Mar 21.04.2015
espectaculos

PLASTICA › EXPERIENCIA INFINITA EN EL MALBA

Un poco más acá del infinito

El Museo de Arte Latinoamericano presenta una muestra de obras realizadas en vivo, en las que se cruzan varios lenguajes, como el teatro y la performance, entre otros. Buenas intenciones y un resultado desparejo.

› Por Fabián Lebenglik

La muestra Experiencia infinita, que se lleva a cabo en el Malba, funciona como carta de presentación del nuevo director artístico, Agustín Pérez Rubio, que comenzó a trabajar el año pasado en ese museo.

La intención es buena: exhibir obras en vivo, convocando a un selecto grupo de artistas internacionales: Allora & Calzadilla, Diego Bianchi, Dora García, Elmgreen & Dragset, Pierre Huyghe, Roman Ondák, Tino Sehgal y Judi Werthein.

Aunque la muestra es en parte novedosa y oportuna, no resulta tan audaz como despareja.

El aspecto novedoso se debe a que la totalidad de las piezas son instalaciones en vivo, situaciones construidas, representaciones y coreografías. Las obras, que aproximativamente podrían ser descriptas como “situaciones” o “experiencias”, están atravesadas por varios lenguajes: performance, teatro, coreografía, acciones, arte relacional, baile, etcétera. La apuesta resulta oportuna porque coincide con la realización de la primera Bienal de Performance en Buenos Aires (BP.15, que comienza el 27 de abril). Pero Experiencia infinita no pasa de algo anecdótico (con mayor o menor ingenio) excepto por las obras de Diego Bianchi, Allora & Calzadilla y Dora García. Tal vez el Malba no resulta el lugar más adecuado para tales piezas, porque les da un tono pretencioso, quizás ampuloso; como si sobre este registro de géneros artísticos el lugar atentara contra el sentido. El uso de los espacios tampoco parece el mejor: la escala está equivocada, el volumen de las salas luce desproporcionado, y esto neutraliza el efecto. Como si la retórica se impusiera amansando las obras. Excepto en las piezas de García y Bianchi.

Más allá de la performance y otros géneros conexos, Buenos Aires es una de la ciudades del mundo con mayor cantidad de teatros, especialmente off. La dramaturgia, la danza-teatro y la coreografía han incorporado muy creativamente las artes visuales, entre otras artes. Por lo tanto hay un público que está acostumbrado a estos cruces y experiencias, que desde hace un tiempo también son capitalizados por los espacios de las artes visuales, ávidos de renovar sus audiencias. Lo novedoso sería entonces el cambio de contexto (el paso a un museo privado que puede sobreproducir una muestra); el recorte y la puesta en foco de situaciones teatrales, así como la enunciación de una genealogía que ansía validarse.

Pérez Rubio busca imperiosamente, en el texto del enorme catálogo, colocar esta muestra en el mapa artístico, establecer antecedentes y parentescos y apelar a la autoridad académica demandando papers.

La obra de Diego Bianchi, Suspensión de la incredulidad, consiste en que un hombre, con hilos sujetos a distintas partes de sus ropas y extremidades, sostiene una gran cantidad de objetos distribuidos a distintas alturas y por todo el espacio de la sala. Una especie de titiritero y esclavo en el que un sistema precario e inestable de objetos está, por una parte, a su merced y, por la otra, lo somete.

Según se explica en el catálogo, “Bianchi designa como ‘presencias’ este tipo de performances que exigen del participante la única tarea de permanecer; en las que las acciones, mínimas, están en función de objetos o situaciones que se dan sólo gracias a su existencia. Durante el tiempo estipulado, el participante puede moverse, acomodarse o relajarse. La subsistencia del sistema constituye su programa. El estar es su tarea”.

En la pieza “Puerta giratoria”, de Allora & Calzadilla, una decena de bailarines forma una fila en un espacio circular y, al mismo tiempo, obstruyen la comunicación entre la sala y el corredor de acceso. Como el grupo forma de pared a pared y va ejecutando distintas coreografías sincronizadas, va “barriendo” a los visitantes. Según se explica en el libro-catálogo, “los movimientos incluidos en la coreografía han sido tomados de protestas políticas, marchas militares y formaciones escénicas, en una reflexión sobre los diversos gestos que creamos al unísono”.

La obra “Narrativa instantánea”, de Dora García, consiste en un/a observador/a que dentro de una sala en semipenumbra selecciona y escribe sobre lo que ve, fundamentalmente redacta someras descripciones de los visitantes y sus actitudes. Su escritura se proyecta sobre la pared, pero la conexión entre la persona que opera la computadora y los textos proyectados no resulta inmediatamente evidente. Se trata de una escritura signada por el momento, que es leída simultánemente por quienes circulan por la exposición, varios de los cuales pronto identifican el origen de los textos.

Cuando los visitantes (que circulan, van y vienen de una sala a otra) advierten la situación, se genera un cruce de miradas y un proceso de interdependencia que en parte se refleja tanto en el público como en los textos escritos y proyectados. (En el Malba, Figueroa Alcorta 3415, hasta el 8 de junio.)

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