Mié 21.10.2015
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DISCOS › LAS GRABACIONES MáS RECIENTES DE LAS BANDAS VISITANTES

Una guía para el Lollapalooza

Los días 18 y 19 de marzo de 2016, el Hipódromo de San Isidro volverá a ser escenario del festival creado por Perry Farrell. Aquí se ofrece un panorama estilístico de los siete grupos que editaron discos en la Argentina en los últimos seis meses.

› Por Luis Paz

- Florence + The Machine, How Big, How Blue, How Beautiful. De la altura de las fanfarrias a las profundidades de las espirales psicodélicas va el tercer disco de la cantante inglesa Florence Welch. La colorada traspasó el indie con Lungs y convenció al mainstream con Ceremonials, y viene como uno de los actos principales de Lollapalooza, solo por detrás de Eminem según la consideración de los programadores. Y está bien, porque las canciones de la artista de 29 años condensan dos movidas estables del pop ilustrado: el desarrollo de canciones tan radioamigablemente melódicas como entretejidas con delicadeza académica, algo propio del pop orquestal en auge, y a la vez el empoderamiento mostrado por una serie de cantantes que mamaron más de Kate Bush que de Madonna, entre ellas Marina Diamandis, que también vendrá al festival al comando de Marina and the Diamonds, para estrenar Froot.

- Mumford & Sons, Wilder Mind. Inevitablemente, en algún momento Marcus Mumford y sus amigos iban a terminar aceptando su intención de tocar rock. Aunque en sus primeros dos discos habían combinado buenamente los banjos con los bombos en negra para una música folk moderna, que daba cuenta de haber ocurrido luego del revival metarrockero de comienzos de siglo, es en su tercer disco donde todo cristalizó. El tema es que el cristal es más frágil que la madera. En 2009, cuando sacó su debut Sigh No More, el grupo londinense reubicó la música tradicional en el circuito ondero, como acto central en festivales, con sus canciones en radios mainstream, generando movimiento en las bases y una escuela M&S. El huevo o la gallina, resulta que Wilder Mind por un lado concreta su gusto por el rock clásico, pero le quita su distintivo y deja al grupo como otro sucedáneo de Kings of Leon.

- Snoop Dogg, Bush. De rapero gangsta a impostado cafishio amigo de la crema hollywoodense y luego a profeta rasta, Snoop Dogg mutó de forma sin cambiar la fórmula: sexo, porro, rima y negritud. El lungo de las trencitas y los ojos achinados venía apóstata con el rap y en Reincarnated, de 2013, había revivido como Snoop Lion, en plan reggae. Ahora, bajo la producción de Pharrell Williams –estandarizador del pop actual y normalizador de las FM–, se entrega al funk y a la música disco... lo que equivale a cuando un músico de rock hace un disco de blues a los 50. Bush no molesta, pero no tiene peso. Es monótono, sí, pero Snoop nunca fue versátil. Sólo movedizo.

- Tame Impala, Currents. El combo de guitarreadas frenéticas encimadas al pop psicodélico da paso, en el nuevo disco del proyecto australiano, a una exploración basada en las texturas de los sintetizadores, con más chuchería técnica que nunca, pero las mismas voces ensoñadas al comando. Hay baile ganado sin resignar flash en el tercer disco de Kevin Parker y su compañía, cada vez más habituados a los shows en Argentina. Por su marco, el que den en Lollapalooza avecina consagratorio, y es esperable que sea un carrusel sentimental que vaya del rock intrépido a los estribillos con brillantina y al descaderamiento, aunque precisará de más calor que en sus otras visitas.

- Zedd, True Colors. En sus 26 años, el ruso Anton Zaslavski fue el niño pianista de una familia de músicos académicos, el joven baterista de una banda hardcore y ahora un productor en el top 25 de la música electrónica. Aunque deudoras de la omnipresente EDM (Electronic Dance Music, colisión de pop dispensable y electrónica efectista), las piezas de su debut (Clarity) y de este segundo disco son más bolicheras que radioamigables, sobre todo cuando se le cuela alguna cosa onda Daft Punk o los más afilados Justice.

- Of Monsters and Men, Beneath the Skin. Más cercanos al pop orquestal canadiense en el estilo Broken Social Scene o The New Pornographers que a Björk, estos islandeses estrujan su dolor para llenar copas de belleza melódica hasta que rebalsen arreglos sencillos pero preciosistas. El quinteto tiene cuidado por su diseño visual, videos elementales pero inquietantes y un sonido que tal vez no vaya a encontrar en un festival al aire libre su mejor versión, particularmente la mostrada en su melancólico segundo opus.

- Ghost, Meliora. El tercer disco del combo sueco es mucho menos radical que lo que indican su estética y su nominalística. Con temas como “Devil Church” o “Deus in Absentia”, el vocalista Papa Emérito III y su quinteto de Necrófagos Sin Nombre parecen ser el clan perdido entre Black Sabbath y Slipknot. Pero más mansos que lo supuesto, en Meliora hacen algo así como una banda sonora grunge para la evental tercera película de la saga de El Código Da Vinci, con arranques progresivos y un divino desarrollo coral.

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