DISCOS › BENNY GOODMAN EN VIVO EN EL CARNEGIE HALL
Es, sin discusión y a pesar del lugar común, una de las grabaciones más importantes de la historia del jazz. El rescate en CD permite comprobar la excelencia del clarinetista y sus bandas de apoyo, con una claridad sonora que asombra.
› Por Diego Fischerman
Hablar de un disco como de uno de los más importantes de la historia del jazz siempre suena un poco exagerado. Y es que ésa es una historia escrita precisamente con discos –el resto se trata de recuerdos–; hay muchos y muy buenos y cualquier lista donde la excepcionalidad se convierte en regla es, por lo menos, sospechosa. ¿Es que acaso sería posible un cuadro de honor con no menos de doscientos o trescientos nombres? Tal vez no. Quizá algunos de ellos –alguna grabación amada de Curtis Fuller, o de Stuff Smith, Sidney Bechet, Keith Jarrett o Lee Morgan– deberían descartarse. Pero respecto de unos pocos títulos no hay duda posible. Y la grabación del concierto que Benny Goodman dio en el Carnegie Hall el 16 de enero de 1938 es uno de ellos.
La presentación tuvo varias partes, entre ellas una en la que la banda del clarinetista recorrió “veinte años de jazz”, con piezas como “Sensation Rag” y “Shine” y un personal que incluyó a Johnny Hodges, Cootie Williams y Harry Carney, todos ellos asociados con Ellington, y una jam session de la que participaron, entre otros, Count Basie y Lester Young. Además, Goodman tocó en trío junto al pianista Teddy Wilson y el baterista Gene Kruppa y en cuarteto, con el agregado del vibrafonista Lionel Hampton. Los arreglos de la banda, donde brillaban músicos como Harry James y Kruppa, desde ya, eran de Fletcher Henderson, Jimmy Mundy, Edgar Sampson, Horace Henderson y Claude Thornhill. Y, por otra parte, la edición en dos CD, recién publicada localmente por Sony BMG, no sólo incluye varios temas inéditos en la edición original en LP sino que la restitución sonora es asombrosa. Parece un milagro que una grabación en vivo realizada hace más de 70 años pueda escucharse así.
El virtuosismo de Goodman como clarinetista está fuera de toda duda. Y la capacidad como solistas de sus socios en los grupos chicos, también. Sin embargo, sus grabaciones han caído en un cierto menosprecio por parte de los seguidores del jazz posterior al bop. Como si toda orquesta bailable hubiera sido lo mismo –y como si a todas se las hubiera escuchado de la misma manera–, la extraordinaria Big Band de Benny Goodman pasó a formar parte de un oscuro limbo, condenada, entre otras cuestiones, justamente por su éxito. Sin embargo, no sólo el sonido de la orquesta es imponente –y los solos de Goodman deslumbrantes– sino que el papel jugado por sus solistas (y por esas revolucionarias versiones en trío y cuarteto) fueron fundamentales en la consolidación de un jazz especulativo en su lenguaje y desafiante para la escucha. Entre los antecedentes de eso que todavía hoy sigue siendo el jazz moderno, es decir el bop y sus posteriores herencias, estos grupos de Goodman resultan fundamentales. En varias de las piezas canta la excelente –y hoy casi olvidada– Martha Tilton y, dentro de un marco homogéneo, se destacan, de todas maneras, las versiones de la orquesta de “Sin Sing Sing (With a Swing)”, “Swingtime in the Roses”, “Sometimes I’m Happy” y “One O’Clock Jump”, y los exquisitos “The Man I Love” y “Stompin’ at the Savoy”, por el cuarteto.
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