PLASTICA › MUSEO DE ARTE DEL TIGRE: ARTE ARGENTINO DE LOS AñOS ’50 Y ’60
La muestra presenta un panorama breve e intenso de las tendencias que llevó adelante un grupo de artistas argentinos que a mediados del siglo XX cuestionó radicalmente la figuración y la racionalidad en las artes visuales.
› Por Fabián Lebenglik
El Museo de Arte del Tigre (MAT) exhibe en estos días y hasta el 8 de marzo la muestra La explosión de la forma, en donde se propone dar un panorama breve pero intenso de las distintas tendencias que llevó adelante un grupo de artistas argentinos que a mediados del siglo XX cuestionó radicalmente la figuración y la racionalidad en las artes visuales. En este sentido, la “explosión” del título incluye procesos de disolución, expansión, corrosión, dispersión, transformación y negación de la forma.
La muestra se compone de cuarenta piezas (entre pinturas y esculturas) de Kenneth Kemble (1923-1998), Mario Pucciarelli (1928), Alberto Heredia (1924-2000), Clorindo Testa (1923-2013), Alberto Greco (1931-1965), Víctor Chab (1930), Luis Wells (1929), Miguel Ocampo (1922), Martha Peluffo (1931-1979), Enio Iommi (1926-2013), José Fernández Muro (1920-2014), Emilio Renart (1925-1991), Osvaldo Borda (1929), Noemí Gerstein (1908-1996), Aldo Papparella (1920-1977), Alicia Peñalba (1937-1982), Rubén Santantonin (1919-1969), Marta Minujin (1943), Antonio Seguí (1934), Sarah Grilo (1919-2007) y Fernando Mazza (1936). Además se incluye material audiovisual y documental (impresos y fotografías).
“La tendencia natural de las cosas es el desorden”, dijo el científico y matemático austríaco Erwin Schrödinger, que ganó el Premio Nobel de Física en 1933 por la postulación del “Principio de incertidumbre”. Ese mismo –poético– principio que vale para las ciencias bien puede traspolarse a las artes, incluso como principio constitutivo, sobre todo por el estado del mundo después de la Segunda Guerra y los campos de concentración.
Una tendencia que comenzó a gestarse a fines de los años ’40, mientras maduraban el surrealismo y los distintos abstraccionismos artísticos, fue el informalismo, que se constituye en uno de los ejes más fuertes de la muestra del MAT.
Con sus gestos de violencia metafórica, embrionaria y conceptual, el informalismo suponía una materialidad posible para combatir la herencia ya un poco insípida de las vanguardias históricas. Los informalistas mostraban su desapego de la figuración y de la herencia geométrica a través de un juego con la materia, del espesor de la pintura, los grafismos, la espontaneidad de la expresión y la puesta en escena de un vértigo muy cercano a la improvisación y por lo tanto al propio presente de cada obra. Los artistas buscaban la paradoja de atrapar el instante, perpetuando la fugacidad.
A través de la selección que aquí se presenta, resulta notoria la incorporación de materiales banales y de desecho que dan a las obras un peso matérico, fuera de los criterios de composición que habían sido habituales hasta ese momento. El peso de la materialidad (y el materialismo ideológico –asociado al “desecho” de la sociedad obrera e industrial– no era ajeno a estas concepciones estéticas) colocaba en el centro de la obra la preocupación por las cualidades físicas del medio y la degradación y transformación de los materiales.
El artista más fuertemente representado en la muestra es Kenneth Kemble, que puede tomarse como hilo conductor para recorrer la exposición.
A fines de la década del ’50, Kemble –junto con varios de los artistas incluidos en la selección– integró el Movimiento Informalista, que se alineaba con la pasión por el desorden y sostenía el placer por el juego con la materia, el espesor de la pintura, el uso del collage, los grafismos y la espontaneidad de la expresión gestual. En el caso especial de Kemble, el juego con la materia toma, en cierto momento, un signo social, que el artista explicaría veinte años después: “Había estado experimentando con el collage desde hacía años: papeles, trapos y otros menesteres. Pero nunca se me había ocurrido que pudiese utilizar viejas chapas oxidadas o pedazos de madera. La realidad argentina de ese entonces me lo sugirió y logré una nueva expresión plástica un tanto exorbitante que llamé ‘paisajes suburbanos’”.
En la muestra también se exhiben, entre otras, obras relacionadas de Alberto Greco, Rubén Santantonin, Marta Minujin y Luis Wells. Kemble experimentó también con lo extrapictórico y el arte destructivo. En este sentido, en una pequeña sala se proyecta un audiovisual (y se exhibe el afiche) de la muestra de Arte destructivo que tuvo lugar en la galería Lirolay en 1961.
La exposición está dividida en varios capítulos que organizan el recorrido y la mirada: “El monocromo”, “La liberación del gesto”, “Arte destructivo”, “La estética del desecho”, “Explorar la materia” y “Nuevas propuestas de la abstracción”.
Finalmente, si aquella estética de fijar el instante era el revés de la trama de la necesidad de trascendencia, Kemble lo confirma en este fragmento de una conferencia que ofreció el 15 de julio de 1960 en The Society of British Arts de Buenos Aires: “Estoy obsesionado, como muchos de nosotros, por el hecho de que el conocimiento absoluto es inalcanzable. Porque todo lo que podemos conocer acerca de nuestra existencia probablemente es sólo una mera partícula del todo. Y entonces pinto esa partícula, y la simplifico, con la mayor de las humildades. Pero, por supuesto, no estoy satisfecho, y mi ego se rebela contra esta limitación, y protesto, y afirmo mi personalidad, agrandando esta partícula a proporciones monstruosas, quizá con la fatua esperanza de que, debido a este gesto, no pasaré al olvido”.
* En el MAT, Paseo Victorica 972, Tigre, hasta el 8 de marzo.
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