TELEVISION › CóMO ES GOLPE A GOLPE, UN REALITY SIN NOMINADOS
Sin hacer competir a los participantes y en los antípodas del programa El retador, el ciclo que se estrena mañana en América privilegia la crudeza de los testimonios y las dificultades de un deporte que se liga a la pobreza y la exclusión.
› Por Emanuel Respighi
Aunque Golpe a golpe es anunciado por sus mismos productores como un docu-reality, el ciclo que América emite todos los viernes a las 22.30 se distingue del resto de los programas del género porque no persigue la regla básica: aquí no hay ninguna competencia por ganar ni contrincante por desplazar. Pese a no contar con participantes que compiten entre sí por alcanzar alguna meta, lo destacado es que Golpe a golpe igual mantiene el nudo dramático a fuerza de las interesantes historias de vida que cada boxeador/a –sea amateur o profesional, no excluyente– tracciona detrás de cada piña que se pega en el ring. En tal sentido, el boxeo funciona como un disparador de personajes e historias que, juntas, potencian la idea de que el boxeo es, esencialmente, un deporte de desplazados. Distanciado de la idea que se desprende del título del programa, Golpe... posee la virtud de hablar de boxeo sin llenar la pantalla de peleas ni nocauts. Los únicos golpes, en todo caso, son los que les da la vida a cada uno de los protagonistas que pasan por el programa.
La particular atmósfera que envuelve al mundo del boxeo se transmite en Golpe... a partir de los testimonios de cada uno de quienes practican este deporte tan polémico como apasionado. Aquí no se repasan victorias épicas ni grandes recuerdos: la cámara, en todo caso, funciona como un espía que se entromete en la vida de quienes le dedican día y noche al boxeo, tratando de encontrar los motivos y desafíos que los llevaron a elegir este deporte en busca de la gloria deportiva, una salida económica y/o un pasatiempo que los alejara de la calle. “Es bueno que todos conozcan la historia que uno tiene atrás porque por algo somos boxeadores y no otra cosa, y porque también explica por qué somos campeones”, explicó, casi como descubriendo el hilo conductor del ciclo, Alejandra “Locomotora” Oliveras en el penúltimo episodio.
Estructurado más como un ciclo periodístico que docu-reality, Golpe a golpe parecería ser el modelo antagónico de The contender (El retador), la competencia de boxeadores que emitió People+Arts hasta hace poco tiempo. Es que aunque ambos programas utilizan al boxeo y a sus deportistas como materia prima, las diferencias son esenciales: mientras que en el reality producido por Mark Burnett –creador de Survivor y El aprendiz– la atracción del ciclo pasa por la competencia descarnada de los aspirantes a boxeadores profesionales por el millón de dólares que están en juego, en Golpe... la supervivencia no se define en el cuadrilátero del ring sino en los desafíos personales a los que se enfrentaron y enfrentan a diario los entrevistados. La visión sociológica del programa argentino se enfrenta, así, a la lógica del capitalismo de El retador, más cercana al sálvese quién pueda que al retrato colectivo de quienes eligen al boxeo ya no como un deporte sino como una forma de enfrentar la vida. A los golpes.
Si en El retador el micrófono y las cámaras están puestos al servicio de crear el clima para la batalla en el ring que determinará, a todo o nada, quién seguirá en carrera para alzarse con la millonaria bolsa y pasar de la exclusión social al éxito, en Golpe a golpe, en cambio, los esfuerzos se canalizan en mostrar la sociedad pugilista argentina como un colectivo hecho de carencias y esfuerzos que se vinculan más con lo personal que con el aspecto profesional. Así, los testimonios –los verdaderos protagonistas del programa– de los boxeadores amateurs o profesionales se hilvanan con más coincidencias que diferencias, en un continuado que termina por conformar una radiografía socio-cultural de este deporte.
Producido por Zona Comunicación y conducido por Federico D’Elía, Golpe... refleja lo que es en la actualidad la estructura del boxeo en Argentina. La historia de un boxeador que tuvo que destinar la bolsa de su pelea para pagar la cuota del cementerio en el que yacen los restos de sus abuelos por amenaza de exhumación, o el rigor de los entrenamientos de Ezequiel Maderna, el único representante del boxeo que tendrá el país en los Juegos Olímpicos de Beijing, contrastan con el sofisticado gimnasio en el que el ciclo de Sylvester Stallone y el ex boxeador Ray “Sugar” Leonard cobijaba a los participantes en su etapa preparatoria. Mientras unos luchan para ganar, otros lo hacen para sobrevivir; donde unos buscan ascender social y económicamente con la facilidad que brinda un programa, otros tienen como único medio para progresar a su esfuerzo diario.
Los mundos contrastados, como suele suceder entre las series estadounidenses y las nacionales, se enfrentan no sólo en la manera de abordar el objeto (el boxeo) sino también en las finalidades de uno y otro programa: la fotografía argentina se distancia de la impostura de riquezas y abundancias con que El retador les abre el (falso) camino al éxito a sus participantes. Allí donde Golpe... apela naturalmente a la emoción a través de los testimonios, El retador utiliza recursos de melodrama ficcional para iluminar a los desclasados, más como una tribu de freaks de atracción audiovisual que como botón de muestra del lazo que une al boxeo con determinadas condiciones socio-culturales y económicas.
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