DISCOS › BAD AS ME, EL NUEVO DISCO DE TOM WAITS
A siete años de Real Gone, el cantante, guitarrista y tecladista publicó un disco que encanta desde el primer momento.
› Por Eduardo Fabregat
Siete años puede ser mucho o poco tiempo, depende de cómo se mire y la circunstancia. Es, ciertamente, mucho tiempo para esperar un disco: octubre de 2004 fue la fecha de salida de Real Gone, y a medida que el tiempo pasaba, se empezaba a sospechar que quizá Thomas Alan Waits estuviera realmente fuera de la actividad discográfica. Hasta que llegó Bad as me. O sea, hasta ahora.
Ni siquiera es necesario tener especial afecto por el universo sonoro que propone el californiano de voz estragada: alcanza con que empiece a sonar esa andanada propulsada por caños en staccato y las guitarras de Marc Ribot y un tal Keith Richards, y Waits se lance al alucinado fraseo de “quizá las cosas sean mejores en Chicago”, para que haya un encantamiento inmediato. Las marcas de identidad están intactas. Con el correr de los temas habrá quien diga: “Es lo mismo que hace siempre”. Y sí. Es Tom Waits. ¿Es que alguien quiere algo distinto?
Waits, gran chamán de las canciones masticadas y desgarradas, tironeadas y susurradas, envueltas en humo y alcohol, lo hace de nuevo: un puñado de momentos tan breves (sólo dos canciones superan los cuatro minutos) como contundentes, tan desafiantes como seductoras. Con cosas como el aire enfermizo de “Raised Right Man” (con Flea tocando el bajo de modo radicalmente diferente a como lo hace en los Peppers) y la adrenalínica “Get Lost” –otra vez esos metales pistoneando–, y el demoledor viaje que propone “Hell Broke Luce”, otra vez con Richards y Ribot cruzando armas hasta que un arma de verdad, una ametralladora, viene como si nada a puntuar semejante ataque sónico.
¿Es entonces Bad as me un disco a escuchar lejos de oídos sensibles? En absoluto. Cuando es necesario, el veterano Tom hace brotar un clima neblinoso, sea en los falsetes de “Talking at the Same Time” o en esas clásicas canciones borrachas inseparables del guitarrista y tecladista, como la melancólica “Face to the Highway”, la arrastrada “Kiss me” (que parece salir de una AM a través de un parlante desconado), o el precioso cierre con acordeón que viene a poner “New Year’s Eve”. Más Tom Waits que nunca, si se quiere, pero es lo que se agradece: el tipo no necesita andar demoliendo su identidad. El disco apareció ayer en Estados Unidos a través de ANTI–, el sello de Waits, quien firmó un acuerdo de distribución con Warner; es de esperar que semejante perla tenga su edición local. Aunque tome un tiempito más, a quién le importa: después de siete años, la espera vale la pena.
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