraste, el período ominoso de la dictadura, de aquello que se silenciaba, de lo que se ocultaba. Y resuena la carga real, simbólica y política con la que está cargada hoy la palabra “hijos”.

“Sin la intención de sugerir lecturas lineales –explica la pintora–, el título de la serie se vincula con el propósito de hacer presente la imagen de quienes eran (éramos) niños por entonces, como otros ‘hijos’ –justamente– de dicha época, con diferentes marcas y registros de esa etapa. La aparente frivolidad de los documentos tomados como punto de partida de los cuadros (las fotos de nenes posando para las revistas de labores ‘femeninas’) adquiere un nuevo sentido si se piensa en el registro que la historia va imprimiendo en los sujetos en todas las esferas de la vida social, incluido el mundo supuestamente más protegido de la vida cotidiana. En las pinturas pretendí restituir a esas imágenes, aparentemente plácidas y livianas, la carga simbólica que poseen al retratar de otro modo –tal vez, por elusión u omisión– aquellas escenas que pueden ser pensadas como la contracara del horror.”

* En la galería Solange Guez, Zapiola 2196, de martes a viernes, de 14 a 19; hasta el 2 de noviembre, con entrada gratuita.

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