Mié 07.12.2011
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Las chicas de los Stones

Corrían tiempos tormentosos para The Rolling Stones. Acusado de “posesión de heroína para la venta” en Canadá, Keith Richards vivía con los nervios del yonki enfrentado a la franca posibilidad de una larga temporada en prisión. El peso de los primeros quince años de la banda, un auténtico vendaval creativo, llevaba a la lógica pregunta de cómo seguir. Nueva York, la ciudad donde surgieron las canciones que se grabarían en París, era un caldero en el que se cocían la crisis económica, el gran apagón que terminó en saqueos e incendios y las tropelías de un serial killer que se hacía llamar El hijo de Sam y decía castigar las prácticas disolutas de los neoyorquinos. El soundtrack de eso era pura esquizofrenia: por un lado, el punk recién llegado de Inglaterra; por otro, aquello que los productores blancos habían hecho con el funk y el soul negro, la música disco. De todo eso, y de las tensiones ya existentes en esa institución llamada Rolling Stones, salió un disco que vino a demostrar –largamente– que el quinteto estaba vivo, bien vivo: Some girls. 33 años después, mientras continúan las negociaciones entre Richards y Mick Jagger acerca de cómo será la celebración del 50º aniversario del grupo (¡cincuenta años!), el sello Universal acaba de lanzar en todo el mundo una deluxe edition con el disco original remasterizado y un segundo CD con lados B, out takes y curiosidades. Lo primero que salta al oído es que las chicas envejecieron bien: canciones como “When the whip goes down”, “Shattered”, “Respectable”, “Far away eyes”, “Before they make me run” (donde Richards canta sobre la sensación de esa espada de Damocles judicial sobre su cabeza) y, claro, “Miss you” siguen teniendo el encanto de la primera vez... aunque esa “primera vez”, con el tempo disco de “Miss you”, preocupó a más de uno. El segundo disco contiene típicos ejercicios rhythm and blues de los Stones como “Claudine”, “So young”, “When you’re gone”, “Spare parts” (con instrumentos grabados en 1978 y Ja-gger agregando su voz en 2011), la emotiva “We had it all” (flagrante prueba de hasta qué punto Richards ha quemado su voz con cigarrillos y alcohol) y la arqueológica “Petrol blues”. Lo único que se le puede reclamar a la edición es, precisamente, que aunque presenta liner notes del periodista Anthony de Curtis, no da un solo dato sobre las grabaciones del “Bonus Disc”. Deluxe, sí, pero hasta ahí nomás.

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