DISCOS › ESTRENO DE VIVALDI, MAÑANA CON PAGINA/12
Un grupo de intérpretes de primer nivel hizo el Dixit Dominus en Buenos Aires, que ahora llegó a una edición imperdible.
› Por Diego Fischerman
Stravinsky hizo una vez un chiste. Fue un chiste desafortunado, sobre todo porque, de ese tema, no sabía lo suficiente y porque muchos otros que tampoco sabían lo suficiente decidieron repetirlo. “Antonio Vivaldi no compuso muchas obras, sino muchas veces la misma obra”, dijeron uno y los otros y, si bien nada lograron en contra de la justa popularidad del veneciano, provocaron, en cambio, más de una injusta condena desde el lado de los especialistas. El hecho es que hubo pocos compositores tan imaginativos, tan atentos a la novedad, tan preocupados por la variación de los recursos convencionales del estilo de su época como este fraile pelirrojo, maestro en el arte de componer y enseñar a niñas huérfanas y consuetudinario fracasado en el mundo del negocio de la ópera, donde no logró imponerse ni como autor ni como empresario.
Los orfanatos venecianos, entre los que el Ospedale della Pietà era el más importante, eran una institución en la vida musical veneciana durante el siglo XVIII. Las pupilas recibían educación, como cantantes o instrumentistas, a condición de que no se casaran y que, algún día, devolvieran su saber a la institución, como maestras. Según Jean Jacques Russeau, músico aficionado además de filósofo, no había, sin embargo, demasiadas posibilidades de que se casaran. Las jóvenes dirigidas por Vivaldi cantaban y tocaban detrás de una reja de madera, pero Russeau, en uno de sus viajes, logró sortear los impedimentos y consiguió espiarlas. “Tocan como ángeles. Pero en mi vida he visto ángeles más feos”, sentenció. La república veneciana, en una época en que gran parte de los rituales sociales dependían de la música, había construido un modelo de circulación de la cultura sumamente moderno para la época, del que los teatros de ópera eran un modelo. A diferencia de lo que sucedía en Londres o París, a esos teatros tenía acceso toda la población y no sólo los nobles. La disposición en diferentes pisos, aún vigente en teatros como el Colón, reproducía las escalas sociales. Las clases más bajas –a diferencia de lo que comenzó a suceder más adelante– ocupaban las localidades más bajas, mientras que, cuanto más aristocrático era el público, más arriba se situaba. El motivo era sencillo; durante las representaciones había numerosas grescas, se comía, se bebía y, también, se orinaba. Y quienes estaban en las localidades más bajas eran los que recibían todo lo que llegaba desde más arriba.
La obra más famosa de Vivaldi es, desde ya, el ciclo de cuatro conciertos inspirados en un soneto y titulados Las cuatro estaciones. Publicado dentro de una colección más amplia, Il Cimento della armonia e dell’ invenzione, este grupo de composiciones no es en absoluto convencional. Numerosos cambios de tempo y de carácter, que siguen más o menos descriptivamente las palabras del poema, lo convierten en un caso bastante atípico. Su popularidad, por otra parte, es bastante reciente. La primera grabación de la obra es de 1944: hasta ese momento, Vivaldi era un misterio pero, aunque esa grabación y las que la siguieron, en particular la que I Musici realizó en los ’60, hicieron a su autor famoso, la mayoría de sus obras siguió en las sombras hasta la actualidad. Sobre todo su producción para la Iglesia, que se encuentra entre las más bellas e inspiradas del barroco, resulta prácticamente desconocida. Hasta el punto que su Dixit Dominus fue descubierto recién en 2004, en la biblioteca estatal de Dresden, y tocado por primera vez en esa ciudad en 2006. El estreno americano fue en Argentina, ese mismo año, en la Basílica de San Francisco, en Buenos Aires, y tuvo que ver con la gestión y el impulso creativo de la mezosoprano Susanna Moncayo. La versión nucleó a varios de los principales intérpretes del mundo en el campo de la música barroca, entre ellos dos argentinos, el violinista Manfredo Kraemer –integrante del Rare Fruits Council, un extraordinario grupo de cámara– y la soprano Graciela Oddone –que cantó dirigida, entre otros, por René Jacobs–. Y mañana, con Página/12, la grabación en vivo de aquel concierto llenará un vacío en la discografía.
“Página/12 auspició el concierto y, simplemente como agradecimiento, yo traje la grabación que se había hecho, para que el diario tuviera un testimonio”, cuenta Moncayo. “Y en ese momento, a los pocos minutos de escucha, surgió la idea de editarlo de esta manera.” Con dirección general del italiano Francesco Frana (“con él estuvimos en la Biblioteca de Dresden viendo el manuscrito”, cuenta la cantante), en la grabación participa la orquesta La barroca del Suquía, que dirige Kraemer y que está conformada por intérpretes especializados, que tocan instrumentos originales del siglo XVIII o reproducciones fieles. Junto a Oddone y Moncayo cantan los tenores Osvaldo Ledesma y Ian Honeyman y el GCC Grupo de Canto Coral que conduce Néstor Andrenacci. Además del salmo Dixit Dominus, catalogado como RV 807, el disco incluye Laetatus sum RV 607 para coro a cuatro voces, cuerdas y bajo continuo, Salve Regina RV 617 (una bellísima antífona para soprano, violín solo, cuerdas y bajo continuo), el Concierto X en Si Menor, de la colección L’Estro Armonico, para cuatro violines, cuerdas y bajo continuo, y el conmovedor Stabat Mater RV 621, para contralto, cuerdas y bajo continuo. Moncayo, que además de su actividad como cantante clásica tiene una importante carrera como intérprete de música de tradición popular, en particular relacionada con el folklore, intuye que “el protagonismo de los argentinos en el campo internacional de la música barroca es posible que tenga que ver, precisamente, con el folklore y con ciertas prácticas asociadas a él. Para quienes hacemos folklore y hemos participado en guitarreadas, ciertas características de los estilos del siglo XVIII, como cantar con volumen y sin vibrato, improvisar, y estar escuchando al otro todo el tiempo, son cosas naturales. Eso, que un europeo debe aprender, nosotros ya lo tenemos dentro”.
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