PLASTICA › LA EXPOSICIóN DE JUAN ASTICA EN LA GALERíA VAN RIEL
El pintor (nacido en Santiago, Chile, en 1953) presenta una exposición y en esta entrevista comienza hablando de la técnica de sus cuadros más recientes, para luego revelar el origen casual de su nueva serie de obras.
› Por Fabián Lebenglik
–El blanco empezó a predominar en relación con el fondo de la tela, que es blanco. Uso bases blancas. Y también me interesó trabajar desde un “punto cero”. El año pasado hice experimentos con la tela y lo que ahora se puede ver es en realidad el resultado de probar con varios sistemas. Algo que surgió en esos experimentos fue el retiro de los límites que bordean la tela. Este procedimiento dejó más en evidencia el “punto cero” del que hablaba antes.
–Creo que las diferentes líneas (como la de franjas horizontales y otras) en las que venía trabajando convergen todas en esta nueva serie.
–El blanco es el punto de partida, y también aparece al final. Gilles Deleuze decía que no existe el blanco de la tela, que hay una latencia, algo previo de la imagen. Como si no hubiera nada pero al mismo tiempo estuviera todo ahí. Así, el blanco funcionaría como ocultamiento, como punto de llegada, después de todo un recorrido. Y de hecho, la utilización del blanco como recurso está acompañada de varios otros desenmascaramientos, como el borde de la imagen y el borde de la tela.
–El blanco deja ver la película que se deposita sobre la tela. El trabajo en las series de cuadros oscuros y negros era más gestual. Y ahora para mí tiene más importancia la cuestión de la contemplación, tomando en cuenta que soy el primero que contempla mis propios cuadros. Antes había una experimentación de recursos físicos y ahora puedo comtemplar lo que estoy haciendo.
–Con las series anteriores podía inmediatamente hacerse asociaciones con figuraciones, con determinados paisajes, por ejemplo. Tal vez podría hablarse, sí, de “ensoñaciones”. Ahora, si aparece cualquier asociación, es más leve. Las imágenes son ahora más fuertes, al punto que al llegar a la galería tuve que cambiar las distancias. Estas pinturas tienen una potencia latente. Y si asociamos el blanco con el silencio, es una ingenuidad suponer que el silencio sea algo “tranquilo”. El silencio es inquietante, y puede llegar a ser tremendo. Lo blanco busca una percepción que mire más, que contemple...
–Los cuadros están atravesados por gran cantidad de borramientos hechos también con pincel. Y esto da como resultado que la existencia pictórica pareciera hacerse y deshacerse todo el tiempo. Más allá de la densidad de la materia, lo que se muestra es este proceso.
–Antes tenía la intención de armar algo; un espacio, por ejemplo; de querer determinar ciertas cosas. Ahora, en cambio, esta masa pictórica se me aparece como incontrolable. No tengo control sobre estas pinturas que se vuelven cada vez más complejas. A partir de ese blanco que es la base, surgen palabras, dibujos, a los que no me ato en lo más mínimo y caen donde tienen que caer... después viene el borramiento de blanco, “despiadado” y sin objetivo, en que algo queda y algo se va... El borramiento lo hago con pincel o con brocha, con una mínima presión y lo hago mientras la pintura está fresca.
–El año pasado, en el Centro Borges, vi cómo un pintor de brocha que se ocupaba del mantenimiento en el centro cultural estaba preparando el espacio para una nueva muestra y entonces blanqueaba las pinturas de pared de Mariano Ferrante, la exposición que acababa de terminar. A medida que iba tapando las líneas rigurosas de la obra de Mariano, en ese proceso de borramiento, se producían una cosas interesantísimas, unas tramas muy raras, completamente involuntarias y accidentales. Entonces llegué al taller e hice experimentos de barrido y me pareció algo increíble. Se generó una situación en la que sentía que debía trabajar con gran consciencia y al mismo tiempo con gran inconsciencia.
–Hay que tener previamente los ingredientes que se habrán de poner en juego para que se pueda manifestar ese devenir. Saber ver el accidente. Deleuze dice que para hacer una buena pintura es necesario tener experiencia y suerte.
–En la nueva serie de obras el despliegue físico está más acotado que en las series anteriores. Fuera de esos cuadrados a los que limito la acción, no salpico ni una gota. Pero volviendo a los motivos accidentales, otra de las cosas que alimentó esta serie fue la contemplación de una telaraña que apareció en mi taller. Esa estructura tan sutil, tan frágil y al mismo tiempo tan precisa, para captar presas... Los límites que puse en la tela tienen ese eco, el de la telaraña.
–Es la atención del espectador. Pero el primero que cae soy yo, porque soy el primer espectador de mi obra. Es lo que se ve también en la historia de la pintura: en las obras de Picasso, el primer sorprendido era él. Velázquez ya decía que hay que atrapar al espectador. Creo que no es casual que las primeras pinturas que se conocen, las pinturas rupestres, evocan escenas de caza. En las artes es así; en la música, la literatura, la pintura, el cine... los juegos de tensiones y distensiones, las combinaciones entre elementos simples y complejos... todo tiende a generar una red para atrapar al espectador. En mis series anteriores yo estaba muy pendiente del procedimiento, ahora en cambio es como que el procedimiento no me tiene más pendiente. La pregunta que me hago ahora es ¿de dónde vienen las imágenes en tal o cual cuadro? Y entonces dan ganas de repetir la situación para que eso se produzca.
* En la galería Van Riel, hasta el 20 de septiembre, Juncal 790, PB.
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