DISCOS › CANCIONES PARA ALIENS, VERSIONES DE FITO PáEZ
El rosarino, que sabe de recreos compartidos para tomar distancia de su propia obra, se juntó con el tecladista Leo Sujatovich con la idea de repasar algunas de las canciones más bellas del mundo. Chico Buarque, Pablo Milanés y León Gieco están entre los invitados.
› Por Karina Micheletto
Fito Páez sabe de paréntesis musicales, de recreos compartidos con los que toma distancia de la obra propia. Lo hizo, de diferentes maneras y con diferentes intenciones, con Spinetta en el gran La la la; con Gerardo Gandini, probando ropajes sinfónicos, o con Joaquín Sabina cuando fueron (literalmente al principio) aquellos Enemigos íntimos. Ha formado equipo ahora con el pianista Leo Sujatovich, productor artístico de estas Canciones para aliens: así se llama el nuevo disco, hecho todo de versiones. Versiones con sello Páez, de algunas de las canciones más bellas del mundo. Aquellas que han moldeado la sensibilidad de al menos un par de generaciones. Y si para definir a “las más bellas del mundo” existen tantas listas como sensibilidades posibles (vale también para las canciones), la que ha hecho suya Páez, a su modo, suena contagiosa por momentos, iluminadora de nuevos rincones para viejas canciones por otros, y también como gustos personales en algunos tracks. Chico Buarque, Pablo Milanés, León Gieco, Hugo Fattoruso, Juanse, Fabiana Cantilo, Gabriel Carámbula y Lucho González aparecen entre los artistas invitados a estas Canciones para aliens.
Están, para empezar, las traducciones (de letra y forma) a cargo de Páez. Con una abre el disco: “Dancing in the Street”, de Marvin Gaye, que aquí se llama “Baila por ahí” en una versión compartida con Juanse. Con otra lo cierra y trae a su territorio a Bob Dylan, logra hacerlo propio en la síntesis de “Doblen las campanas”. El otro momento alto del trabajo es “Somebody To Love”, de Freddie Mercury: si es difícil meterse con los himnos, aquí el rosarino le pone tanto de sí como indica el paeziano título elegido, “Las dos caras del amor”. Otros himnos habilitan búsquedas más acotadas: en “El breve espacio en que no estás”, de y con Pablo Milanés, el énfasis suena puesto en el dúo con el invitado. Y el Va pensiero de Verdi, esa aria que para los italianos es un verdadero himno nacional, suena como un gusto personal.
Es curioso lo que pueden las versiones: aun una máquina perfecta, que por eso mismo a priori parece tan cerrada como “Construcción”, admite nuevos ladrillos a las paredes levantadas con exquisitez por Chico Buarque. Ligia Piro presentó casi en paralelo la suya, otra construcción diferente, hecha nueva en su interpretación. La de Fito viene con el despliegue de la orquesta de cuerdas dirigida por Sujatovich, una brillante fila de vientos, un preciosista trabajo de arreglos con sesionistas como Lautaro Greco, Facundo Guevara, Juan Pablo Navarro, Juan Cruz de Urquiza y Richard Nant. No es en este tema donde se suma el mismo Buarque como invitado, sino en “Tango (Promesas de amor)”, de Ryuchi Sakamoto. Hugo Fattoruso, en cambio, suena en acordeón y voz en su hermosa declaración de amor, “Conmigo”. La lista para los aliens sigue, del hit de Nino Bravo “Un beso y una flor” a “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara; de “Fiesta”, de Joan Manuel Serrat, al himno de Charly “Yo no quiero volverme tan loco”, con Gieco y Cantilo como invitados; y al de Jacques Brel “Ne me quitte pas”. El logro mayor consiste en dar a toda esta diversidad una marca conceptual, ya sea en versiones más apegadas a los originales o convenientemente apropiadas. Y poder mostrar, atravesadas por esta marca, canciones que han contribuido a la educación sentimental de este planeta. O al menos de una gran cantidad de aliens que viven por aquí.
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