TELEVISION › ROSA, VIOLETA Y CELESTE, EL FLAMANTE UNITARIO DE CANAL 7
El programa potencia el ingreso de la ficción moderna en la pantalla estatal. Desde la perspectiva de la vida cotidiana de las tres protagonistas, el ciclo asume el compromiso de poner en discusión el rol de las mujeres en la sociedad actual.
› Por Emanuel Respighi
Antes que cualquier comentario referido a su pretenciosa trama, Rosa, Violeta y Celeste, el flamante unitario que Canal 7 emite lunes, martes y miércoles a las 23, marca el ingreso definitivo –y tardío, no exento de inconvenientes– de la pantalla estatal en la ficción moderna. Dejando atrás el histórico desinterés de los ciclos del 7 por los aspectos técnicos, o la incapacidad de quienes hasta aquí llevaron adelante sus proyectos de ficción, el programa consigue plasmar una propuesta visualmente atractiva, con buenas escenografías, una destacada iluminación y una puesta de cámaras en continua búsqueda. Si bien se trata de características que se suponen lógicas para el estándar de calidad de la TV argentina privada, en la emisora estatal Rosa, Violeta y Celeste representa un significativo paso adelante. Más bien un salto de calidad que no puede soslayarse. Aun cuando en una mirada integral, las buenas intenciones conceptuales de Rosa, Violeta y Celeste se desvanecen ante un guión que abusa del sermón como forma discursiva para imponer sus ideas sobre el mundo femenino.
“Esta es la casa de Rosa, Violeta y Celeste. Es una casa de ficción, como ellas: Rosa, Violeta y Celeste no existen. O quizá sí, quizá sean como todas las mujeres del mundo, las que han existido y existirán. Esta es una historia para hablar de la vida de las mujeres”, dice la voz en off de Elena Tasisto en la primera escena, como una manera de plantear claramente que la ficción ideada, escrita y protagonizada por Leonor Benedetto trascenderá los propios límites del género, siguiendo la línea social que surgió en el último tiempo. Si Montecristo se inspiró en hechos reales para contar una ficción, y Televisión por la identidad ficcionalizó directamente los atropellos de la dictadura militar, Rosa, Violeta y Celeste, en su intento por desentrañar el mundo femenino, se vale de entrevistas e información estadística real para abastecer de material al noticiero que sirve de medio difusor a lo largo de la historia.
Rosa, Violeta y Celeste cuenta la historia de tres generaciones de mujeres de la misma familia. Rosa (Carmen Vallejo) es una abuela que rondando los 80 se mantiene vital y risueña, que se reúne semanalmente con sus amigas y que posee la impunidad que le otorga la edad para el chiste pícaro o el humor negro. Por su parte, Violeta (Benedetto) es la hija de Rosa, una mujer estudiosa del mundo femenino, que se mantiene espléndida pese a haber pasado los 50 y que conduce Fem News, un noticiero que difunde diariamente lo que ocurre con las mujeres en el mundo entero. Y también está Celeste (Agustina Cherri), la nieta veinteañera, a punto de recibirse de veterinaria, que por descendencia heredó una personalidad fuerte, de valores éticos inquebrantables, incapaz de traicionarse a sí misma y mucho menos a sus amigas. Tres mujeres, tres generaciones, tres visiones del mundo, un mismo problema existencial: ¿cómo vivir sin atarse a las convenciones y mandatos que la sociedad actual le impone a la mujer?
Anteponiendo la profundidad temática al efecto, a través del cruzamiento de la vida cotidiana de estas tres mujeres, el programa asume el compromiso declarado de poner en discusión el rol femenino. Sin caer en los estereotipos glamorosos de Sex & the city, ni en las vicisitudes terrenales de las protagonistas palermitanas de Socias, Rosa... intenta dar respuestas –o, tal vez, sólo abrir el debate– sociológicas a esa pregunta que engloba a la trama. Para ello, el ciclo incluye en el marco ficcional denuncias sobre los abusos que sufren las mujeres en países africanos, la terrible violencia de género instalada en la madre patria, o informando sobre ONG argentinas que prestan ayuda a mujeres víctimas de violaciones. Una ficción al servicio de la ciudadanía.
Sin embargo, esa interesante propuesta social del programa, que trasciende la pantalla chica, atenta en Rosa... no sólo contra el ritmo televisivo, sino con la fluidez narrativa que toda propuesta ficcional debe contar para atraer a sus televidentes. Enfocado sin descanso en la definición de la mujer, en tanto objeto de análisis sociológico, apelando excesivamente a grandilocuentes discursos y escenas de fuerte carga simbólica, el guión parece más propio de un ensayo literario-ideológico que de un programa de televisión. Los interrogantes constantes sobre la mujer y sus problemas existenciales opacan la trama ficcional, al punto casi de anularla. Un problema que, por hastío, termina por impermeabilizar el mensaje social que se quiere difundir.
Con un elenco coral envidiable (China Zorrilla, Ulises Dumont, Lito Cruz, Rita Cortese, Julieta Cardinalli, Katja Alemann, Nelly Prince) y mostrándose como una opción a las ficciones comerciales, el contenido de los primeros episodios de Rosa... pareció preocuparse demasiado del aspecto ideológico que signa la propuesta, con largas y explicativas alocuciones, y poco, muy poco, de lo estrictamente televisivo. Sin picardía ni atractivo argumental, el programa se pierde en su incapacidad de resolver la contradicción de contar con un guión y actuaciones teatrales, y la puesta televisiva que lo enmarca.
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