PLASTICA › ESPACIO OSDE: EL DIARIO CRíTICA Y LAS ARTES VISUALES
La muestra Arte y sociedad en un diario argentino recrea la intensa experiencia de la célebre publicación y la cultura, entre 1913 a 1941. Aquí se analiza el espacio que ocuparon las artes plásticas
› Por Tatiana Kohan *
Al proponernos analizar el espacio que ocuparon las artes plásticas en Críticaen el período abarcado entre el año de su fundación, 1913, y el año de la muerte de Natalio Botana, su creador, en 1941, encontramos que, a diferencia de otras manifestaciones artísticas –como la música, el teatro o el cine–, éstas no tuvieron un lugar específico en la estructura de Crítica, su aparición era irregular y aleatoria.
Dada la amplitud del período estudiado, nos centraremos en el tratamiento que el periódico brindó de las artes plásticas locales, dejando fuera de nuestro recorte las visitas, obras y debates que propiciaron las producciones artísticas del exterior.
Partiendo de un relevamiento del período –que no es exhaustivo, y que futuras investigaciones podrán enriquecer– encontramos, desde un período muy temprano, notas de divulgación dirigidas a un público no especializado sobre lo que son las bellas artes, sus diferentes divisiones disciplinares, qué es lo que caracteriza o se estima que debiera caracterizar al arte nacional; notas con un fuerte tono crítico dirigido tanto hacia las instituciones oficiales, como a sus representantes; y, por último, notas dedicadas a artistas individuales que el diario elige destacar, muchas veces acompañadas por retratos fotográficos de los mismos e imágenes de sus producciones. La mayor parte de este corpus textual no está firmado. Sin embargo, como veremos más adelante, hay excepciones.
Al analizar este corpus, diverso y fragmentario, encontramos ciertas constantes que atraviesan su discurso: una férrea oposición a los dictados de la Academia Nacional de Bellas Artes y a sus autoridades, especialmente a la figura de su director entre los años 1908 y 1935, el artista Pío Collivadino; fuertes cuestionamientos a las inclusiones y exclusiones propiciadas por las diferentes ediciones del Salón Nacional de Bellas Artes y el Salón de Otoño; un intento por definir, discernir y cuestionar qué es el arte nacional, característica compartida por amplios sectores del campo cultural, en torno al centenario; un discurso que propone ponerse del lado de la renovación en el terreno artístico. Renovación buscada tanto en los aspectos formales de ciertas obras, como también en la apelación a los orígenes humildes y populares de muchos de los jóvenes artistas que el periódico elige resaltar.
Partiendo de este material heterogéneo, el trabajo de selección de obras para esta exposición intentó, en los casos en que fue posible, exhibir aquellas obras que fueron publicadas en las páginas del diario; en otras ocasiones no se pudo hallar exactamente el material reproducido, por lo que se buscaron obras pertenecientes a una misma serie o al período. La selección de obras intenta poner de relieve a los artistas y producciones que Crítica apoyó y promovió, aun cuando en ocasiones éstas entraron en contradicción con sus intenciones de posicionarse como una publicación que apoyaba el arte de avanzada, oponiéndose a los dictados de la academia, en su búsqueda por promover un auténtico arte nacional y que a su vez tuviera un fuerte anclaje en los sectores populares.
Agustín Riganelli y Benito Quinquela Martín ocuparon un lugar destacado entre los artistas a los que Crítica les dedicó atención en sus páginas. A lo largo del período estudiado, las crónicas se ocuparon insistentemente de ellos, tanto de sus obras como de sus aspectos biográficos y su posicionamiento dentro del campo artístico local.
Fueron presentados por el diario como ejemplos de artistas del pueblo, por su producción plástica, sus orígenes humildes y su lucha frente a las adversidades.
