DISCOS › “MADE IN ARGENTINA 2005”
Impecablemente filmado, el DVD permite apreciar a un Andrés Calamaro en plena forma.
› Por Eduardo Fabregat
¿Hay demasiado Calamaro dando vueltas? El disco de tangos, el disco del Luna, el doble con versiones-homenaje, el Indio cantando “El salmón” en Escúchame entre el ruido, el disco con Litto Nebbia anunciado para noviembre, la reedición de El salmón quíntuple, las canciones en la radio, la prensa del corazón encantada con el romance-paternidad junto a Julieta Cardinali... y ahora Made in Argentina 2005, el DVD que refleja su show en Obras del año pasado, junto a un CD con canciones registradas en Madrid (con el Niño Josele) y San Sebastián (con Ariel Rot). Mucho Calamaro, sí, pero el rock argentino no se puede dar el lujo de prescindir de Andrés. Y, detalle nada menor, este Made in Argentina es una oportunidad de encuentro con un Abuelo en plena forma.
Corresponde hacer algo de memoria: en abril del 2005, AC protagonizó una noche de alta emotividad en el Luna Park, el mismo día en que fue sobreseído por la estúpida causa del porrito. Las canciones hicieron su faena, pero sobre el escenario se notó que el cantante y tecladista aún estaba en ablande. Contenido, por momentos escondido tras su instrumento, Calamaro vivió ahí un episodio intermedio en su rescate del rol más difícil para un músico, allí donde se ven los pingos. El flamante DVD permite comprobar cuánto avanzó Andrés en los meses que siguieron: hay leves retoques en la lista, pero lo que verdaderamente realza ese show del 17 de diciembre en el outdoors de Avenida del Libertador no es el repertorio elegido (que también influye, claro) sino la actitud de escenario del músico, la seguridad, el don de dirección de banda y su relación con el público.
Entonces, poner Made in... –impecablemente filmado– y darle rosca al volumen es una puerta abierta a otro Calamaro, seguro de sí, carismático, recuperando un rol con el que a lo largo de su historia siempre tuvo algún conflicto. “Salir de gira es una pesadilla”, dijo alguna vez, pero aquí se lo ve disfrutar y contagiar. Queda claro desde la demoledora apertura de “Output input”, en la euforia instantánea que desata “El salmón”, en el gozoso dúo con Vicentico para “El cantante” y “Vasos vacíos”, el intercambio con Nebbia en otros tres temas (incluyendo la “Nueva zamba para mi tierra”), la intensidad de “Clonazepán y circo”, el notable rescate de “Mil horas” o el último tramo a todo gas con “Alta suciedad”, “Flaca” y el doblete Rodríguez inoxidable de “Mi enfermedad” y “Sin documentos”. Con los músicos de Bersuit como soporte, una banda que suma puntos al aquilatar horas y horas de vuelo, Calamaro se relaja y ocupa sin complejos el centro de la escena, y ya no se trata sólo de confiar en el poder de sus melodías sino también en su capacidad para conectar con el que está del otro lado. Y entonces: ¿demasiado Calamaro? No. Puede haber demasiada cumbia villera, demasiado reggaetón, demasiado rock rollinga fotocopiado, demasiada cantante pop fabricada en serie. Con Andrés nunca es demasiado.
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