Mié 04.01.2006
espectaculos

TELEVISION › ALEJANDRO MONTALBAN, DIRECTOR DE CIUDAD ABIERTA

Una pantalla para todo lo otro

“Buscamos que el intelectual se explaye sin convertirse en opinator”, dice Montalbán, sociólogo a cargo del canal de la ciudad. “El tema es ver qué se hace con lo público.”

Alejandro Montalbán es el director de Ciudad Abierta, la señal televisiva financiada por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires que puede verse por los canales 83 de Cablevisión, 82 de Telecentro y 80 de Multicanal. Esos datos no dirían mucho si no fuera porque, como casi cualquier argentino sabe, el proyecto de constituir un canal público que no sea títere de los gobiernos de turno ha tenido históricamente las mismas posibilidades de supervivencia que un ratón rengo en una jaula con tigres. El contraste con esa tradición tan arraigada en el sistema de medios otorga brillo especial al hecho de que después de cuatro años de actividad, la grilla de la emisora siga renovándose y presente programas que intentan escaparle a la dictadura del rating. Montalbán, joven sociólogo de jeans deshilachados que no alteran su apariencia sobria, emerge desde las oficinas del canal para revelar los proyectos para el 2006, hacer un balance de lo que dejó el 2005 y reflexionar sobre lo que debería ser un medio financiado por el Estado pero independiente de sus presiones.
–¿En este año de gestión, piensa que Ciudad Abierta ha construido una identidad?
–Ciudad Abierta busca sintonizarse con la idea de devolverle al espectador un papel preponderante y ampliar el tan vapuleado espacio de lo público. La idea es introducir actores rezagados en las representaciones televisivas, como los sindicatos, los intelectuales y los inmigrantes, evitando licuarlos en el exotismo o lo difuso. Buscamos que el intelectual se explaye sin transformarse en un opinator y que el marginal o el inmigrante pueda salir en televisión sin que lo enfoquen con un lente de ojo de pez para hacerlo ver gracioso.
–¿Están contempladas muchas repeticiones?
–Debido a que tenemos un presupuesto limitado, uno de nuestros objetivos es hacer programas que sean durables y puedan verse varias veces. Creo que en estos meses esos objetivos se han logrado en buena medida. En ese sentido me parece que hemos podido construir una identidad definida.
–¿Y cuál fue la respuesta del público?
–Nuestra idea principal era demostrar que se podía hacer algo desde lo público que estuviera relacionado con la inteligencia y no con lo anquilosado. La gran pregunta era si íbamos a ser capaces y si eso tenía un público en la ciudad. La respuesta que tuvimos fue impresionante. Hoy sabemos que hay 50.000 tipos por día que ven el canal y esa cantidad sigue creciendo.
–¿Qué puede ofrecer un canal público frente al resto de los canales?
–En principio, nosotros no tenemos tanda publicitaria, sino que el ciento por ciento del financiamiento es de origen estatal. Eso nos permite trabajar con gran libertad desde los contenidos y desde el punto de vista formal. Es decir, podemos dedicarnos a difundir productos como cortos de realizadores absolutamente independientes o entrevistas de una hora, en las que una persona puede explayarse sin que el tiempo característico de la programación comercial lo interrumpa cada dos minutos. El canal no vende espacios publicitarios ni los canjea y eso quizá signifique menos fondos, pero también mayor libertad. Me parece importante que el Estado financie espacios que son públicos pero no gubernamentales, porque significa dar un lugar a aquellas producciones que no están colonizadas por la lógica comercial.
–Y dado que el financiamiento es oficial, la pregunta que se impone es cómo afectaron al canal las controversias políticas suscitadas el año pasado...
–El canal de la Ciudad no podía estar ajeno a un tema que preocupaba a toda la sociedad. Pero si hubo alguna presión, fue la de la opinión pública y no del gobierno. Nuestra señal no hizo ni va a hacer ningún tipo de operación mediática. Lo que sí tratamos de ofrecer fue un marco con claves de reflexión acerca del rock y la juventud y los problemas que tenemos como sociedad. Eso contrasta con lo que en general hizo la tele comercial, que se garantiza el rating apelando a lugares comunes que están vinculados con el promedio de opinión de los públicos masivos, lo cual arma una especie de pacto de intrascendencia respecto de lo que se analiza.
–¿Cuáles han sido los éxitos de la programación en estos meses?
–Un acierto sin duda fue La Caldera, un programa de entrevistas a importantes personalidades. Fue un golazo en la medida en que repuso la voz del intelectual sacándolo del papel de opinator y dejándolo explayarse con todos sus claroscuros. Portarretrato, conducido por esa gran entrevistadora que es María Moreno, fue otro éxito, que supo conjugar la exploración estética con un trabajo inteligente sobre el contenido. Menú porteño fue otra apuesta que funcionó y está llegando a varios lugares de Latinoamérica, incluyendo Cuba y Venezuela.
–¿Por qué interesa alí?
–Se trata de una propuesta “antropofágica”, en el sentido en que lo consideraba Oswald de Andrade, es decir, en contra de la noción de “tolerancia” y a favor de la incorporación real de los inmigrantes que viven en la ciudad. Programas como éste nos están abriendo las puertas de las televisiones públicas de otros países, una tendencia que se va a ampliar el año que viene cuando empecemos a trabajar en sintonía con Telesur. Podría mencionarte otras grandes experiencias, como El Pasajero, nuestra primera ficción, que fue dirigida por el director de El Asadito, Gustavo Castiglione.

Informe: Facundo García.

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