DISCOS › MORRISSEY Y SU WORLD PEACE IS NONE OF YOUR BUSINESS
Más que una obvia alegoría bélica, el ex The Smiths entrega una progresión de personajes enfrentados al baile de la muerte. Afortunadamente, en ningún momento cae en el facilismo del disco oscuro, denso, introspectivo o marcial, sino que mete melodías riquísimas.
› Por Luis Paz
Si bien no tan históricas como las BMW R75 de los soldados alemanes y las Harley-Davidson WLA del US Army durante la Segunda Guerra, las Movesa de 125 cc de Peugeot que usó la Armée de Terre francesa a finales de los ’50 están entre las motos militares fetiche por su fabulosa y simple estética. No puede ser casual que un tipo dogmático y conceptualista como Morrissey le dé la contratapa de su flamante World Peace Is None of Your Business, un obituario pop literalmente titulado “La paz mundial no es asunto tuyo”.
El entramado lírico referente a la guerra como consumación tanto de la épica como de la miseria no acaba ahí, pues hay versos sobre soldados, cacerías, militantes del IRA, toreros, cuchillos y mártires carcelarios. Pero sería muy vago resumir World Peace... como alegoría bélica sobre la vida y muerte, o como sinfonía beligerante para cincuentones sensibles. El décimo disco solista del ex The Smiths es, ante todo, otro batallón musical de excepción, por belleza y musicalidad, pero fundamentalmente por la progresión ora atávica (el ídolo epocal de “Neal Cassady Drops Dead”), ora reaccionaria (la eventual viuda negra de “Kick the Bride down the Aisle”), ora titánica (el padre en su impostergable misión, igualmente inacabada, de “Istanbul”) de personajes enfrentados al baile de la muerte.
Como si la paz mundial no fuera asunto posible, y entonces el your del título señalase a todos y cada uno para expulsarlos de la responsabilidad en un mundo podrido en sus bases, World Peace... funciona como un poemario necrológico. Cassady y un torero caen muertos, un hijo aparece en un cajón de pino y una chica se arroja por la escalera de la universidad mientras alguien sonríe al acuchillar y otro visita un mausoleo histórico. El punto es que el foco no está tanto en el crimen o el criminal como en el modus moriendi, cada uno en su microscópica lucha o en su accidente miniatura, en su martirio, procesión o fusilamiento, a veces a sabiendas del final. Ahora como autor necrófago, Morrissey resuelve cada canción in extremis para redondear una idea que suelta por la mitad del relato: la Tierra es el planeta más solitario. Como sólo en él hay vida probada, solo en él hay muerte probada. Pero lo audaz del asunto es que Moz en ningún momento se entrega al facilismo del disco oscuro, denso, introspectivo o marcial. En World Peace... mete unas melodías riquísimas, muchas de esas que parece ya haber cantado, sin que haya que frenarlo porque eso ya se escuchó. Morrissey es quien es, y así como ya difícilmente vaya a abandonar el jopo, resultaría insólito que abandone las canciones en tiempo de corchea, esa media máquina de navegación crucero que lo llevó a tan lejanas costas.
Y la banda está muy a tono, entre nylon y distorsión, vientos con filo y parches con empuñadura, órganos de iglesia y campanas de este infierno. Y la producción está muy bien: se trata de un audiolibro de obituarios, con percusiones y arreglos casi incidentales detrás del relato. Y bueno, Morrissey está perfecto: sin la sorna, sin la megalomanía, con un concepto de justicia, es vehículo blindado de estas ficciones de vida y muerte, un trovador elegante e inmutable para cantinelas de imposible final feliz.
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