Sáb 21.10.2006
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DISCOS › MAÑANA, UN CD IMPERDIBLE DEL PROCER FOLK

Bob Dylan, marca registrada de la época dorada del folk

El disco que Página/12 ofrece a sus lectores, primero de una serie que incluye a Joan Baez y Donovan, es un resumen de la etapa en la que Dylan empezó a abandonar el sonido acústico para internarse en la furia guitarrera.

› Por Claudio Kleiman

El Bob Dylan de los años 1964/65 era fiel reflejo de los cambios que atravesaba la juventud en un momento turbulento donde confluyen el rock’n’roll, las protestas antibélicas, la experimentación con drogas y la idea de salir a los caminos y ensayar un estilo de vida al margen de lo establecido. A mitad de camino entre lo acústico y lo eléctrico, Dylan reflejó ese momento de transición con una serie de clásicos inoxidables, muchos de los cuales aparecen en versiones alternativas en el álbum que se presenta mañana con Página/12. Bob Dylan es el primero de una colección de tres CD’s, “Folk, Rock & Country”, que se completa con dos álbumes dedicados a los más grandes trovadores del folk de los años ’60: Joan Baez, “la reina del folk”, y Donovan, el cantante británico que primero fue promocionado como la versión inglesa de Bob Dylan, y luego consiguió hechizar a toda una generación con sus poéticas canciones de folk psicodélico.

Bob Dylan es probablemente el más influyente de los músicos vivientes. Ninguno de sus contemporáneos de los ’60 conserva tanta vigencia y contemporaneidad como Dylan, que sigue produciendo una obra que está a la altura de sus mejores trabajos, a la vez que infinitas revisiones desde la Bootleg Series que edita su compañía grabadora hasta el documental de Scorsese No Direction Home, pasando por su propio libro de memorias, Crónicas, siguen rememorando el pasado, especialmente esos años clave de mediados de los ’60 donde el mundo estaba pendiente de cada una de sus palabras y sus acciones; una carga muy pesada, de la que él trató de liberarse rápidamente.

Precisamente, una de las claves de su supervivencia fue la capacidad de Dylan de reinventarse permanentemente, descolocando las expectativas creadas a su alrededor. Nunca esto resultó tan claro como en aquellos agitados días de 1964, cuando después de haber compuesto una cantidad de canciones de protesta que definieron una época, y se encuentran entre lo más representativo de toda la historia del género, Bob comenzó a desmarcarse del sello de “portavoz de una generación” y desató la ira de los puristas del folk con sus nuevos temas. Dylan dejó de ser el paladín que denunciaba injusticias con imágenes de resonancia bíblica para comenzar a mirarse hacia adentro y descubrir un mundo mucho más complejo y enigmático, utilizando la introspección y el humor tanto como su agudo poder de observación. Además, influido por The Beatles y The Byrds, incorporó la instrumentación eléctrica, una movida que primero generó resistencia y luego aceptación... o quizá sería más adecuado decir adoración masiva.

Después de editar dos álbumes, The Freewheelin’ Bob Dylan y The Times They Are a Changin’, que contienen lo mejor de su período contestatario, con himnos como “Blowin’ In The Wind” y “A Hard Rain’s A Gonna Fall”, a mediados de 1964 apareció su cuarto álbum, con un título significativo: Another Side Of Bob Dylan (“Otro lado de Bob Dylan”), cuyas canciones reflejaban fielmente ese momento de transición. Fue compuesto en su mayor parte durante unas vacaciones en Grecia y grabado durante una alcohólica tarde de 1964. Si bien aún se mantenía el tradicional acompañamiento de armónica y guitarra acústica, los textos se iban volviendo más sueltos, personales, alucinados, conservando toda su feroz ironía. Ya desde el tema de apertura, “All I Really Want To Do”, se escucha un Dylan desacostumbradamente risueño (algunos dirían fumado), diciéndole a su interlocutor –que podría ser desde su pareja hasta su público– que no intenta que “sientas como yo, veas como yo o seas como yo” y que todo lo que quiere “es que seamos amigos”. La confusión que atravesaba se refleja claramente en “Black Crow Blues”, que es además la primera grabación oficial donde aparece tocando el piano: “Algunas veces creo que estoy tan alto que no puedo caerme/otras veces creo que estoy tan fundido que nunca podré levantarme”. En “My Back Pages” (“Mis últimas páginas”) se despide de su pasado y echa a andar hacia adelante, con una frase que adquiriría el carácter de manifiesto: “Ah, pero yo era mucho más viejo entonces/ soy más joven ahora”.

