DISCOS › PANTALLAZO DE LO QUE VENDRA
La world music parece infectar de a poco a todo el mainstream: la temporada promete raros sonidos de la tierra.
› Por Iñigo Lopez Palacios *
En los últimos tiempos, la modernidad se apropió de uno de los pocos conceptos que se le habían escapado: la antiglobalización. Rechazada por los fashionistas occidentales por poco chic, en los últimos meses descubrieron que world music no equivale necesariamente a llevar rastas, tocar la flauta y tener un perro pulguiento llamado Marley, y que, si hay diseñadores que hicieron prendas preciosas con algodón de comercio justo, también es posible hacer música moderna y bailable utilizando sonidos étnicos. Por eso, una de las grandes apuestas para el año que viene responde al nombre de Santogold. Telonera de Björk en su última gira, Santi White, veinteañera de Filadelfia, hija de un abogado, era la única alumna negra en un refinado colegio privado. Su vida sufrió un revés en 2003 cuando su padre murió mientras era investigado por el FBI por una trama de corrupción. En 2005 se mudó a Nueva York, donde trabajó para una discográfica mientras se desempeñaba como cantante en una banda punk. Pero se hizo un nombre por sus composiciones como solista: una infecciosa mezcla de dub, new wave, electrónica, percusiones africanas y hasta hip hop. Amiga de una de las precursoras en la étnica chic, la anglotamil MIA, su registro vocal va de Nina Simone a Blondie, y su disco debut, previsto para este primer semestre, está creando una inusitada expectación.
Otros que se apuntan al sabor a tierra son U2, quienes están grabando su nuevo álbum en Marruecos. Un salto con red: los productores son Brian Eno y Daniel Lanois, las cabezas detrás de discos fundamentales como The Unforgettable Fire, The Joshua Tree y Achtung Baby. Maestro en el arte de filtrar noticias, Bono declaró en diciembre: “Sonará muy diferente a lo que hemos hecho hasta ahora. Tenemos material para grabar dos discos. Seguro que sorprenderá a los fans”.
En menor medida, los británicos The Rumble Strips pueden ser una de las sensaciones del año también gracias al pasado y las raíces. Su sonido es una puesta al día del que en los ’80 hizo popular Dexy’s Midnight Runners, y más tarde Housemartins. Pop alegre con raíces en el soul negro (todo parece indicar que el soul a lo Motown revivirá este año) y un único disco, Girls and Weather que, combinado con un show en vivo enérgico y divertido, hace crecer su público de forma exponencial. Expectación genera también la vuelta de My Bloody Valentine, posiblemente el más ansiado de los regresos para la generación que creció escuchando a Sonic Youth. Su disco de 1991, Loveless, sentó las bases de lo que luego se conocería como noise. Su líder, Kevin Shields, lleva 16 años prometiendo una segunda parte que ya muchos daban como imposible. Pero gracias a la intervención de una de sus mayores fans, Sofia Coppola, para quien compuso varios temas del soundtrack de Perdidos en Tokio, ese nuevo disco parece un hecho. No es el único regreso: Portishead, banda central de lo que se llamó trip hop, regresará con su tercer álbum de estudio, el primero desde 1998.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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