Mié 06.02.2008
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DISCOS › EL DVD “CROSSROADS GUITAR FESTIVAL 2007”

Cuatro horas de guitarreo por la buena causa del blues

Eric Clapton ideó este encuentro con fines benéficos, con artistas como B.B. King, Jeff Beck, Stevie Winwood y Los Lobos.

› Por Fernando D´addario

Robert Johnson no debe haber previsto hace setenta años, cuando le vendió el alma al diablo, que del primer fruto de aquel acuerdo (la canción “Crossroads”) derivarían apuestas benéficas concebidas por un blanco, Eric Clapton, que no se enoja cuando lo llaman “Dios”. Pero así son las encrucijadas: nadie puede aventurar hacia dónde conducirán las bifurcaciones. En el caso del reciente doble DVD Crossroads Guitar Festival 2007 estos caminos inesperados se exponen con tanto énfasis que el blues, la más emblemática de las músicas negras, encuentra aquí una de sus mejores expresiones en la guitarra de un albino: el gran Johnny Winter, que ya no puede con su alma y ni siquiera tiene a quién vendérsela.

Clapton es un buen hombre, que trabaja de tal. Hace cuatro años ideó este encuentro con la esperanza de recaudar dinero para su fundación, Crossroads Centre, que desde la isla caribeña de Antigua busca la rehabilitación de drogadictos y alchólicos. Le fue tan bien que el año pasado organizó una segunda edición, celebrada el 28 de julio en el Toyota Park (Bridgeview) de Illinois. Unas 30 mil personas fueron testigos de este maratónico festival que, según quién se siente a verlo, puede ser un banquete de blues o el prólogo de una segura indigestión.

Los neutrales pueden apuntar un par de detalles que exceden cualquier polémica: Clapton (había que verlo, con su boina blanca y su bermuda playera...) y Stevie Winwood reeditaron sobre el escenario tres temas del súper grupo de los ’60, Blind Faith. La notable versión de “Presence of the lord” justificaría, por sí sola, todo el DVD. También la aparición de Jeff Beck (lástima, sólo en dos temas: la conmovedora “Cause we’ve ended as lovers”, de Stevie Wonder, y “Big block”, que debería servir como clase práctica para cientos de guitarristas de todo el mundo, expertos en confundir virtuosismo con pirotecnia).

La acumulación de nombres abruma, seguramente, pero es necesaria para dar una exacta dimensión de la envergadura del asunto: pasaron por allí John McLaughlin, el citado Johnny Winter, B.B. King, Robert Cray, Willie Nelson (un “extra partidario”, pero con las arrugas necesarias como para participar de una ceremonia blusera), Los Lobos (demoledores como siempre), Sheryl Crow, Hubert Sumlin (otra gloria), John Mayer y Buddy Guy, entre muchos otros. Clapton, además, homenajea a su viejo amigo y competidor –en cuestión de mujeres– George Harrison, a través de “Isn’t it a pity”. Y convoca a Robbie Robertson, de The Band, para hacer “Who Do You Love”.

No todo es genial ni interesante; la canción final, la trillada “Sweet home Chicago” (otro daño colateral de aquel pacto non sancto de Johnson), invita a subir al escenario a todos los guitarristas que andaban cerca de Illinois, estirando la dulzura de Chicago como si fuera un chicle. Pero después de haber disfrutado de varios cruces artísticos inolvidables, no es para desesperar. Al fin y al cabo, una buena causa bien vale un buen bostezo.

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