Mié 16.06.2010
espectaculos

DISCOS

Lanzamientos

8-Amor en polvo

Emmanuel Horvilleur. Sony Music, 2010.

El ex Illya Kuryaki crece en su cuarto disco como compositor y como ideólogo de álbumes. El corte “12:30” ancla en su modelo de canción habitual, pero cuando la temática podía parecer circular, sorprende con el regreso a la fantasía y los dibujos animados, una caricatura divina y un mea culpa (“El quemado del amor”). Aquí hay varias de sus melodías más logradas, aun cuando no haya hits como “Radios” o “Soy tu nena”. Aquí disco, funk, pop y rock se confunden. Y aquí los arreglos de Alejandro Terán terminan de sacarle brillo a un sólido cancionero. L. P.

7-Aromas

Sandra Peralta. PAI

Desde la música costeña del Perú como punto de partida identitario, la cantante Sandra Peralta despliega un repertorio latinoamericano que conecta con la música argentina en una canción con aire de vidala y en una vidala de su autoría. En la banda que acompaña a la peruana se destacan los elementos percusivos, colocados con buen gusto, que se lucen especialmente en el landó “Fuegos disimulados”, de Olga Milla. Entre los invitados hacen su aporte la cantante Lorena Astudillo y el guitarrista peruano argentinizado Lucho González. K. M.

8-All Days Are Nights...

Rufus Wainright. Universal

Los fans de Rufus Wainright ya se habían acostumbrado a cierta ampulosidad elegante, que en éste, su sexto disco, es abandonada drásticamente. Dedicado a su madre, la cantante Kate McGarrigle, fallecida este año, All Days Are Nights: Songs for Lulu es acaso el más triste de los trabajos de Wainright. El, su voz y su piano, se bastan para recorrer todos los pliegues de la melancolía a lo largo de doce canciones bellísimas, aunque difíciles de digerir. “Who Are You New York”, “The Dream” y “Martha” son algunas de sus gemas. F. D.

7-Anomaly

Ace Frehley. Leader Music

En el primer tema, “Foxy & free”, el ex Kiss amenaza con ubicarse en el andarivel “hardrockero” de Jimi Hendrix. La ambición luce desmedida, pero el guitarrista va bajando luego algunos cambios y a lo largo de todo el disco se reafirma como lo que es: un ejecutante de buen pulso, obsesionado por los riffs gancheros. A veces más pesado, otras más ligerito, Frehley luce “bien ’70” y se posiciona, de cara a la inevitable comparación con sus amiguitos de Kiss, con una suerte de dignidad loser. Esto es lo que soy, parece decir. Nadie le pediría más. F. D.

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