La apreciación de Crítica sobre la obra de Fader varió ampliamente a lo largo del tiempo. En vida del pintor las críticas podían ser mordaces: “...no son pocos los que se han dado cuenta que no sólo por el caminito de Fader se llega a la meta de la realización artística...” (en Crítica, 22 de noviembre de 1926). Mientras que al fallecer, esta apreciación se modificó considerablemente: “Fernando Fader, el gran artista muerto ayer, era un valor universal” (en Crítica, 1 de marzo de 1935).
Guillermo Facio Hebequer fue uno de los participantes del Primer Salón Anual de Grabado de 1931. Luego de esta exposición, el Museo Nacional de Bellas Artes adquirió una de las estampas de El velorio, perteneciente a la serie El conventillo.
Las temáticas desarrolladas en la obra gráfica de Facio Hebequer, así como su militancia y compromiso social, hicieron que él fuera uno de los artistas más ponderados por Crítica.
“Guillermo Facio Hebequer fue un pintor de pueblo, que amó y comprendió al pueblo. No fue un intelectual que llevaba a su pintura un método o una escuela. Su escuela fue la realidad y la vida. Aprendió a pintar en las calles y por eso su pintura, su arte en general, era netamente nuestro... El arte argentino, en su expresión más auténtica, pierde a uno de sus valores más genuinos... Ysucederá lo mismo que con Fader, que los que silenciaron su obra durante su vida, ahora que él ha muerto, se pelearán por dar conferencias acerca de su obra” (en Crítica, 28 de abril de 1935).
José Arato, Adolfo Bellocq, Guillermo Facio Hebequer, Agustín Riganelli y Abraham Vigo formaron la agrupación conocida como los Artistas del Pueblo. Tal como su denominación lo indica, su interés radicó en acercar el arte a los sectores populares, priorizando las artes gráficas, fácilmente reproducibles; representaban temáticas cargadas de una fuerte crítica social y se oponían a los rígidos dictados de la academia, sin por ello dejar de participar en certámenes oficiales. Crítica dedicó a Riganelli, Facio Hebequer y Bellocq un lugar importante en sus páginas.
“Buenos Aires, antena presta siempre a recoger todos los ecos de la moda, permaneció sorda a los aleteos de éste (el cubismo)... Un solo hombre, alerta, oyó acá el llamado de los grandes innovadores y plegándose a ellos aportó sus dones de gran colorista y de excelente dibujante llegando después de las primeras tentativas, a imponer su nombre entre los primeros innovadores. Nos referimos a Pettoruti.” (1 de octubre de 1926).
El diario le dedicó estas líneas a la exposición de acuarelas que Pettoruti presentó en la Asociación Amigos del Arte, sin embargo, es interesante destacar que en ese conjunto no presentó obras que adscribieran a una estética ligada al cubismo, sino que se trataba de una serie de paisajes, lo cual podría estar evidenciando un intento de Crítica por ponerse del lado de lo novedoso y rupturista, aun a riesgo de forzar ciertos términos e interpretaciones.
“Pocos días antes de morir, Alfredo Ch. Acosta, el gran crítico, conocido entre las gentes de arte por su seudónimo de Atalaya ... escribió sobre los dibujos de Emilio Pettoruti, el artículo que el conocido pintor nos ha cedido para los lectores de Crítica...: ‘Pettoruti es un pintor sapiente que dibuja... El dibujo, es la escritura más personal y más íntima de todo artista. Es la desnudez, tiritante. Lo delata todo...Con cuatro líneas, ya sabremos cuál es su visión del mundo. Es, en consecuencia, la más tremenda autobiografía, y la más terrible a veces. El dibujo es la base primordial del mundo, porque se hunde en la abstracción... El mayor encanto de los dibujos de Pettoruti radica en su empeñosa búsqueda de la íntima estructura de las cosas...’.” (6 de octubre de 1932.)
✱ Licenciada en artes, miembro del equipo de curaduría e investigación del Espacio de Arte de Fundación OSDE.Fragmentos editados de los textos escritos especialmente para la muestra, que es un proyecto del escritor e investigador Alvaro Abós.(Suipacha 658, hasta el 23 de enero de 2016.)
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