Mié 18.07.2007
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DISCOS › BATEA

Laurie y Lou en escena

El cierre de la gira europea con la que Laurie Anderson presentó Homeland, su nuevo disco, dejó un encuentro inesperado, para el que más de uno se hubiera dejado estafar en la reventa: el martes en Madrid, Laurie hizo subir al escenario nada menos que a Lou Reed, con quien comparte el lecho pero muy rara vez el escenario. En el marco del Festival Veranos de la Villa en la sala Conde Duque, rodeada de velas y acompañada por el cello de Okkyung Lee, los teclados de Peter Scherer y el bajo de Skulli Sverrison, la estadounidense ofreció letras llenas de ironía y subtituladas al castellano: el público que siguió la mayor parte del concierto en un reverencial silencio estalló con los temas que hacían referencia a la actitud probelicista de la administración Bush, entre ellos “Only an expert”. Pero fue “Lost art of conversation”, canción que contó con la guitarra de Lou Reed, la que provocó la ovación mayor. “El mundo está cada vez más desestructurado, es cada vez más irreal y menos físico”, dijo Anderson en los días previos al paso de su gira por España. “Aunque no es labor del arte resolver los problemas del mundo, ni dar lecciones de lo que la gente debe hacer, los hábitos que mantenemos en la actualidad hacen que nuestra vida sea una existencia proyectada, no real, algo de lo que habla Homeland. La paranoia informativa a la que esta sociedad está sometida, con un bombardeo de mensajes que presionan al público a consumir y a comportarse de una forma concreta, hizo que este proyecto haya perdido por el camino buena parte de su contenido multimedia, simplificando su parte visual para centrarse en el contenido de sus letras”. Homeland no es el único proyecto que Anderson tiene entre manos en estos días: el 25º aniversario de Big science (el de “O Superman”, su único hit, y “Born, never asked”) amerita una reedición que incluye videoclips, pero que resultó sorprendente para la artista... y para mal: en el “proceso de arqueología musical” que significó encontrarse con ese material que en 1982 sonaba moderno y revolucionario, la artista asegura que se “horrorizó” al comprobar cómo había envejecido el disco, por lo que trabajó en la remasterización “para que sonara más humano”. A pocos días de haber cumplido los 60, Anderson afirmó que “en estos momentos ya no me planteo tantas metas como antes, vivo el día a día sin preocuparme de lo que los demás piensen, algo que no sé si me convierte en una mujer libre o en una completa estúpida”.

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