Dom 14.10.2007
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PLASTICA › ROCAMBOLE VOLVIO A LA PLATA

“Con los Redondos, yo iba atado a la cola del cometa”

El mítico ilustrador de las tapas ricoteras estuvo nueve años sin exponer en su ciudad, desde que robaron su Luzbelito. La obra reapareció y Rocambole decidió montar allí otra muestra.

Volvió Luzbelito a La Plata. Mejor aún, volvió a exponer allí su creador, Ricardo Cohen, más conocido como Rocambole y por las ilustraciones de las tapas de los discos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. La muestra se llama El rito del pasaje y puede visitarse en el Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano (Macla), ubicado en el Pasaje Dardo Rocha, Calles 7 y 50 de la ciudad de las diagonales. Tras nueve años de “exilio” autoimpuesto por el robo de una estatuilla de arcilla de ocho kilos con la figura de Luzbelito (ese demonio melancólico salido de la poesía ricotera) la obra reapareció, y con ella, las ganas de exponer en La Plata.

–Usted dijo que los chicos sienten como si fueran suyas las obras que creó, que a veces se las llevan por eso ¿por qué pasa esto?

–Porque los chicos usan mis obras. Yo no me atrevería a hacerme ningún tipo de tatuaje, ¡y mucho menos con un dibujo mío! Si alguien lo quiere tanto como para usarlo toda su vida en el cuerpo, el dibujo es más de esa persona que mío. Además, las imprimen en sus remeras, en calcomanías, ¡en banderas! En los recitales de Los Redondos había enormes banderas con dibujos que yo había hecho y que capaz ellos las reproducían con mayor calidad que yo mismo. A veces me asombraba por el trabajo monumental que hacían. Porque incluso re-creaban esos dibujos de alguna manera.

–Esa “explosión” del público por su obra llegó con Los Redondos, ¿qué significó esa etapa?

–Fue la posibilidad, ya bastante maduro, de que mis dibujos se difundieran. Fue un golpe de reconocimiento grande para mi carrera, porque lo que más quiere alguien que hace imágenes es que sean vistas. Que los jóvenes las adoptaran y las reprodujeran fue una difusión doble. Es como si hubiera hecho una gigantesca exposición que anduviera por la calle.

–Para muchos fanáticos usted es el “Redondo” que no se subía al escenario. ¿Lo sintió así realmente?

–No tanto, porque en relación a lo que es la actividad del músico lo mío es muy diferente. Yo iba atado a la cola del cometa. Lo que hice fue acompañar ese camino desde el lado de la gráfica.

–Pero hay una integración importante entre lo musical y lo estético.

–Aquellos que éramos de La Plata (y quienes estábamos en La Cofradía de la Flor Solar) siempre habíamos pensado en una integración de las artes musicales, plásticas, teatrales. El grupo surgió de una especie de “deformidad” que incorporaba hasta actos circenses.

–Ya desde La Cofradía su vida se liga al rock...

–Es la música que aparece justo cuando entré en la adolescencia. Fui una especie de fanático del rock. Siempre fui bastante antiguo, tengo mis viejas colecciones de rock nacional, de los más primitivos y cuadrados. Y haber trabajado con músicos locales para gestar eso que fue el rock nacional me pareció fantástico.

–Habla de colecciones antiguas y de diseño. Con la llegada del CD y del mp3, mucha gente se lamentó por el destino del arte de tapa.

–Detrás de cada pérdida siempre hay alguna ganancia. Cuando se comprimió la imagen, que se pasa del vinilo al CD, los diseñadores se dieron maña y sacaron el booklet. Entonces, si bien se reducía la superficie, también el librillo tenía muchas hojas con información y mucha gráfica.

–¿Y con el formato digital?

–Ahora que se va al mp3 y estas cosas con chip de memoria, fijate que también aparece el mp4, que te da la posibilidad de ver y bajar dibujos, videos, o imágenes relativas a lo que fuere, ya sea música o no.

–Para el artista plástico tradicional lo digital parece constituir un desafío. Algunos eligen ignorarlo, otros lo abrazan, ¿cuál es su reacción?

–Me interesa la relación entre las técnicas manuales y las tecnologías digitales. He hecho mucho de eso en los últimos tiempos. La relación entre los softwares que presentan situaciones complejas de gráfica y lo artesanal es muy buena. Creo que, por el contrario, uno no se puede poner en contra del progreso tecnológico, más bien hay que aprovecharlo.

–¿Está dejando el dibujo?

–No, ojo, yo siempre dibujo, es fundamental ese aprendizaje (Cohen es docente de la materia en la Facultad de Bellas Artes de La Plata). A partir del dibujo se puede hacer cualquier cosa con cualquier técnica y cualquier tecnología. Es más, me parece que todos los grandes problemas de la plástica de todos los tiempos se resolvieron siempre en ese humilde espacio que fue el papel.

–Alguna vez dijo estar por fuera del circuito artístico, sin embargo es docente universitario y expone en museos. ¿No es algo contradictorio?

–Cuando yo digo que estoy fuera del circuito es porque la crítica oficial artística no me registra. Pero es algo recíproco. Por lo general uno llega al museo cuando tiene una etapa de consagración, ha hecho mucho trayecto en la plástica digamos “oficial”, expuesto en galerías, recibido críticas, becas, ganando premios, yo nunca gané nada... entonces parece que hubiera pasado por arriba de los canales normales. Pero no creo que el Malba me vaya a invitar, ni ninguno de esos lugares a ese nivel.

–¿Cuál es su lugar, entonces?

–Lo mío es más de índole popular. En algún momento, no tanto ahora, la ilustración, el cine, la historieta fue considerado un poco como “arte menor”, y la pintura de galería, el concierto académico eran consideradas las “artes mayores”. Y ahora se están limando estas fronteras.

–El avance de estas expresiones, ¿no puede hacer que se gane un lugar en los espacios tradicionales?

–Yo creo que de hecho lo ganan. Pero qué sé yo, el animé, el manga y todo eso, por ejemplo, tiene un grupito particular, una especie de círculo cerrado... y ahí se divide, porque la gente de la historieta tradicional no se junta con la del manga.

Sobre las influencias y los nuevos movimientos que han atraído el ojo de Rocambole, algo puede verse en la exposición. Por ejemplo, hay una serie de ilustraciones digitales que realizó entre 2001 y 2007, trabajos que hizo para Skay Beilinson y otros músicos y algunos dibujos plasmados en bloc. En otra sala (“que con mucho esfuerzo conseguí que me pintaran de negro”, comenta pícaro el dibujante) hay una instalación que simula un rito y alude al secuestro del Luzbelito. También hay unas grandes pinturas que, en palabras del propio autor, tienen “temáticas oscuras, complejas de interpretar porque dan un mensaje algo ambiguo”.

Informe: Andrés Valenzuela

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