Mar 23.02.2016
espectaculos

PLASTICA › ANTOLOGíA DE MIGUEL GANDOLFO EN MENDOZA

Cuestión de ensayo y acierto

El reconocido artista mendocino presenta en su provincia un “ensayo” retrospectivo que resume 25 años de trabajo. Sus dos oficios, carpintero y escultor, se cruzan de manera original en el conjunto de su obra.

› Por Fabián Lebenglik

El artista mendocino Miguel Gandolfo (1965) presenta en estos días y hasta el 3 de abril una antología retrospectiva que él, al modo experimental e intuitivo en que funciona su propio laboratorio mental y su taller de escultura, prefiere catalogar como “Ensayo de retrospectiva”.

Escultor del staff de artistas de la galería local Daniel Rueda, Gandolfo exhibe en esta antología una serie de piezas realizadas entre 1990 y 2015. La muestra se lleva a cabo en el amplio espacio de la bodega Andeluna, en el Valle de Uco (más precisamente en Gualtallary, Tupungato), en el contexto privilegiado del paisaje de los Andes.

Gandolfo estudió dibujo y pintura desde niño, en una escuela vocacional; aprendió el oficio de carpintero en el taller de su padre y se formó en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo de Mendoza, donde se graduó como profesor de Artes plásticas, con especialidad en escultura.

Es decir que el artista reúne dos oficios: carpintero y escultor. Y los combina con originalidad, lucidez y una gran complejidad. Como escribió hace unos años quien firma estas líneas, se trata de una combinación productiva, gracias a la cual propone complejas geometrías en sus esculturas en madera, que complementan y cuestionan la tradición escultórica moderna. Por una parte, piezas de estructura matemática; por la otra, piezas de conformación caótica. Un diálogo entre organización y caos en donde la misma noción de estructura forma parte del planteo para avanzar hacia formas más dinámicas y desconcertantes.

El “ensayo” retrospectivo, tomado en conjunto, evidencia un desarrollo que conforma un único cuerpo de obra. Pero si se observan aisladamente piezas de diferentes etapas, podría parecer que pertenecen a distintos artistas, porque Gandolfo parte de conceptos e intuiciones (y mucho oficio) -al modo de un laboratorio- que en la lógica del hacer va tomando caminos que sabe dónde comienzan pero no dónde terminan. Porque hay una lógica propia de los materiales y las formas, con las que el artista “negocia” la estructura final que tendrá cada pieza. Varias de sus obras lucen como el resultado de que se hubiese filtrado un virus informático en el diseño de una estructura, hasta enloquecerla.

Sobre los “nudos” que construye Gandolfo, la directora del Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza, Laura Valdivieso, escribió hace años que “las dificultades técnicas revisten una importancia sustancial en su obra, ya que parte de las ‘pautas’ que el artista se impone sólo cumplen esa función. No utiliza técnicas tradicionales de trabajo en madera, sino más bien echa mano de toda la tecnología que tiene a su alcance. Obviamente no talla, sino que corta y ensambla. Pero ni cortes ni ensambles comunes, sino una sucesión de ángulos de múltiples graduaciones calculados con precisión. En los últimos trabajos, agrega una moldura asimétrica que complica aún más el ya complejo problema de la angulación. Pero atendiendo al segundo asunto, es evidente que para Gandolfo la complejidad no es sólo un problema técnico, sino que es prácticamente una categoría estética. La simpleza de las formas geométricas, en el marco de la No Figuración, prácticamente se agotó con las propuestas minimalistas. Su obra podría ser una especie de ‘constructivismo barroco’. Porque, si bien es un gran conocedor de las expresiones de arte geométrico internacional y argentino de mediados de siglo, de los cuales se reconoce descendiente, algunas posiciones radicales lo separan de él. La primera es justamente este punto de la complejidad visual que tienen sus esculturas; la segunda es que sus obras son modelos formales que se justifican a sí mismos en el campo del arte, desprovistos completamente de las ideologías y teorías sociológicas de aquéllos”.

Por momentos sus “nudos” aparecen como sistemas en expansión indeterminada, hasta que su forma se congela de un modo bellamente extraño. En este sentido, la complejidad de la que hablábamos al principio, en una amplio conjunto de piezas de recorrido caótico, pareciera –engañosamente– haberse resuelto de manera simple.

Hace quince años, el maestro Alejandro Puente (1933-2013) se sintió muy atraído por la obra de Miguel Gandolfo y escribió el siguiente texto: “El trabajo le da sentido a la sociedad: la humaniza”. Esta definición puede aplicarse a las obras de Miguel Gandolfo. Sus hábiles manos eligen, seleccionan, cortan, ensamblan y definen sus construcciones. Al mismo tiempo, cómo no ver en ese rigor una doble lealtad a la idea y a la materia, las cuales manifiestan una lógica de las formas, las líneas y los espacios. Al igual que algunos de los artistas de su generación, Gandolfo no cuestiona la Geometría, al contrario, la utiliza, pero marcando diferencias a partir de ella. Mas allá de la diversidad que encuadran las definiciones académicas, las obras de este artista comunican saberes y sensaciones. A diferencia de las fantasías –más declamatorias que reales de ciertos colegas de principios del siglo XX–, sus trabajos no pretenden cambiar el sentido del arte, sino que producen estímulos placenteros por su saber constructivo, sus espacios activos y dinámicos que movilizan la mirada del espectador.

Algunos de ellos son escrituras o jeroglíficos que no se registran como graffiti o ideogramas sobre soportes diferentes. Se desarrollan en el espacio, con espesor y peso, no para ser leídos, sino para ser vistos. No hay que comprenderlos, sino contemplarlos.

Como valor agregado, muchas de sus construcciones tienen marca de origen y procedencia. Fueron realizadas con maderas de toneles de vino, en las cuales este liquido elemento dejó sus huellas; tiñó, impregnó y coloreó esta antigua materia. La impregnación no está exaltada, Gandolfo nos convoca a descubrirla como una sutileza más en los aspectos plurales de su obra”.

Desde obras pequeñas, laberínticas en su propuesta formal, hasta un gran “nudo” de madera (véase imagen inferior) de mediana escala –con el cual, según el artista, busca un tamaño envolvente y una escala en relación directa con el tamaño del espectador– los formatos y tamaños varían.

Otro maestro, Luis Felipe Noé, también atraído por las esculturas de Gandolfo, escribió: “Esencialmente carpintero, construye con la lógica de la poética musical abstracta. Totémicamente se instalan en el espacio convivente, por ejemplo un marco de cuadros que se enloquece y va proyectándose por los aires mas allá de la pared que tiene de referencia, o cajones (emparentados a roperos) que no tienen en sus divisiones internas más lógica que la poesía musical que puede existir en la carpintería. Lo objetual y lo poético se casan en su obra”.

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