PLASTICA › EXPOSICIóN ANTOLóGICA DE EDUARDO COSTA EN EL MAMBA
El gran artista argentino formó parte de la vanguardia de los sesenta y el arte de los medios, pasando por los desfiles y diseños artísticos y el arte sonoro, hasta llegar más recientemente a la pintura volumétrica,
› Por Fabián Lebenglik
Desde la heterogeneidad enumerativa del título, Moda, ficción, naturaleza, joyas y bicicletas, la exposición antológica de Eduardo Costa (1940) que presenta en estos días el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires muestra la amplitud de intereses e ideas que se conjugan a lo largo de la trayectoria creativa del artista. En este conjunto de trabajos exhibidos, presentados desde el montaje como puesta en escena del taller del artista, se recorren más de cuarenta años de trabajo. Así, el recorrido incluye su activa participación en el ambiente artístico local e internacional, tanto en Buenos Aires, como en Nueva York y Río de Janeiro.
La diversidad de mundos también se evoca a través de los distintos formatos reunidos en esta exposición, que han formado parte de las prácticas del artista durante todos estos años: pinturas, performances, piezas sonoras, diseño, objetos, ready-mades y joyas.
La idea del taller es muy apropiada para amalgamar todos estos mundos. El taller es la metáfora del laboratorio, del lugar donde las ideas toman cuerpo o, más apropiadamente para la trayectora de Costa, volumen.
Luego de formar parte de la vanguardia argentina de los años sesenta, Eduardo Costa siguió durante muchos años, desde los distintos lugares en que eligió o le tocó vivir, desarrollando ideas y trabajando materiales con el mismo impetuoso refinamiento.
A mitad de los años sesenta, el artista formó parte del grupo que propuso el arte de los medios. Junto con Roberto Jacoby y Raúl Escari, elaboró un manifiesto en 1966.
El manifiesto “Un arte de los medios de comunicación” dice: “En una civilización de masas, el público no está en contacto directo con los hechos culturales, sino que se informa de ellos a través de los medios de comunicación. La audiencia de masas no ve, por ejemplo, una exposición, no presencia un happening o un partido de fútbol, son que ve su proyección en un noticiero. Los hechos artísticos reales dejan de tener, en cuanto a su difusión, ya que solo llegan a un público reducido [...] nos proponemos entregar a la prensa el informe escrito y fotográfico de un happening que no ha ocurrido. Este falso informe incluirá los nombres de los participantes, una indicación del lugar y momento en que se realizó y una descripción del espectáculo que se finge que ha ocurrido [...] Existe, pues, una triple creación: la redacción del falso informe; la transmisión que de dicho informe realizan los canales de información; la recepción por parte del espectador que construye –a partir de los datos recibidos y según la significación que en él adquieren estos datos– el espesor de una realidad inexistente que él imagina verdadera [...]”
La relación entre las artes visuales y su difusión y circulación también resultaron cruciales en el particular desfile de modas que Costa organizó en Nueva York en 1969 y que se reprodujo en el día de la inauguración: The Fashion Show Poetry Event fue una obra-desfile que combinó moda y poesía, realizado por Eduardo Costa con John Perreault y Hannah Weiner y que contó con la participación de Andy Warhol, Alex Katz, Claes Oldenburg, Marisol Escobar, Susana Salgado, Juan Stoppani y Alfredo Rodríguez Arias, entre otros. Durante la inauguración, el sábado 10 de mayo, en el Mamba se recreó aquel desfile, del que ahora se exhiben los atuendos, accesorios, afiches, documentos y joyas que formaron parte del desfile histórico.
Entre las múltiples y originales propuestas del artista, la exposición abunda en la fructífera serie que tiene ya veinte años –y sigue igual de fresca– y que supone también una técnica: la pinturas volumétrica.
Costa fecha la ficción de origen del descubrimiento de la pintura volumétrica en un momento de 1994, cuando quedó extasiado mirando un frasco lleno de pintura amarilla seca. Entonces sacó del envase el contenido de pintura sólida –un volumen amarillo con forma de frasco– y allí habría quedado inaugurada, espontáneamente, esta suerte de continuidad lógica, conceptual y técnica entre la escultura y la pintura. “Creo que cuando vi el pedazo de pintura seca –dijo Costa– vi toda la pintura que Lucio Fontana y otros habían rechazado en algún momento y decidí adoptarla, como a una niña que hubieran rechazado sus padres.”
La investigadora y crítica María José Herrera describe tres de los formatos que toma la obra de Costa a través de las pinturas volumétricas e incluye una lúcida y divertida descripción del propio artista respecto de los monocromos que pueden encontrarse en la naturaleza: “Pinturas volumétricas: con la técnica de moldeado tradicional de la escultura, Costa aplica capa sobre capa de pintura acrílica hasta lograr la forma tridimensional. En el caso de obras que representan frutos, el artista reproduce el interior de los mismos (carne, semillas) que sólo son visibles cuando se los abre.”
“Monocromos y bicromos expandidos: los monocromos y bicromos expandidos comparten con el perceptismo, la tendencia dentro del arte concreto creada por Raúl Lozza, la idea de desbordar el marco, traspasarlo, se diría que con cierto tono irónico parece citar al expresionismo y sus míticos desbordes emocionales que la crítica calificó de ‘visceralidad’ en la puesta de la pintura.”
“Monocromos: los monocromos volumétricos de Eduardo Costa son un homenaje a la materia constituida en forma. Realizados íntegramente con pintura acrílica, otorgan a la pintura una condición de la que históricamente carecía: la tridimensionalidad. Esta práctica lo llevó a pensar en cómo se presentan los monocromos en la naturaleza. Al respecto señaló: ‘Por un lado tenemos las garzas, las palomas, los cisnes blancos, por mencionar algunos ejemplos del reino animal. En estos ejemplos, el exterior es blanco mientras que en su interior existen los colores de los huesos, la carne y los órganos, así como en un monocromo de la pintura bidimensional existen las maderas del bastidor y el color de la tela, y también las posibles capas de otros colores que pueda haber cubierto aquello que vemos, la capa final de pintura. El monocromo afecta en estos casos la superficie del objeto. Sin embargo, otros ejemplos de monocromos naturales, como el mármol, las nubes, la leche o el semen, parecen haber sido la inspiración inconsciente de mis volúmenes totalmente entregados a un color, tanto en la superficie como en su masa total’.”
La exposición muestra que la creatividad de Eduardo Costa propone un arte en contínua expansión, para todos los sentidos.
* En el Mamba, Avenida San Juan 350, hasta el 14 de septiembre.
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