Jorge Estomba (Buenos Aires, 1939) elige el silencio no sólo para concentrarse en su obra, sino también como resistencia ante la expansión autobiográfica generalizada y el imperio del yo. Es un silencio para oponerse a la ola invasiva de una subjetividad que se exhibe a toda costa. De larga trayectoria, con numerosas exposiciones individuales y grupales en su haber, locales e internacionales, Estomba se formó inicialmente en el taller de Demetrio Urruchúa a comienzos de los ’60. Sumó la especialidad en pintura mural y continuó con un desarrollo autodidacta.

En la muestra que presenta en estos días el artista reúne óleos sobre tela, esculturas en madera policromadas y algunas tintas y collages sobre papel. Esa voluntad de pararse contra el ruido, oponiendo un silencio ostensible, comienza con la ponderación de ese silencio, en un poema del propio artista, reproducido en la primera página del catálogo, donde breves versos predican sobre el “valor”, el “espíritu”, la “necesidad”, la “elección”, la “elocuencia” del silencio. El carácter silencioso se extiende a una obra enigmática, en la que la geometría –en blanco, negro y unos pocos colores– se evoca como un conjunto de “emanaciones” de figuras geométricas básicas –como el cuadrado y el rectángulo–; y de “encuentros de curvas” (Foto: “Encuentro de curvas I”, óleo de 155 x 95 cm). Descripciones técnicas precisas para definir la imagen contundente y al mismo tiempo delicada de las distintas series pictóricas y escultóricas.

El silencio de Estomba es el que permite la reflexión y la medida entre pensamiento y acción. Es el que precisa para recorrer el camino que va de la idea al objeto. Así, el título de la exposición, Emanaciones, no sólo habla de la capacidad generativa, derivativa y evocativa de la geometría simple, sino también de la continuidad de ideas, formatos y series; y de la creatividad como emanación posible del silencio.

* En la galería Hoy en el arte, Juncal 848, hasta el 30 de junio.