DISCOS
9-Buenos amigos
Horacio Molina. Acqua Records
La voz y el decir de Horacio Molina llevan una marca registrada, que de uno u otro modo siempre tiene que ver con la elegancia. Si suele decirse que es de esos tangueros que se aman o se odian, sin medias tintas, el registro grabado sirve para comprobar que, más allá de los alineamientos estéticos, lo suyo es impecable técnica y expresivamente. El trabajo suma las participaciones de Luis Salinas, Gustavo Beytelmann, Franco Luciani, Walter Ríos, Mónica Abraham y Jorge Giuliano, viejo compañero de ruta del cantante más distinguido del tango. K. M.
7-Oír de noche
Alfredo Piro
El tercer CD de Alfredo Piro parece expresar esta hipótesis de trabajo: el tango de hoy descansa más en una atmósfera (urbana y nocturna, marcada por una suerte de romanticismo bohemio) que en formalismos musicales. Esa libertad le permite fluctuar entre la interpretación de una gema tanguera como “Cambalache” y la apropiación de “Close to me” (The Cure) en clave porteña. En su búsqueda también se cruzan Brecht y Weill, entreverados con González Tuñón (“Tango ballad”). Es decir, otro “cambalache”, aunque más optimista que el de Discepolín. F. D.
7-Trash Yéyé
Benjamín Biolay. EMI
Representante tardío de la “chanson française”, Benjamín Biolay sabe sacar provecho del glamour que proyecta en el público (preferentemente no francés): un aura de displicencia maldita, a la manera de un existencialista del siglo XXI. Susurra más de lo que canta, y sus melodías, que remiten (cuándo no) a Serge Gainsbourg y Leonard Cohen, están convenientemente maquilladas con prolijas programaciones y arreglos de cuerdas. En los mejores momentos produce un efecto narcotizante. En los peores, también. F. D.
8-Mirando caer la lluvia
Mimi Maura. Canary
El sexto disco de Mimi Maura ofrece más de todo lo bueno que ya se le conocía: rocksteady y bolerazos, una voz poderosa y a la vez llena de matices, algunos covers, invitados (Boom Boom Kid, Amparanoia) y un par de temas de su padre (el cantante Mike Acevedo). Joya. Pero el final sorprende y realza el encanto del disco: primero, una canción de y con Ioja y Diego Arnedo, que arranca folklórica y termina en un dancehall movilizador, y luego una especie de dub mutante que abre nuevas puertas. R. C.
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