DISCOS › BABASóNICOS REEDITó JESSICO CON EL AGREGADO DE CAROLO
A más de diez años de la publicación del disco que cambió su paradigma, el grupo entrega una nueva versión que incluye las demás canciones grabadas en aquel momento, que conectan tanto con la época en la que fueron hechas como con el presente.
› Por Luis Paz
“Ya había saqueos, era pleno diciembre, un momento en el que querían matarse unos a otros. ¿Qué repercusión podía tener el mejor disco del año en un momento en que querían colgar al presidente?” En diciembre de 2009, Jessico, publicado en 2001 por Babasónicos, fue elegido como el Disco de la Década por 141 músicos, en una encuesta especial del suplemento NO de Página/12. En ese contexto, el cantante Adrián Dárgelos dijo lo que dijo. Sin embargo, el álbum tuvo una repercusión inaudita para la banda a través de “El loco”, “Los calientes”, “Deléctrico”, “Fizz” y “Soy Rock”. Jessico fue un disco transversal, que mancomunó pop y rock como pocos en el cambio de milenio. Ahora ese álbum reaparece, reeditado con el agregado de Carolo, una colección de canciones de esos mismos tiempos. Y Jessico sigue siendo imprescindible.
Babasónicos es un grupo paradigmático en muchas cuestiones (ya pensadas, argumentadas y sostenidas, en estas y otras páginas); también respecto de innovar en su búsqueda permanente. La reedición aniversario de Jessico, con el agregado de Carolo no sólo es un hecho con escasos precedentes (no tanto la publicación de lados B, en su caso), sino que trae a la palestra algunas cuestiones “nuevas”, pese a sus filamentos conocidos. Aunque hay aquí también una fijación con fantasías y encantamientos, músicas finas y complejas aunque sintéticas, en su ida y vuelta (de “Deeee” a Miami; de “Aguamarina” a Dopádromo, de “Sensacional” a “Pasta de hablar”, del pasto del Señor de “Su caballo” al pasto divino de “Chicos en el pasto”) se da cada vez un regreso a un lugar distinto. Pese a la referencia cíclica (como en los últimos pares de canciones) o las similitudes, si Babasónicos vuelve sobre algo, por lo general es para elevarlo hacia algún otro plan.
O, en el caso de estas canciones, fechadas todas hace una década, como plataforma de despliegues tácticos prenunciados: varias de las piezas tienden lazos espirituales con el material más lento de sus últimos dos discos, Mucho y A propósito. También poéticamente, las canciones aparecen trasladadas en el tiempo: conectan con la época de su creación y a la vez con el presente, como eventuales campos magnéticos poéticos. El caso claro es el de “Lajotape”, una canción-hashtag sónica sobre una montonera, una joven cristiana guerrillera, que está en las listas del Estado-terror. Con todas las implicancias que pueda tener eso hoy. Lo mismo pasa con “Los hippies”, con la que Babasónicos presentó la edición aniversario de Jessico (que completará una edición limitada en vinilo, pero que ya incluye una aplicación para smartphone y Carolo).
Es brumoso definir la novedad como un conjunto de canciones disociado del concepto del disco que inició el milenio en materia de rock&pop local: ciertos firuletes (el orador desvanecido de “Hojarasca”, el revoltoso de “Baile frotado”), algunos lemas (“La droga no mata ni dispara, el rock no se escapa ni te atrapa”) y la infinita encriptación no son en sí novedades para la factura babasónica. La distancia está en el pulido: Carolo no es un disco instantáneo como lo fue Jessico, y aunque esté más cerca de ese gusto a cuentagotas que entregaron Mucho y A propósito, corre con la desventaja de salir al conocimiento público como una galería de temas alternativos.
En última instancia es una nueva invitación a, como propone Dárgelos en “Cachetadas pares”, parar de sufrir al tomar el lugar de unos intrépidos músicos y un ejemplar letrista dispuestos a construir universos paralelos. En este caso, uno asimismo paralelo a un exitoso mundo paralelo anterior. Entretanto, con mayor o menor caudal de hits y con temas que “no son los mejores” del grupo –como indicó Diego Tuñón en una entrevista–, Babasónicos ofrece su disco número quince en veinte años, un promedio notable al que sólo puede acercarse Pez. Esta vez entrega nuevas canciones viejas, sumando dejos de dream pop, de post-rock, más cencerros junto a más riffs, minimalismo, escapismo, camaradería y varias irreverencias sintácticas.
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