Toda esta etapa alcanza una brillante resolución en su quinto álbum, Bringing It All Back Home (“Trayéndolo todo de vuelta a casa”), de 1965. Bob incorpora instrumentos eléctricos e inventa un nuevo género: el folk rock. Su voz escupe, grita, su mente es una catarata de imágenes que se precipitan en crudo sobre el oyente, su apariencia –cabello largo y enrulado, anteojos oscuros, botas de gamuza– es la de un rocker. Sus antiguos admiradores claman desilusionados, pero Dylan sabe cuál es el signo de los tiempos. No casualmente, éste es el primero de sus álbumes que supera el millón de copias vendidas.

Los Animals habían transformado “The House Of The Rising Sun”, una canción acústica que tomaron del primer LP de Dylan, en un amenazante rocker propulsado por el órgano, y la convirtieron en un éxito pop. También los Byrds habían adaptado el demo de Dylan de “Mr. Tambourine Man” (antes de que fuera lanzado por el propio autor), y con sus resonantes guitarras eléctricas lo transformaron en un hit gigantesco. Por su parte, Bob comenzó a experimentar zapando sus canciones con músicos afines, como Paul Butterfield y Al Kooper, y los resultados pueden escucharse en Bringing It All Back Home, que contenía un lado eléctrico y otro acústico. Por supuesto que la música eléctrica constituía un excitante paso hacia adelante, pero el lado acústico era un triunfo de proporciones quizás aún mayores, ya que empujaba hasta el límite las posibilidades de su trabajo solista. Lo que es más importante, ambos lados mostraban a un Dylan con energías renovadas, ya fuera despotricando en “Maggie’s Farm” con juvenil abandono, siguiendo el fluir de su conciencia en las alucinadas imágenes de “Mr. Tambourine Man” o entregando en “Love Minus Zero/ No Limit” una visión diferente de todo lo conocido hasta entonces en canciones de amor: “Mi amor habla como el silencio/ sin ideales ni violencia/ no necesita decir que es fiel/ es verdadero como el hielo, como el fuego/ En las tiendas y en las estaciones/ la gente habla de situaciones/ lee libros, repite frases/ escribe conclusiones sobre las paredes/ Alguien habla del futuro/ mi amor habla suavemente/ sabe que no hay éxito como el fracaso/ y que el fracaso no significa nada”.

En el festival de Newport de ese año, Dylan se presentó acompañado por una banda armada con integrantes del grupo de blues rock de Chicago Paul Butterfield Blues Band (entre ellos el gran guitarrista Mike Bloomfield) y el organista Al Kooper e interpretó algunas de sus nuevas canciones eléctricas, como “Maggie’s Farm” y “Like a Rolling Stone”. Una parte del público reaccionó en forma hostil, silbando y abucheando. Bob se retiró casi llorando del escenario y volvió solo con su guitarra acústica para interpretar un tema que sonaba como un adiós definitivo a su antiguo y estrecho mundo: “It’s All Over Now Baby Blue”.

Bob Dylan, el CD presentado por Página/12, constituye un extraordinario testimonio de esta época decisiva en la carrera de Bob Dylan, con versiones alternativas (no incluidas en sus grabaciones oficiales) de muchos de las grandes canciones del período 1964/65, que abarca los dos álbumes mencionados. Entre ellos, clásicos como “She Belongs To Me”, “My Back Pages”, “All I Really Want To Do”, “It’s All Over Now Baby Blue”, “Maggie’s Farm” y “Love Minus Zero” (muchos de los cuales continúan en su repertorio hasta el presente), junto a temas algo menos conocidos, como “On The Road Again”, “Outlaw Blues” y “Spanish Harlem Incident”.

Luego de editar otros dos álbumes igualmente influyentes (uno de ellos doble) en un período increíblemente corto de un año y medio, Highway 61 Revisited y Blonde On Blonde, el accidente de motocicleta que sufrió Dylan en julio de 1966 culminó esta etapa de manera abrupta, dejándolo postrado en la cama durante meses. Luego de un retiro rural en su granja de Woodstock haciendo música junto a sus amigos de The Band, el Bob que emergió un par de años más tarde ya es un artista radicalmente diferente, con una postura más calma y una música fuertemente inclinada hacia el country. Era tiempo de reinventarse una vez más.

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